Álbum

Primal Scream

Come AheadBMG, 2024

Ocho años de silencio y un cambio de tripulación dan paso a “Come Ahead”, el nuevo disco de Primal Scream. Bobby Gillespie, líder de la banda escocesa, ha ganado en confianza y estilo narrativo, y ha sabido sortear con soltura sus limitaciones vocales. Desde el último álbum de la banda, “Chaosmosis” (2016), el artista ha explorado nuevos horizontes. Primero grabó “Utopian Ashes” (2021), una colección de duetos con un toque country junto a la ex-Savages Jehnny Beth. Luego, cuando la pandemia redujo nuestros mundos, encontró tiempo para escribir sus memorias en “Un chaval de barrio” (Contra, 2022).

En sus álbumes anteriores, Primal Scream apostaba por largas secciones instrumentales, como en “Vanishing Point” (1997). Este enfoque también se veía en su trabajo más abrasivo, “XTRMNTR” (2000). Ahora “Come Ahead” se presenta como un caleidoscopio de sonidos soul y psicodélicos de los setenta, pero con una brújula hacia el presente. Junto a su productor David Holmes, Gillespie fusiona lo clásico con una energía renovada, evocando a The Temptations sin caer en la imitación.

Solo el guitarrista Andrew Innes sigue a bordo. La nueva tripulación, formada por el batería Jay Bellerose, el bajista Jason Falkner y el percusionista Davey Chegwidden, intenta mantener el legado de la banda. Mientras tanto, las cuerdas de Brian Irvine aportan esa magia que ya es su sello personal. Es un proyecto ambicioso pero insatisfactorio, especialmente para los fans acérrimos. Nuestro consejo: abordar este disco como una nueva travesía y así encontrar sus bonanzas. Nosotros lo hemos logrado, sin caer en el mal de tierra.

Las primeras voces que surgen en el álbum son las de un coro gospel en “Ready To Go Home”, lo que sugiere que serán el timón que guiará todo el LP. “Love Insurrection”, el primer single lanzado este verano, es una pequeña oda al funk, las guitarras de Chic y la flauta del acid jazz, matizando el espíritu de lucha y resistencia con afirmaciones como: “¿En qué creemos? / Cuando castigamos a los pobres por ser pobres / Y celebramos la avaricia”. Con “Circus Of Life”, cuyo sonido evoca el de “Screamadelica” (1991), Gillespie llega incluso a comparar nuestra vida cotidiana con un espectáculo ridículo.

Aunque el amor parezca frágil, el grupo llama a la rebelión en “Love Ain’t Enough”. La marea se vuelve más calmada en “Heal Yourself”, pero rápidamente la efervescencia regresa, recuperando al oyente con las notas disco de la bramante “Innocent Money”. Por su parte, “Melancholy Man” nos sume en el abismo de la desolación. La guitarra gime, y la voz ronca y áspera de Gillespie carece de adornos. Los ocho minutos de “False Flags” tratan sobre la inutilidad y el absurdo de la guerra, mientras que “Deep Dark Waters” es un himno electrónico guiado por la batería, con una crítica oscura y conmovedora a los ciclos históricos iterativos de violencia, xenofobia y deshumanización.

“The Centre Cannot Hold” presenta una vertiginosa oleada impulsada por guitarras, donde se analiza la imposibilidad de conocer verdaderamente a otra persona, lo que conduce al tema final, “Settlers Blues”, que ofrece una agradable sensación de cierre en la que Gillespie también describe la opresión del pueblo irlandés a lo largo de los siglos por parte de los británicos. Tampoco hacían falta nueve minutos, pero seguramente hayan enfurecido a la crítica inglesa, que se empeña en desmerecer este álbum.

Para nosotros, el fogoso “Come Ahead” es evocador, fuerte y conmovedor. En general, hay un mayor deseo de nostalgia y un furioso arte de la diatriba, lo que lo convierte en uno de sus álbumes más vocales. Si todo esto es fanfarronería por parte de Gillespie, que al menos sirva para hacernos vagar por esta época marcada por el conflicto. ∎

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