El sexto álbum de Real Estate fue creado con el talante de la sencillez. Fuera presiones. Tantas voluntades previas de hacer el mejor disco de su carrera para encontrarse con el parón y la frustración del encierro por la pandemia –y “Magic Sign” (2022), el segundo álbum de Martin Courtney, que ya participaba de esa filosofía liberadora– han desembocado en este dejarse llevar por la fluidez compositiva, sin riesgos ni metas.
Dicen que simplemente compusieron y ensayaron las canciones, y las grabaron en el estudio con pocos adornos más. Paradójicamente, les ha salido quizá su disco más preciosista, más pulido, sin derivadas. El tintineo de guitarras luminosas en perfecta armonía. El quinteto de Nueva Jersey instalado en Brooklyn, que firma democráticamente todas las canciones al unísono a pesar de tener un cantante (acompañado por su guitarra acústica) que lleva su propia carrera en solitario, parte de esa espontaneidad, pero se encuentra con el resultado inevitable de cinco álbumes previos en los que han depurado al máximo su sonido característico. Pop-rock eterno sin más elementos que las melodías, las armonías y las guitarras claras como el agua que buscan un confortable ropaje para una especie de alegre melancolía. Su sonido ya es muy identificable.
“Daniel” juega a contrastar estados anímicos en sus letras, también de línea clara, como un hálito de esperanza permanente para paliar la amenaza de la oscuridad. “The sun is shining through the trees / this haunted world is killing me / The moon talks to me in my sleep / this haunted world is killing me”, canta Courtney mientras unas pocas notas de slide y dos acordes de piano eléctrico proporcionan el confort necesario en “Haunted World”. O en “Market Street”: “Things don’t seem right / Bathed in the sunlight / I feel uptight”. A veces basta con escuchar y dejarse llevar, siempre entre frases sencillas y escuetas. La propia búsqueda de inspiración funciona como conexión con las sensaciones placenteras, no solo en “Water Underground”.
Bálsamo de fácil aplicación e inmediata pero duradera eficacia, “Daniel” coloca al oyente en estado de placidez activa, de estímulo relajado entre estribillos de algodón de calidad extra, como en“Somebody New”, con la dulce voz de Courtney y los arpegios de guitarra reverberante de Julian Lynch, que a veces se colocan en un precioso punto medio entre los Felt de Maurice Deebank y los Feelies más relajados, caso de “Flowers”, y se distribuyen en los dos canales del estéreo ampliando majestuosamente el espectro.
Poco a poco se van descubriendo variantes: la ensoñación acústica de “Interior”, el colchón que aportan los teclados de “Airdrop” o la complejidad por fin abordada al final del álbum, con “You Are Here”. Pero esa inmaculada concepción del planteamiento de Real Estate también puede caer a veces en lo formulario: el bajo y la percusión, demasiado supeditados a seguir la progresión de acordes en su justo lugar, sin salirse del patrón, a pesar de algunos detalles bien escogidos por Sammi Niss, la nueva batería, pueden uniformizar demasiado el primoroso trabajo que es “Daniel”. Que, por cierto, está producido por Daniel Tashian. ∎