Película

Frankenstein

Guillermo del Toro

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Es increíble constatar que, después de cuarenta años en activo, el cineasta Guillermo del Toro siga demostrando una imaginación desbordante, incluso a la hora de adaptar textos ajenos. Desde “La forma del agua” (2017), una de las últimas ficciones originales que hizo para el cine, el mexicano ha optado por el desarrollo de clásicos literarios con resultados más que vistosos y bien diferentes entre sí, teniendo en cuenta el noir circense “El callejón de las almas perdidas” (2021) y la animación en stop-motion Pinocho de Guillermo del Toro” (2022).

Esta última la hizo en colaboración con Netflix, hogar donde parece haber encontrado la horma económica de su zapato: los grandes monstruos requieren de grandes bolsillos. Tras producir la miniserie antológica“El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro” (2022), en la que se rodeó de los grandes nombres actuales del género, cierra la tríada con “Frankenstein” (2025; se estrena en cines hoy y en la plataforma el 7 de noviembre), una fantasía con la que él mismo reconoce haber soñado durante décadas y que, a simple vista, acontece como una deriva orgánica en la filmografía del autor de cuentos fantásticos y de terror.

Aunque la popularidad del monstruo haya colocado la obra original de Mary Shelley en un estatus cultural de historias que contar en Halloween, Del Toro sabe aproximarse a los dilemas humanistas que contempla, especialmente en la segunda mitad del relato, sin renunciar a la espectacularidad. En este sentido, el director se mantiene más fiel al texto que otras adaptaciones cinematográficas anteriores, y dota la narración de dos voces enriquecedoras: la de Víctor (un Oscar Isaac entregado, literalmente, en cuerpo y alma) y la de la criatura (Jacob Elordi bajo unas cuantas capas de prótesis).

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Este monstruo no tiene tornillos en el cuello, pero sí unas cuantas dudas por resolver acerca de su condición artificial, de la vida eterna y del deseo de muerte. Mia Goth destaca en esta experiencia existencialista, y algo romántica también, como si de una ópera clásica se tratase. Resulta curioso seguir la filmografía de la actriz británica, habitualmente orbitando el género fantástico, y su tendencia a desarrollar un cierto encaprichamiento por el monstruo, cuando no es ella quien lo encarna.

A efectos prácticos, “Frankenstein” es apabullante y colosal. Por muy gore que pueda sonar, resulta complicado no contagiarse del entusiasmo del director de “El espinazo del diablo” (2001), que encuentra su gran ilusión en las secuencias con protagonismo anatómico, como la experimentación y la recomposición de cadáveres. La película luce una opulencia teatral, comenzando por el hipnótico vestuario y transitando por un atrezo manierista y una puesta en escena de disertaciones shakesperianas.

Pasado el capítulo sobre la fisicidad corporal, se abre la cuestión del alma en la película. Es en los diálogos entre creador y criatura donde la obra adquiere un cariz mesiánico, con cuestiones sobre el amor, la crueldad y la culpa. Temas que resuenan en tiempos de Inteligencia Artificial y que interpelan la capacidad del creador de contener su obra. El debate es lo que hace que el texto de Shelley siga cobrando vida con el paso del tiempo y que, en el caso de Del Toro, respire una modernidad relevante. Los mortales tenemos la suerte de asistir a esta nueva versión del clásico, pero el verdadero fuego de Prometeo es que, en contra de lo que dicta esta era de la inmediatez y del consumo rápido, se nos permita seguir deleitándonos con las obras de Del Toro en pantalla grande. ∎

Del Toro marca registrada.
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