Quienes han visto a Lambrini Girls en directo hablan de Lilly Macieira (bajo) y, sobre todo, Phoebe Lunny (voz y guitarra) como fuerzas de la naturaleza. Y escuchando el EP “You’re Welcome” (2023), el de la portada con un zurullo en llamas, era fácil imaginar que en sus conciertos no hay respiro, ni misericordia, ni tampoco mecheros, no al menos para desenfundar en baladas. Lo suyo es el punk frenético, salvaje y ebrio, con algo de angulosidad post-punk y algunas derivas hacia el más disfrutable pop de garaje.
Su leyenda de rabia seguirá viva con “Who Let The Dogs Out”, pero su primer largo revela a un grupo más sofisticado y con mayor potencial popular de lo que se podría haber sospechado en un primer momento. Producido por Daniel Fox, bajista de Gilla Band, es tan crudo como pop, puede virar hacia la pista de baile e incluye un puñado de frases fáciles de imaginar cantadas (o, mejor dicho, gritadas) por una muchedumbre. Suena sucio y a la vez de maravilla. Sin perder sus esencias más farrucas, Lambrini Girls se postulan como grupo para enormes minorías.
Su sentido del humor sigue ahí desde el título. Si Juan Manuel de Prada pudo llamar a una novela “La tempestad”, ¿por qué no pueden ellas poner a su disco el nombre del hit absurdo de Baha Men de 2000? Y como ha dicho Lunny en ‘Variety’, aunque podría ser “una metáfora del capitalismo tardío”, en realidad es solo una broma privada que ha llegado demasiado lejos.
El repertorio, sea como sea, arranca bastante serio, en más de un sentido, con esa “Bad Apple” de sonido abrasivo (sirenas, enorme bajo distorsionado, breakbeats de batería cada vez más desalmados) y temática no por manida menos relevante: la corrupción policial, algo que Lunny quería viniendo abordar desde el asesinato de Sarah Everard en 2021. “No son solo manzanas malas, es todo un árbol podrido”, canta (grita, que diga) sin mirar atrás. Y sin bajar la guardia, reflejándose un poco en el (post-)punk/(post-)hardcore de IDLES, cargan contra el patriarcado más tóxico en el doble nocaut de “Company Culture”, pesadilla de acoso en la oficina, y “Big Dick Energy”, bajada de humos a los machotes; ambas parecen dirigidas a ese Mark Zuckerberg que en el pódcast de Joe Rogan decía que las corporaciones estadounidenses necesitan más “energía masculina”.
Además de otros males generales, como la gentrificación (“You’re Not From Around Here”) o el postureo (“Filthy Rich Nepo Baby”), las Lambrini abordan esta vez cuestiones más personales. “Nothing Tastes As Good As It Feels” les sirve para exorcizar sus problemas con los trastornos alimenticios y cargar tardíamente contra la Kate Moss que, a finales de los dosmil, hacía suyo en prensa el mantra “nada sabe tan bien como sentirse delgada”. “A Kate Moss no le importa una mierda que ya no me venga la menstruación”, dice Lunny, que más adelante explora su propia neurodiversidad en “Special Different”.
La fiesta crítica y satírica desemboca en la fiesta sin ambages, en la discoteca, en la final “Cuntology 101”, que va de reapropiarse del término “zorra” como lo hacían Nebulossa; de ser una zorra complicada y estar orgullosa de ello. En ella van listando todo lo que significa ser “cunty”: “tener lefa en mi camisa”, “tener crisis autistas”, “hacer caca en casa de tu amiga”… ¿Estamos preparados para el “cunt winter”? ∎