Cómic

Camille Vannier

Imbécil¡Caramba!, 2024

Si en “Sexo de mierda” (¡Caramba!, 2022), Camille Vannier (París, 1984) se desnudaba (no de manera literal) junto a su círculo de conocidos para contar escabrosos sucesos de sus más desastrosas aventuras sexuales, en Imbécil”, su flamante nuevo trabajo aparecido en ¡Caramba”, el sello comandado por Manuel Bartual y Alba Diethelm, la artista afincada en Barcelona apunta ahora a una única diana para tirar sus afilados dardos: ella misma. Durante toda su carrera, Vannier ha depurado una fórmula que alcanza aquí su expresión más destilada, una obra que delata la madurez artística propia de una dibujante en forma que se planta de manera orgullosa en la cuarentena.

Transmutada en una suerte de Larry David del barcelonés barrio de Gràcia, la parisina confecciona un libro tronchante segmentado en tres bloques temáticos cuyos títulos no dejan lugar a dudas: “Ruin”, “Loser” y “Borracha”. En cada uno de ellos desarrolla anécdotas de distinta extensión, cada una más denigrante que la anterior, en un ejercicio autoparódico insólito entre artistas de su misma generación, poco habituados a mostrar su (vergonzante, calamitosa y ridícula) humanidad tan abiertamente.

https://assets.primaverasound.com/psweb/2g5hmve0qnddjbisx40u_1710775005479.jpg
En el volumen se recopilan trabajos publicados anteriormente en fanzines autoeditados por la autora, algunas páginas aparecidas en el diario ‘Ara’ y material nuevo dibujado para la ocasión, sin orden cronológico. Cada vez más segura de su trabajo como dibujante, Vannier ha desarrollado una voz propia, esquinada y juguetona, decididamente fea e incómoda, opuesta de manera frontal a los filtros de Instagram. Las páginas de “Imbécil” están repletas de colores chillones, caras retorcidas, muchísimos dientes que habitan sonrisas desencajadas, pequeños ojillos ratoneros, desagradables culos de pollo y muchos gritos; caricatura urgente, de trazo descuidado y naíf, puesta al servicio de una cadencia y ritmo impecables, orquestados con soltura por una contadora de historias nata. Tanto la situación más cotidiana (llamar a tu pareja de camino al trabajo solo para no sentirte sola) como la anécdota con triple tirabuzón mortal (acabar volviendo en el metro de una noche de fiesta ataviada con un sucio traje de boda descosido) se convierten en manos de Vannier en material de humillación pública, sin la menor vergüenza ni reparo a la hora de mostrarse como una absoluta mamarracha, que navega por la precariedad laboral como buenamente puede. Una verdadera mártir del humor: todo sea por la carcajada, la suya propia y la del lector. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados