Álbum

Party Dozen

Crime In AustraliaGrupo-Temporary Residence-Popstock!, 2024

Cualquiera que no haya leído nada acerca de esta banda australiana, ni haya visto ningún vídeo suyo en directo, no adivinaría, escuchando la arrolladora locomotora a punto de descarrilar en los bafles, que se trata de un power dúo: Party Dozen. Y además, de saxo y batería; Kirsty Tickle y Jonathan Boulet son los artistas al mando de cada instrumento respectivamente. Cierto es que el saxo, conectado a una pedalera, reproduce sonidos que en ocasiones lo vuelven irreconocible y que en la grabación han empleado teclados y guitarras, al natural y sampleados. La voz, la de Kirsty, apenas asoma en tres de los temas. La que sí se hizo notar en su anterior álbum, “The Real Work” (2022) –el tercero del grupo–, fue nada más y nada menos que la de Nick Cave en “Macca The Mutt”. Por si no fuera suficiente el empujón para sacarlos del underground aussie, el rapero neoyorquino billy woods regrabó su tema “Earthly Times”, con lo que giraron por Estados Unidos y Europa como un nuevo descubrimiento, el enésimo, del fogoso rock de las antípodas.

La expectación para su reválida no parece haber hecho mella en la pareja, que sigue la línea del anterior, si bien con una producción más perfeccionista (y eso que lo han grabado ellos mismos en su estudio del barrio de Marrickville, Sídney). El título del álbum no hace referencia al crimen real en su país, sino al de ficción en las películas de acción, las de género, de los setenta y los ochenta en el fenómeno conocido como ozploitation del que son declarados fans. Como si de una banda sonora de un filme imaginario se tratara, abren con un pegadizo tema apropiado para los títulos de crédito, con riff de saxo y ritmo marcial que curiosamente guarda un parecido lejano con “Da Funk”, el mítico single iniciático de Daft Punk. El machacón piano de “Wake In Might” y el inquietante soplido de Kirsty dibujan una trepidante escena de persecución por oxidadas escaleras de incendio. Casi siempre a medio camino entre el funk, el boogie y el rock’n’ roll, en “Money & The Drugs” son poseídos por el desenfrenado sonido garage de sus latitudes. Se puede escuchar, aulladora, la voz de ella, como filtrada por un micrófono de baja calidad en un garito de carretera. Se la escucha con más claridad en la canción más distinta del álbum, la planeadora “The Big Man Upstairs”, que sigue la senda velvetiana hasta el vecindario de My Bloody Valentine, con el sonido del saxo dándole un toque propio hacia el final.

En la segunda cara, “Judge Hammer”, de ritmo pausado pero densa psicodelia, parece llevar la hipotética acción al punto donde se presiente el peligro, que llega a ritmo de un bajo perverso al estilo del “Switchblade” de Link Wray, con “Bad News Department”. Pero queda minutaje y el espectador necesita un respiro antes de la traca final. Demostrando desinhibición y cintura, se sueltan con el místico funk bailable de “The Righteous Front”. Aunque no escriben apenas letras, se adivina su sentido del humor en algunos giros de sus temas, y más claramente en el juego de palabras del título de “Piss On Earth”, de tensión a cámara lenta, con un zumbido eléctrico arrastrado que nos deja delante del precipicio, preparados para la salvajada final. Si a lo largo del disco se han puesto por momentos intensos, desafiantes o juguetones, pero con cierto autocontrol, en “Jon’s International Marketplace”, como si del último bis de un salvaje bolo se tratara, sueltan a los hambrientos dingos a la caza, en un intenso instrumental de sudoroso garage. En las butacas de la sala de cine donde se hubiera pasado esta película de serie B, tras vitorear muchas de las secuencias, el público terminaría agarrado a los brazos del asiento, con los ojos como platos y el pelo peinado hacia atrás. Hagan la prueba en casa pero; si tienen vecinos, mejor con auriculares. ∎

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