Que Ezra Furman es una artista diferente puede comprobarse desde la nota de prensa de su nuevo álbum cuando espeta “no me fío de nadie, por eso tuve que escribirla yo” y a continuación se identifica con un aforismo romántico de William Wordsworth: “La poesía es el desbordamiento espontáneo de sentimientos poderosos”. Puede que esta inquieta hebrea sea capaz de componer buenas canciones en un par de horas, menos que sus textos sean exactamente poesía. Otro marcador de “Goodbye Small Head”, en ningún caso el principal, es la condición relativamente reciente de transgénero de Furman. “Strange Girl”, uno de los temas más tranquilos del álbum –junto a “Veil Song”–, trata sobre ello resaltando sus misterios imbuida de los pensamientos de Rabbi Abraham Joshua Heschel, un famoso teólogo judío superviviente del Holocausto. El título del álbum procede de la letra de “Get Up”, un buen tema de Sleater-Kinney que las veteranas riot grrrls publicaron en 1999 y cuya temática no es sencillo desentrañar, aunque parece que va sobre la disolución del ego. También cuenta en su texto promocional para Bella Union que el estilo del nuevo trabajo es un caso de emo prog rock cinemático con samples y cuerdas presentes en ocho de sus doce piezas, grabado en Chicago, ciudad de origen de la artista, y producido por Brian Deck –Iron & Wine, Modest Mouse–, viejo colaborador de Ezra Furman con The Harpoons en los discos “Banging Down The Doors” (2007) e “Inside The Human Body” (2008). Todo cierto.
“Goodbye Small Head” comienza a lo grande con “Grand Mal”, todo un primor en cómo fusionar convincentemente cuerdas y rock, hermanada con la euforizante y torrencial –a lo Dennis Wilson– “Sudden Storm”, donde canta: “Mi cuerpo es ahora una ciudad invadida por el ejército de Dios”. Según ella, fue “escrita en una sola sesión hipomaníaca después de hablar con un amigo sobre la cualidad mística” de la epilepsia. Ninguna broma. “Jum Out” reflexiona sobre este mundo desquiciado del que bajarse al son de cuerdas en staccato a lo Echo & The Bunnymen entreveradas de furia grunge, como si al bueno de Ian McCulloch le hubiese dado un parraque. La existencialista “Power Of The Moon”, donde el timbre vocal de Furman recuerda al falsete de Neil Young –sin ser algo personal ni la primera vez que alguien lo comenta–, es un número de new wave velvetiano con caja de ritmos que podrían haber firmado Mick Jagger y Keith Richards en su mejor momento setentero. El décimo álbum de Ezra Furman tiene ese punto sincrético y novedoso para ella, aunque vuelva a centrarse en las guitarras, y un elemento catártico controlado que lo recorre de principio a fin, con algún que otro meandro aislado como comentábamos antes, entre el punk rock y un pulso, sí, indudablemente poético, que fomenta un cuidado minucioso de todos los detalles y un equilibrio, en absoluto precario, entre vatios y belleza.
El disco ha sido compuesto básicamente por Furman, excepto la mercurial “I Need The Angel”, que le pertenece a un tal Alex Walton. Ambos sacaron, también a través de Bella Union, el single digital “Tie Me To The Train Tracks” / “Beat Me Up” en 2024, año en el que la estadounidense editó otra canción suelta, “Feel So Different”, esta vez junto a Sharon Van Etten. Sentirse diferente, dejarse llevar, liberarse de lo ordinario, tópicos que inspiran el rock’n’roll desde la noche de los tiempos, están en el corazón de este disco de grandes melodías y arreglos elegantes aunque lleguen cargados de rayos y truenos como una tormenta de verano. Temas como “You Hurt Me I Hate You” no son opuestos, pongamos, a los Mercury Rev de “Deserter’s Songs” (1998), con un punto más garagero en el caso de Furman. Tampoco “A World Of Love And Care”, donde se fusionan Beatles –las cuerdas de cámara–, Daniel Johnston –ese “inglés” americano con un punto de locura–, New York Dolls –sentimientos protoglam– y una erupción de furia absolutamente contemporánea: “Se suponía que la dignidad humana era una garantía para todos”. No dejamos de pensar en Palestina.
En su enfática nota de prensa, Ezra Furman asegura que los cortes de “Goodbye Small Head” son “doce variaciones sobre la experiencia de perder totalmente el control por debilidad, enfermedad, BDSM –sometimiento, castigo, sadomasoquismo–, drogas, desengaño y solo por vivir en una sociedad enferma con los ojos abiertos”. También habla en alguna entrevista del concepto de “traumatofilia”, en oposición al de “transfobia”, consistente en no temer a los traumas sino aceptarlos como parte integrante de la vida, como fuente de creatividad, como una forma de decir “adiós a tu pequeña cabeza”. Si la búsqueda de unidad y coherencia ha sido una constante en la discografía de Ezra Furman, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que “Goodbye Small Head” es uno de los grandes hitos en ese crecimiento a pesar de todo. ∎