Película

Puro vicio

Paul Thomas Anderson

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“Puro vicio” (2014; en España, 2015) no es la primera comedia de Paul Thomas Anderson, y su humor, aunque más negro, es igual de abstracto que el de su primera aproximación –tan personal– al género, “Embriagado de amor” (2002). Pero lo que en el fondo practica Anderson es casi siempre la disolución del género, así que “Puro vicio” es un filme atonal en el que la comedia no es más que uno de los muchos rasgos que la caracterizan.

De hecho, la referencia que más le correspondería a la película es la de film noir, pero por mucho que la alambicada trama y el vaivén tipológico pueda hacernos pensar en novelas y películas clásicas del género, la opción de Anderson tiene más que ver con la emprendida por los hermanos Coen en “El gran Lebowski” (1998), solo que Joel y Ethan se basaban libremente en Raymond Chandler, mientras que Anderson adapta directamente una novela de un autor poco identificado con el cine negro, Thomas Pynchon. También podrían rastrearse influencias de un filme de Robert Altman, uno de los directores admirados por Anderson, pero su versión de “El largo adiós” de Chandler respetaba la esencia del personaje, y las similitudes con “Puro vicio” son de contexto más que de tono: la decadencia del sueño hippy y hollywoodiense de la costa oeste a principios de los setenta.

“Puro vicio” es admirable en su descomposición del mito noir, en su extremismo conceptual más allá de su sinuoso relato y en sus elementos de humor negro. Es también otra gran panorámica norteamericana –como lo era, en clave melodramática, “Pozos de ambición” (2007)–, conducida por el último porreta que no consume heroína, ya que esa es una de las principales características del detective hippy protagonista. Y, en estricta clave musical, cuenta, además de con una nueva y espléndida banda sonora de Jonny Greenwood, con el debut como actriz en el cine de Joanna Newsom, sin arpa y con el encanto de un sortilegio como su propio nombre en la ficción. ∎

El último porreta que no consume heroína.
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