Estos tres colegas de Chicago, al igual que su trío hermano Horsegirl (literalmente: Penelope, la guitarrista de esa banda, es la hermana del batería de esta, Isaac Lowenstein), en absoluto pretenden esconder sus (francamente distintas) fuentes de inspiración musical: principalmente, el post-punk británico más cavernoso. Especial santo de su devoción sería “Deceit” (1981) de This Heat, cuyos tentáculos se extienden por la mayoría de las pistas de este álbum –su segundo LP, y debut en formato largo para Matador después de la cinta autoeditada “Dive” (2020) y el EP “Dressed In Trenches” (2023)–. Desde el primer corte, “A Tightwire”, hasta el penúltimo, “Ripped + Torn”, sus voces parecidas a cánticos épicos, feísmo estético, reiteración estructural con interrupciones de ritmo y patrones angustiosos de guitarra los posicionan en la misma sintonía del mítico grupo de Camberwell y, por ende, de discípulos muy posteriores como Women o Viet Cong. Hay una diferencia importante, sin embargo. Lifeguard se nutren de esas ideas para diseñar canciones por lo general menos malsanas, y más compactas y accesibles, a pesar del ruidismo ubicuo que las perturba. Por otro lado, el nivel de experimentación es más moderado, si bien introducen en el disco breves rellenos desorientadores para darle un acabado crudo y caótico al conjunto (el intervalo percusivo-maquinal “Music For 3 Drums”, donde se acercan por una milésima de segundo a Lightning Bolt y Boredoms; o el seudodrone con baquetas y sintetizadores “Charlie’s Vox”).
Incluso podría argumentarse que lo que pretenden es desfigurar composiciones originalmente pop, un efecto embrutecido de azúcar torturado en el barro que consiguen en gran parte gracias a la producción lo-fi chatarrera –a cargo de Randy Randall de No Age, otro de los grupos que claramente les marcaron–. Esto se constata en las dos piezas más luminosas, “T.L.A.” y especialmente “It Will Get Worse”, cuyo tono pegadizo, la-la-lás y leves rasgueos metálicos traen a la mente la generación de noise pop y shitgaze de finales de los dos mil, o incluso la cara oscura de la movida slacker y el kiwi rock ochentero. Y, regresando a la Inglaterra post-punk, otros que también asoman la cabeza son Wire (la voz rítmica-socarrona y melodicismo exacerbado, pero distante y conciso, de “France And”) y The Pop Group, notablemente en el inicio de percusión-bajo dub de “Under Your Rack”. En su último tercio, esta pieza es sacudida por la aparición cual puñalada del disonante guitarreo de Kai Slater (sí, el mismo de Sharp Pins) en primerísimo plano, que destabiliza el equilibrio de las capas –sin duda, uno de los momentos más inspirados de Randall detrás de la mesa de mezclas–.
Similarmente acertado a nivel de ingeniería es el arranque de “How To Say Deisar”, la explosión percusiva de un Lowenstein empeñado en enterrar uno de los riffs más angulares, chirriantes y Polvo-escos de la guitarra, aparentemente poseída y encallada en un loop agónico. La canción, una de las más largas y memorables del set, alterna entre bailables pasajes ultrarrítmicos rematados por alaridos y fragmentos taciturnos monopolizados por la línea de bajo melódica-minimalista de Asher Case –quien, en otras pistas como “(I Wanna) Break Out”, se muestra más urgente y nervioso–. Muy reivindicable a lo largo del álbum es también el trabajo de Slater, que agrede su instrumento de múltiples maneras no solo para hacerlo supurar y lacrimar, sino también para barnizar las pistas con texturas y tensiones sónicas (véase “Like You’ll Lose”, donde actúa principalmente como decorador espinoso), lo que nos haría pensar que ha cursado más de una clase en la escuela de Sonic Youth.
Lo cierto es que la mezcolanza transgeneracional de referentes estilísticos cuaja de modo bastante natural y único, en particular si tenemos en cuenta la reducida experiencia del grupo, traduciéndose en unos treinta minutos de música interesante y en ocasiones cautivadora, rematada congruentemente con unas letras que discurren entre el fatalismo y el impresionismo fragmentario, entre la pretenciosidad vacua y el cripticismo hechizante. Por momentos el grupo parecería residir en una tierra de nadie, atrapado en medio de una dialéctica autoimpuesta entre tendencias compositivas convencionales y vanguardismo aguerrido, con dos o tres pistas sufriendo esta identidad partida, y una consecuente aridez poco magnética. Pero, por otro lado, es una situación que les abre múltiples caminos para explorar en el futuro –su trayecto, en el fondo, prácticamente acaba de comenzar–. ∎