Con o sin paréntesis, con Smog o sin (Smog), Mr.
Bill Callahan prosigue su travesía con autoridad, paciencia y docenas de canciones que va sembrando para los buenos conocedores de la tierra más fértil. A estas alturas de la película, Bill decide debutar con su nombre y se despierta en el corazón de una ballena, cual Jonás de una América profunda que él disecciona en profundidad en sus acordes para devolver un nuevo fruto a la cadena de la tradición.
“Woke On a Whaleheart” es ya, si las cuentas no fallan, su largo número 13 y parece que nada ha cambiado... o ha cambiado todo.
El estricto amateurismo de sus primeras grabaciones ha ido dando paso a discos mejor acabados formalmente, pero la esencia no se ha evaporado: esa especie de minimalismo con raíces, esa manera oblicua y casi impenetrable de desmenuzar las (sus) relaciones personales, esa voz impasible de cadencia grave y pétrea que deja clavado con una frase, con una sílaba, esa relectura temblorosa de mitos y leyendas. Y, también, esos fogonazos para redondear pequeños grandes
hits que reverberan una y otra vez en el cerebro, que obligan a callar en locales ruidosos aunque no conozcas ni el título ni el nombre del intérprete. Aquí hay uno, impepinable:
“Diamond Dancer”, un nuevo clip para la eternidad en su colección de insignias insignes, un “Bathysphere” 2007 para los siglos de los siglos. Hay más (
“A Man Needs A Woman Or A Man To Be A Man”,
“Sycamore”), pero no nos pondremos abusones desmenuzándolos.
Decir que para su puesta de largo nominal Bill se encerró en noviembre de 2006 en unos estudios de Austin y en comandita con Neil Michael Hagerty (Pussy Galore, Royal Trux, Howling Hex: rock de pozo negro), arreglista y coproductor, fijó para la posteridad nueve canciones que crujen y que arrullan, que acarician y queman, que beben del country y del blues para regurgitarlo, zarandearlo y rejuvenecerlo. Hay guitarras como cactus (o sea, que pinchan con su electricidad seca), muchos coros góspel (cortesía de Deani Pugh-Flemmings, de la Olivet Baptist Church), violines (Elizabeth Warren) y, por supuesto, remolinos de guitarra
steel.
Callahan en el vientre de una ballena del desierto, más sabio y más poderoso, emperador sin imperio que puede hablarle de tú a tú a Will Oldhan sin que le salgan los colores. Palabras mayores para un hombre con mundo propio que siempre ha sabido, sabe, cómo dejar que entre aire fresco en los cuartos de la creación, de su creación, aquí creando más extrovertido que nunca, orillando las simas intimistas del anterior
“A River Ain’t Too Much To Love” (2005). ¡Ah! También sale Steve Albini, ahora como
“paper leader”. Qué grande(s). ∎