Este documental feísta, con bocas parlantes superpuestas sobre imágenes proyectadas –en primer plano, la orgullosa celebración del mal gusto–, explica el devenir de un álbum (doble) histórico que, rupturista pero bello, nervioso pero apaciguador, merece ser degustado como envolvente mantra atemporal. “Dioptria” es una obra mayor que no envejece y en la que resuenan, sin limitaciones –incluso con desafinaciones fuera de toda lógica–, psicodelia desenfocada, acid rock levitante, folk dopado, tropicalismo mediterráneo… Hay en él liturgia procesional y hachazos salvajes a la burguesía y a la familia (la primera parte, dedicada a las mujeres; la segunda, a los hombres) entre dosis de rhythm’n’blues jazzero, rock espasmódico y ragas obnubilantes. Asimismo, poesía musicada aparentemente dulce pero irreverente, desbocados cantos a la naturaleza, alucinantes y preciosas imágenes absurdas en canciones referenciales que marcaron para bien el canon del rock català del futuro. Y, además de sus enormes aciertos, hay en “Dioptria /2” un cuento de Navidad que es una obra maestra en sí misma:
“Sinfonia Nº 1 (d’una nit, d’un matí de Nadal)”, a la altura de las mejores canciones-relato de la historia.
Escuchando con detenimiento el
pack “Dioptria”, queda flotando una evidencia palmaria: Sisa (sí, incluido él), Pep Laguarda, Adrià Puntí y Albert Pla, cuatro grandísimos, le deben media vida artística a este Pau Riba primigenio; incontestable en aquellos años y en los posteriores de la década de los setenta. ∎