Charli XCX. Ilustración: Pepo Pérez
Charli XCX. Ilustración: Pepo Pérez

TOP 2024

2024: el reconocimiento a la trayectoria

En año olímpico, es hora de que nosotros también entreguemos las medallas. 2024 ha sido un año de colores intensos y hendiduras profundas en la tierra en el que, pese a la pertinente viralidad de lanzamientos puntuales, priman las texturas silenciosas de un nuevo folk en desarrollo. También merecen unas pequeñas palabras de agradecimiento todos los lanzamientos que han tenido que quedar fuera debido a una producción inaccesible por su cantidad desorbitada. Ante todo, un premio a los que llevan cargando mucho tiempo con el mismo peso, y a otros que tras mucho excavar consiguen ver la superficie.

Grandes estrellas que se quedan atrás, jóvenes que escuchan los ecos del pasado y respeto a nuestros mayores. Pese a verdes vibrantes y cañonazos sorprendentes, el año destaca por un regreso hacia el silencio, el vacío y la carencia de virtualidad. 2024 se define por una producción discográfica apabullante y prácticamente inabarcable, pero de la que puede extrapolarse, sobre todo, la complejidad de una generación en transición. Mientras que la llama olímpica pasa de mano en mano en el pop más multitudinario, en otras escenas cuesta un poco más soltarla. Sin embargo, y pese a algún esprint de última hora, es el año en el que rendimos reconocimiento a las largas trayectorias.

Faltó puntería

2024 comenzaba con nostalgia y raíces. Desde Estados Unidos, artistas y analistas auguraban un tsunami amish, vaticinando que este año iba a ser, sin duda, el del country. Algunos músicos desempolvaban sus sombreros, y las tiendas de fast fashion se llenaban de botas de puntera afilada, tacón grueso y altura hasta la pantorrilla. Casi una vuelta al Sol más tarde, se confirmaba el regreso a los valores tradicionales en tal país, aunque no necesariamente sonoro: Trump ganaba las elecciones, por si aún no ha quedado claro que las tendencias musicales también se configuran en base a los valores sociales dominantes. En cualquier caso, las pitonisas del oído no estuvieron tan conectadas con los astros hace un año: en los discos internacionales, hay que llegar al noveno puesto para ver en una portada un sombrero de cowboy, aunque del LP de Adrianne Lenker hay otras muchas cosas que reseñar antes que esto. Beyoncé tan solo aparece en el listado de canciones. Bien parada por esta apología campestre de comienzos de año fue Waxahatchee.

No es, sin embargo, algo que haya caído en saco roto. Hay mucha herencia cultural, si bien ese primer empujón country se tradujo, finalmente, en un folk más íntimo que rural: y como cada uno tiene su folclore, dentro de nuestras fronteras también lo vemos en Za! y Perrate o Maestro Espada. Un balance que sitúa, sorpresivamente, lo orgánico por delante de lo electrónico.

Carrera de relevos

Llegaba la primavera, y resultaba evidentísima la permuta de las grandes estrellas del pop en inglés. “The Eras Tour” ya es la gira que más ha recaudado en la historia, y a finales de mayo Taylor Swift traía su estratosférico espectáculo a la Península Ibérica. Algunos moralistas del fanatismo, hinchas y vecinos de la zona ponían el ojo en la locura swiftie y, a finales de septiembre, el Santiago Bernabéu anunciaba que no se celebrarían más conciertos en el estadio. No obstante, es probable que mucha gente se lleve las manos a la frente al recordar, por estas líneas, que Swift también publicó un disco este mismo año. “THE TORTURED POETS DEPARTMENT” ha pasado completamente desapercibido porque, pese a la obsesión de la cantante por los números, ha habido sorpasso. También Dua Lipa y Ariana Grande se quedan sin presencia en las listas, pues hemos vivido un relevo pop radical, generacional y casi agresivo: Sabrina Carpenter, después de una década picando piedra, consigue catapultarse a las primeras posiciones; Chappell Roan emerge combativa; Billie Eilish (aunque previamente titánica, todavía joven) comienza una etapa muy seria y oscura, bien agradecida por la crítica… Pero ha habido, claramente, una voz que sobresale por encima del resto: el verde fosforito arrasa con todo.

Alcalá Norte. Ilustración: Pepo Pérez
Alcalá Norte. Ilustración: Pepo Pérez

Caballo ganador

Cambiamos de estación: nadie escapa del #bratsummer. Charli XCX, igual que Carpenter, consigue su reconocimiento tras tanta minería. Curiosamente, “brat” se posiciona como medalla de oro en la era en la que el hyper-algo pierde interés en favor del folk. Se trata de los pocos álbumes en la lista sumidos por completo en la era digital, y aun así (o quizá por eso) obtiene el primer puesto. El álbum de la inglesa triunfa porque no es solo un sonido, sino también un estilo de vida: es un color, es una estación, es una forma de vivir la noche. XCX trae de vuelta Tumblr y el indie sleaze.

En España, mientras tanto, esta precaria industria también estaba viviendo su propia revolución. No es que el brat summer no existiera, pero convivía con el cañón summer. Si ha sido el año de alguien, sin duda alguna, es de Alcalá Norte: los chavales con nombre de centro comercial emergían un poco de la noche a la mañana, como un murmullo que termina convirtiéndose en tormenta. El debut de los madrileños les profiere un doble top 1, tanto en discos como en canciones. Y, aunque “brat” y el álbum homónimo del sexteto sean claramente distintos, también hay varias similitudes entre ambos. La primera, que se alzan como identitarios en un núcleo poblacional concreto. #bratsummer es, directamente, un hashtag, por lo que su carácter colectivo es evidente. Y “La vida cañón” se ha vuelto muletilla. ¿Sales del trabajo y te tomas una caña? La vida cañón. ¿Estás en la piscina tomando un Calippo de lima-limón? Brat summer. Generan pasiones que van más allá de la ola PC Music de la británica o el (¿post?)punk de los españoles.

La segunda es el poso DIY de ambos, aunque sea, en algún caso, solo por estética: el feísmo del verde, el rótulo pixelado o la producción claramente cutrona de Charli se unen a la verborrea comunicativa e incontinencia digital del “admin” de Alcalá Norte en X. Ambos han conseguido admiración a través de un asombro, en primera instancia, no necesariamente positivo: público boquiabierto a través de estrategias comunicativas inicialmente dudosas pero que, ahora se confirma, terminan dando resultado. Primeros puestos para discos que destacan por generar comunidad.

The Cure. Ilustración: Pepo Pérez
The Cure. Ilustración: Pepo Pérez

Corredores de fondo

El verano se desvanecía y, con él, muchas certezas que parecían inmutables a principios de año. Otoño, como viene siendo habitual, llegó para trastocar cualquier previsión previa y trajo consigo una avalancha de lanzamientos que transformaron no solo los rankings, sino el cómputo global. El día de Todos los Santos veía la luz (al final del túnel) un álbum sobre la muerte: “Songs Of A Lost World” de The Cure, una obra que encarna la sabiduría veterana de una banda que nunca ha sonado particularmente joven. Este álbum, además, resume una tendencia evidente en las listas: los primeros puestos están reservados para proyectos de larga trayectoria. Con su lanzamiento, cobran aún más sentido los reconocimientos a figuras como Kim Gordon, Beth Gibbons o Nick Cave. Salvando las distancias, en la agrupación cabría incluso la medalla de plata para Vampire Weekend: músicos que vivieron su época dorada hace mucho tiempo, pero que siguen teniendo muchas cosas que decir. Al contrario de lo que ha sucedido en el ámbito del pop mainstream, y aprovechando que 2024 ha sido año olímpico, queda de manifiesto que el indie o el rock un poco más alternativo no destaca por las carreras de relevos: sus autores, más bien, son corredores de fondo.

Una nueva etiqueta

También ha habido espacio para las rara avis. Experimental, vanguardista, contemporáneo, rupturista… son algunos de los calificativos más empleados para definir un nuevo pop que, si bien presente, pierde peso en comparación con años anteriores: quizá porque se ha estabilizado y ha pasado a formar parte (o se han absorbido sus características) dentro de una discografía general. Si acaso ha pasado tiempo suficiente para su asentamiento, quizá, es necesario alejarlo del componente experimental. Es posible que 2025 sea el año en el que veamos una nueva (siempre tediosa, pero también necesaria) etiqueta. ∎

Han colaborado en la elaboración de las listas de Rockdelux con lo mejor del año 2024:

Galo Abrain, María Adell, Jorge Acevedo, Enric Albero, Ricardo Aldarondo, Guilherme Araujo, Bartolomé Armentano, Vicenç Batalla, Octavio Beares, Noah Benalal, Felipe Cabrerizo, Inés Calero, Alejandro G. Calvo, Santi Carrillo, Anton Casas, Quim Casas, José Manuel Caturla, Juan Cervera, Javier Corral “Jerry”, Isabel Cortés, Philipp Engel, Anna Enguix, Marta España, Santi Fernández, Desirée de Fez, Luis Miguel Flores, Juan Manuel Freire, Susana Funes, Xavier Gaillard, David Galbete, Fernando Ganzo, Álvaro García Montoliu, Daniel P. García, Marisol García, Marcos Gendre, Isabel Guerrero, Cesc Guimerà, JuanP Holguera, Eulàlia Iglesias, Luis Lapuente, Rubén Lardín, Alberto Lechuga, Sergio Lifante, Gonzalo de Lucas, César Luquero, Luis Lles, Carlos Marlasca, Carlos Martínez Agenjo, Andreu Marves, Marta Medina, Juan Monge, David Morán, David S. Mordoh, Marc Muñoz, Víctor Navarro Remesal, Pepe Nave, Carles Novellas, Daniel de Partearroyo, Ana Dara Peña Giraldo, Pepo Pérez, Carlos Pérez de Ziriza, Javier Pulido, Miquel Queralt, Quintín, Carlos Reviriego, Alberto Richart, Ferran Riera, Jesús Rodríguez Lenin, Diego Rubio, Paula Arantzazu Ruiz, David Saavedra, Xavi Serra, Alex Serrano, Nacho Serrano, Félix Suárez, Miguel Tébar A., Raül de Tena y Daniel V. Villamediana. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados