EP

Burial

Comafields / Imaginary FestivalHyperdub, 2025

El nuevo EP de William Bevan salió camuflado en el mes de agosto pasado prácticamente un año después de que lo hiciera su anterior disco, “Phoneglow / Eyes Go Blank” (2024), compartido en aquella ocasión con Steve Goodman alias Kode9, y precedido por “Dreamfear / Boy Sent From Above” (2024), esta vez como Burial a secas. Bevan también tuvo tiempo de entregar la música de “Baby Invasion”, la distopía sobre juegos digitales que Harmony Korine estrenó en el festival de Venecia de 2024, piezas que de momento no tienen visos de publicación comercial.

Los dos temas que lo conforman agotan la duración estándar del maxi con los doce minutos de “Comafields” y los casi once de su contraparte, “Imaginary Festival”. Ambas piezas suponen un cambio respecto a las composiciones más recientes de Burial optando por un dubstep atmosférico prácticamente exento de guiños de club. Si hubiese que buscar algún referente serían, respectivamente, los Orbital más contemplativos y el Aphex Twin de los “Ambient Selected Works”. Solo que Burial suena contemporáneo a rabiar ensamblando melodías de bases sintetizadas abrasadoras, ritmos lejanos y sutiles, efectos y frases sampleadas como pensamientos en voz alta, mucho glitch, discontinuidades espaciosas y otras fracturas sonoras sobre marcos superpuestos, oscilantes, engarzados al sentido abstracto y cinematográfico que recorren sus 23 gozosos minutos en total.

“Comafields / Imaginary Festival” tiene más de comatoso que de festivalero, de evocación introspectiva –es inevitable escuchar al Vangelis más etéreo– que de malevolencia suburbana. Críptico, como siempre, pero más accesible que nunca, parece que las bandas sonoras proyectan una luz irresistible para algunos proyectos de rock y de electrónica, como es el caso de Burial, que sucumbe para bien a este tipo de influjo sin perder un ápice de misterio, inventiva o energía. Comprendemos que llamen a esto “dubstep emocional”, incluso “dubstep pop”. A Bevan le traerá sin cuidado, experto en casar elementos antagónicos, que es como soñamos, despiertos o no, la realidad misma. Sin olvidarnos de que esto es música, eso sí, enigmática y pasional, flotando como inconclusa en el aire, con las consonancias abiertas, sin traza de agotamiento, atrapada en el tiempo, poblada de seres anónimos y afectos sonoros que se evaporan sin rastro del interlocutor. ∎

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