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Firma invitada / Escalera de incendios

Mi fantasma de la adolescencia pasada

La nostalgia nos puede llegar a desconcertar. Recordar aquellos 14 años y comparar el contexto de entonces con el contexto de ahora. ¿Escuchar a Radiohead, a aquellos Radiohead? ¿O a Lil Uzi Vert ahora? Laura Barrachina asegura en esta columna de opinión que es más rápida que la nostalgia.

H

ace unas semanas se produjo una sobrecogedora circunstancia de la que poco a poco me voy recuperando: mi hija cumplió 14 años. ¿Cómo es esto posible si apenas ayer era yo la adolescente? Me repongo de lo inquietante que ha sido descubrirla escuchando a mis bandas favoritas de mis 14 años y aun así encontrarme viajando en coche con ella y pidiéndole bajar el volumen de “Today” de Smashing Pumpkins con la que en su día yo torturé a mi madre (perdóname, mamá). Ha pasado unos días en Londres y ha vuelto cargada de CDs de los Deftones y Radiohead que escucha en el reproductor de CDs que le acabamos de regalar. Me visita el fantasma de la adolescencia pasada y no acabo de entender su mensaje, se me mezcla el orgullo con el desconcierto. Pensando en su bien, en su integración social, en uno de nuestros viajes en coche decidí incorporarla al siglo XXI, a la música que, sospecho, debería estar escuchando ella, así que puse algo de CA7RIEL & Paco Amoroso. Sin embargo, en lugar de entusiasmarse con la contemporaneidad de su madre, dice que doy cringe y se pone los auriculares para escuchar “Creep”. Algo no funciona bien si en 2025 es la madre y no la adolescente la que pelea por poner en el coche algo de Bad Bunny, aunque no tengo claro dónde está la avería, si en mí, en ella, en las dos o en el sistema, sea lo que sea eso.

Además de CDs, mi hija trajo de Londres un espejito de bolsillo cuadrado estampado con el rostro de Lady Di tocada con una tiara y que se abre como un Motorola. Yo no llevo espejos en el bolso porque no me maquillo mucho, pero estoy dispuesta a cambiar eso y hasta a perfilarme los labios con tal de lucir en público semejante objeto de deseo. Mi hija nació en 2011 o, como dice su generación, es una cero once. Tiene la misma edad que tenía yo cuando Lady Di se estampó una noche del final de verano contra un pilar de un túnel de París y se mató y al despertar la radio anunciaba su muerte mientras yo, estupefacta, comía tostadas pensando en su pobre hijo Guillermo y en cómo iba a marcar aquella muerte nuestra futura historia de amor. Porque yo, como muchas niñas de mi generación, soñaba con Guillermo y su mirada triste y tímida, como la de su madre, como la que exhibe en el espejito de mi hija. Se lo explico a mi cero once, pero hace poco ha visto a ese Guillermo aplaudir en Wimbledon a Carlos Alcaraz y no entiende de qué atractivo le hablo. Insisto y le cuento que, aunque ella no lo crea, ahora Guillermo está mejor que hace unos años, más guapete, digo, porque el chiquillo, además de mucha tristeza o quizá por ella, sufrió muy pronto esa calvicie prematura que ninguna podíamos prever tanto como que nos haríamos antisistema, escucharíamos a The Jam y, como insinúan en su canción, querríamos acabar con todos los niños de Eton, la elitista escuela a la que acudió Guillermo.

Es posible que mi fantasma de la adolescencia pasada haya venido para que no me olvide de quién fui y de quién quería ser entonces para que revise quién soy ahora, en caso de que se pueda ser algo sólido en algún momento. Atiendo al mensaje. Pongo el vinilo del “OK Computer” que le regalé a mi cero once por su cumpleaños hace algunas semanas, el disco que Radiohead publicó en mayo de 1997, unos meses antes de que Lady Di hiciera la trágica escala en París junto a su novio Dodi Al-Fayed. Es una obra maestra, no me cabe duda, es un testimonio de su tiempo, ético y estético, pero cuando termina siento alivio, como si alguien hubiera dejado de pisotearme el estómago. En ese momento se abre la puerta de la habitación de mi cero trece y de ella sale él a por un vaso de agua y la voz de Lil Uzi Vert que rapea a todo volumen. Me gusta cómo suena. Sonrío. Es mi fantasma de la adolescencia futura, dice que escuche el “Eternal Atake” del rapero estadounidense porque me gustará, dice que no me preocupe, que aún estoy viva, que aún soy más rápida que la nostalgia. ∎

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