Desde que irrumpieron con “Songs Of Praise” (2018) −incluso antes con los singles “Gold Hole” (2016) y “Tasteless” (2017) −, los Shame aportaron frescura, canciones urgentes y una vuelta de tuerca al post-punk. Veía en el quinteto del sur de Londres un potencial tremendo para ir a más, para “petarlo”. Pues resulta que su momento ha llegado con “Cutthroat”, su cuarto álbum: lo bordan. El productor John Congleton (St. Vincent, Angel Olsen, Sharon Van Etten, Bill Callahan, Nilufer Yanya, entre muchos otros) ha resultado ser “mano de santo”. Ha conseguido propulsar y materializar las ideas de la banda en estas superdoce canciones contundentes, robustas, con un concepto central supersólido y una crítica al mundo bastardo, a la idiotez, a la deriva social.
Decía Charlie Steen (voz) que este álbum “trata sobre los cobardes, los cabrones y los hipócritas. Seamos sinceros, hay un montón de ellos ahora mismo”. Y no se corta un pelo a la hora de explicitarlo, con grandes calificativos mediante, en canciones como “Cowards Around”. El primer single de adelanto del álbum, “Cutthroat”, puede que sea la mejor canción que hayan escrito hasta la fecha. Presiden unos riffs apabullantes, y luego gravita la idea de la paradoja −según Steen−, presente en la obra de Oscar Wilde, y la idea de “El abanico de Lady Windermere” (1892): “La vida es demasiado importante para tomársela en serio”.
Las guitarras de Eddie Green y Sean Coyle-Smith suenan espléndidas: sucias cuando lo precisan, melódicas y armónicas cuando toca. La base rítmica que imponen Josh Finerty (bajo) y Charlie Forbes (batería) se expone de manera rotunda. Por ejemplo, la línea de bajo de “Plaster” es fascinante, trayendo a la memoria a bandas de power pop o lo-fi como Weezer o Pavement. Algo que también ocurre en “Packshot”, balada que crece hasta estallar.
Combinan la rotundidad de canciones como “Screwdriver” y “Nothing Better” −ambas impresionantes− con una auténtica canción que rememora el pub rock británico como “Quiet Life”, con aires a Oasis, Kasabian o The Libertines. En “Spartak” “estaba básicamente intentando escribir una canción de Wilco” −reconoce Coyle-Smith−, con su deje de americana y country. La introducción de elementos electrónicos en “After Party” suena brillante, distinta, y atrapa desde ese punto de pop naíf elegantón. También resultan ser dos canciones redondas “To And Fro”, con estribillo adictivo, y “Lampião”, otra canción sugerente con parte de la letra en portugués, envolvente en sus guitarras y elementos con un fade out liberador. Qué cierre más sublime representa “Axis Of Evil” con loops y programaciones, abriendo una senda por la que puede que también quiera transitar el quinteto londinense. En definitiva, este álbum representa la madurez musical de Shame, que amplían registros, abriéndose a otros beats, loops y samples, no queriéndose limitar al post-punk. El resultado es una colección de canciones brillantes, poderosas y hechizantes para el oyente. ∎