Los que vivimos la irrupción de Mogwai en el panorama musical hace treinta años no podíamos creer la noticia de que su décimo álbum, “As The Love Continues” (2021), fuera número uno en el chart británico. Cierto es que, con los años, se habían separado de la pureza artística de sus tres primeros trabajos –algunos fans acérrimos de aquellos días aún se lamentan en foros digitales– con esos viajes sónicos sin mirar al reloj ni al contador de decibelios que, por ejemplo, en “Mogwai Fear Satan” les hacía superar los dieciséis minutos, sin relleno y con intensidad volcánica. Aunque las señas de identidad básicas –escasa participación vocal, el juego con la distorsión guitarrera y el silencio, el poso melancólico– se han mantenido: han pulido aristas, ajustado los tiempos y, supliendo urgencia por artesanía, han presentado una versión más accesible de lo suyo. “The Bad Fire”, por lo tanto, sigue la ruta trazada por su exitoso predecesor.
El título del álbum –que en Glasgow se utiliza como juego de palabras para referirse al infierno– puede hacer pensar en los malos tiempos vividos recientemente por algunos miembros de la banda o por la situación del mundo. Ellos afirman en entrevistas que solo en parte; desde el principio quisieron huir de la onda del significado intenso y alegórico de las piezas instrumentales, tal como hacían otras bandas con ciertas similitudes como Godspeed You! Black Emperor. Con gran sentido del humor aplicaban títulos absurdos a canciones emocionantes: que cada oyente se montase su película sin tutelaje alguno. Una de las más hermosas de la presente colección se titula “Pale Vegan Hip Pain”; ahí queda eso.
Quizá para abundar en esa versión más pulida de su sonido, han trabajado con el productor John Congleton –St. Vincent, Cloud Nothings, John Grant, etc.–, que aporta volumen y poderío en la base rítmica a la par que cierto filo en los agudos y nitidez en el acabado. A veces incluso demasiada: la inicial “God Gets You Back”, que empieza con unos sugerentes sintetizadores, deviene en planeadora psicodelia algo fría y distante, al estilo de los nuevos Ride, en cuanto entran las voces. Este es un asunto curioso. Con el tiempo han sabido crear atractivas canciones con gancho pop en las pocas ocasiones en las que se deciden a cantar, pero, por otra parte, carecen de la personalidad de su trabajo instrumental. Se asemejan a eficientes ejercicios de estilo. “Fanzine Made Of Flesh”, uno de los adelantos, con voz vocoderizada, tiene algo del pop sintético de aire soñador de Lali Puna o Air pero acabando con más chicha, quizá la mejor de las vocales. La bonita “18 Volcanoes” es imposible de escuchar sin acordarse de My Bloody Valentine en su versión más tierna y, desde luego, no supera a los maestros en su terreno; acaricia pero no abraza.
Los Mogwai más reconocibles están en “Hi Chaos”, con ese seductor riff a medio tiempo al que, de súbito, se le viene encima a plomo la densa muralla de guitarras; en “If You Find This World Bad”, la quietud slowcore que estalla en pedazos; en la directa y abrasiva “Lion Rumpus”; o en la balada shoegazer, de épica de cocción lenta, “Fact Boy” que cierra el álbum solemnemente. Si alguien duda, por los reproches que la grandeza de su pasado exige, la botella está más que medio llena. No es ese tipo de trabajos que marca un punto y aparte en la carrera de un grupo, ni parece pretenderlo, pero es un álbum notable de una banda que domina su registro y que después de tantos años destila buen gusto y ganas de seguir disfrutando. Incluso de seguir probando y ampliando su fórmula, aunque no siempre salga tan bien. ∎