Tras su disco de sonido más experimental (“Sometimes, Forever”, de 2022, producido por Daniel Lopatin), Sophie Allison ha optado por mostrar una versión más transparente de su proyecto musical en “Evergreen”. Tocada por una pérdida profunda (sobre la que prefiere no entrar en detalles públicamente, algo que la honra y distingue), no se veía con ánimos de buscar lo rebuscado; prefería la idea de quitar capas a la de superponerlas; encontrar un espacio sónico agradable que pudiera servirle como refugio. Los sintetizadores alucinados y reverbs exagerados de su obra precedente dan paso aquí a guitarras acústicas, cuerdas y flautas, instrumentos a los que, no obstante, a veces trata de aplicar igualmente un toque inquietante, como podría hacer su querida PJ Harvey.
Del brazo, ahora, del productor Ben H. Allen III (Deerhunter, Animal Collective), Allison (se) construye un escondite semiacústico comparable al que Clairo, en otro giro más o menos inesperado, se hizo para “Sling” (2021). Las cuerdas de Raven Bush (Christine & The Queens, Kae Tempest) elevan suavemente “Lost”, apertura ensoñadora pero tristísima sobre las cosas que no se dijeron y ya no se podrán decir, sobre una culpa que ya no se marchará: “Qué descaro / Pedir más y más de ella / Ella daba hasta que no quedaba nada / Si yo lo quería”. “Evergreen” suena suave, pero golpea duro en las letras. El remordimiento baja ligeramente en “M”, reflexión sobre la pérdida con desembocadura en un largo solo de flauta. Seguramente la mejor outro de una canción suya desde aquella tan vibrante (y tan Beatles) de “yellow is the color of her eyes”, del dream pop “color theory” (2020).
Difícil no dejarse arrastrar por la belleza aérea de canciones como “Some Sunny Day”, sobre saber que sí, que puede haber luz al final del túnel; “Changes”, enésima reflexión de Allison sobre la nostalgia, que en su tremenda delicadeza recuerda a The Sundays; o “Abigail”, su canción de amor para un personaje del videojuego de agricultura “Stardew Valley”. Como de costumbre, gran parte del encanto de Soccer Mommy reside en esa voz deliciosamente cansada, como las de Kurt Cobain o Julian Casablancas. Especialmente cansada y deliciosa en “Dreaming Of Falling”, balada angustiada sobre sentirse atrapado en un no lugar existencial, incapaz (claro) de volver atrás o dar un paso adelante.
Sea como sea, el (indie) rock sigue estando entre sus obsesiones y se impone en una “Driver” fácil de imaginar en “Clean” (2018), aunque por entonces no hubiera descubierto las flautas, que también hacen su acto de aparición en esta animada canción de amor: “Iría a cualquier parte contigo”. Cerca del final encontramos otro momento rocker, “Salt In Wound”, con guitarras líquidas estilo The Cure que podrían haber sonado en “Sometimes, Forever”. Tras la más electrónica y oscura “Anchor”, Allison se despide suavemente, como suele hacer, con una “Evergreen” en la que se adivina la influencia melódica de Nirvana. El sueño de los noventa sigue vivo en Soccer Mommy. ∎