En menos de dos minutos recordamos el talento que atesora Greta Kline a la hora de expresar emociones con música e imágenes que se entienden tan bien como si uno las hubiese vivido: “Cuando paso por nuestro viejo edificio, me gustaría que lo derribaran, y de repente ya no está, como el cubito de hielo que se derritió sobre mi cabello, y ya nunca te querré, y ni siquiera me acuerdo de cuándo fue”. Se trata de “Pressed Flower”, la canción que pone en marcha “Different Talking”, una melodía pegadiza de aparente sencillez e inconfundible acento americano, del independiente. Así son la mayoría de sus diecisiete canciones, ninguna de ellas con más de tres minutos de bedroom pop alejado de todo lo que sea amateurismo mal entendido. Algo que tampoco caracterizaba a otra neoyorquina como Margo Guryan, una clara influencia aquí como tantas veces se ha dicho –recordemos la participación de Frankie Cosmos en la colección de versiones, “Like Someone I Know. A Celebration Of Margo Guryan” (2024)–.
Puede que el mes y medio que compartieron en algún punto del norte del estado de Nueva York los actuales componentes de Frankie Cosmos haya servido para dar con su mejor álbum, concretamente el sexto en estudio descartando maquetas en términos de cohesión, frescura y calidad a pesar de haberse registrado en un estudio casero y mezclado en los coquetos Spillway Sounds de West Hurley, Nueva York. Allí editaron en parte también su anterior álbum, “Inner World Peace” (2022), y algunas cosas de Katie Von Schleicher en solitario, la nueva teclista creativa de Frankie Cosmos, presente ya en los dos últimos álbumes del grupo. El guitarrista/bajista Alex Bailey y el batería Hugo Stanley completan el cuarteto –se ha caído esta vez Lauren Martin, antiguo miembro de la banda al menos desde “Zentropy” (2014)–, compartiendo todos ellos las labores de producción –siendo la primera vez que el proyecto no acude a ayuda externa en este apartado–, arreglos y grabación.
En cualquier caso, Greta Kline, principal fuerza creativa, sigue reservándose la composición de todas las canciones, aspecto en el que ha madurado suavizando el vitriolo de viejos hits emocionales como “Fool” y ampliando aún más si cabe la paleta sonora de Frankie Cosmos. Por ejemplo “Joyride”, donde las guitarras apuntan a The Byrds y en lugar de sentirse idiota por un nuevo desengaño, la protagonista prefiere emprender un viaje de placer. En “Bitch Heart”, inicialmente un corte electrónico aunque no llegue a planear como “Empty Head” –del anterior disco–, quien sea, puede que Kline, no se reconoce sin su teléfono móvil puntualizando acertadamente el síndrome de abstinencia con giros inesperados y una admirable complejidad rítmica. Los apuntes ácidos retornan en “Porcelain”, así como los valiosos coloridos de Von Schleicher en la optimista “One! Grey! Hair!”. Otros grandes momentos son “Vanity”, cuya fina ironía se debate entre el soft rock, el indie pop, el minimalismo de Young Marble Giants y la caja de ritmos del “Brand New Friend” de Lloyd Cole And The Commotions; el rock cubista con corazón de Big Star en “Margareta”, el lo-fi USA más clásico de “You Take On” o el space rock de unos Stereolab recién aseados en “High Five Handshake”. Sin desperdicio.
En definitiva, “Different Talking” es una caja de bombones con licor que induce de todo menos el sueño contando con las supuestas limitaciones de eso que llaman “pop de cuarto de dormir”, cuyo sabor de despedida no es precisamente amargo a pesar de un título como “bache”. En realidad, y tras despotricar un poco, “Pothole” acepta la belleza indescifrable del mundo en la línea de Orange Juice, The Pastels y Belle And Sebastian. Porque para hablar de lo peor ya habrá ocasión. ∎