Álbum

Stereolab

Instant Holograms On Metal FilmDuophonic UHF Disk-Warp, 2025

Visto con el tiempo, es curioso que una banda aparentemente tan “mutante” como Stereolab resulte tan fácilmente descriptible con cuatro características básicas: uso de sintetizadores y cacharrería analógica –viejos Moog, Vermona, Farfisa, Vox Continental…–, voces femeninas entretejidas como enredaderas abrazando un mismo tronco, una plancha rítmica en general motórika y repetitiva –reichinana incluso– con tendencia a veces espacial –por no decir alienígena–, a veces alucinógena, y una curiosa apertura hacia el easy listening y las músicas de ascensor y de recepción de hotel demodé, ya fuera el pop francés, los ritmos latinos, la bossa nova, el bubblegum pop, la exótica o la música yeyé. Pero si uno atiende uno por uno a los trabajos de su extensa discografía, probablemente en ninguno se encontrará una imagen tan clara de lo anteriormente expuesto, más bien un despliegue constante, y nunca demasiado contrastante, de todas sus peculiaridades, desde el sonido más drone y guitarrero de sus primeros trabajos hasta un álbum pinacular como “Dots And Loops” (1997), el “jazz” con muchas comillas de “Cobra And Phases Group Play Voltage In The Milky Night” (1999) o el estallido melódico de “Sound-Dust” (2001). Hasta ahora. Su nuevo álbum, regreso oportuno a la acción musical –nunca mejor dicho; el valor político se le presupone a su música– tras más de quince años de silencio discográfico, es exactamente todo lo que esperarías de un nuevo disco de Stereolab, para bien y para mal, una especie de resumen de su trayectoria, una compilación formada exclusivamente por nuevas canciones.

El hecho de que falte la voz de Mary Hansen, tan importante en su fusión con la de Laetitia Sadier durante la etapa más gloriosa de Stereolab en la segunda mitad de los noventa, lo invalida en cualquier caso en este sentido, y aunque la banda siempre haya abrazado e incluso acentuado su inherente naturaleza colaborativa y colectiva desde su trágico fallecimiento en 2002, hay una luz en las melodías y en las secciones vocales que es imposible de reproducir. Para tratar de enfocar este aspecto de otro modo, en “Instant Holograms On Metal Film” abren más que nunca el reparto de voces aunque Sadier mantenga el papel protagonista, y sobre todo se asientan en fórmulas “jazzísticas” –de nuevo comillas– para lograr el dinamismo que ya no les permiten los juegos melódicos.

Más cerrado seguramente que nunca en torno a la escena de Chicago, que siempre acogió a los anglofranceses como su satélite más auténtico –Jim O’Rourke y John McEntire estuvieron entre sus colaboradores más destacados–, en su regreso Stereolab acuden a Cooper Crain (Bitchin’ Bajas) para ayudar en la grabación y para añadir sintetizadores, al multinstrumentista Rob Frye (también en Bitchin’ Bajas, y con un interesante trabajo de kosmiche hermanado con Stereolab en su currículum en solitario) y al cornetista Ben LaMar Gay, que brilla especialmente en “If You Remember I Forgot How To Dream Pt. 1”, para reforzar su pulso progresivo y su interés por la repetición desde un lugar que no deja de ser maquinístico, pero que al mismo tiempo es mucho más orgánico. Así lo demuestra un tema como “Flashes From Everywhere”, que termina siendo uno de los que mejor sirven para describir en general el sonido disco, quizá del mismo modo que “Esemplastic Creeping Eruption”, que cambia durante sus seis minutos tanto y tan sutilmente como Stereolab lo hacen a lo largo de su trayectoria.

En esto seguramente tenga mucha importancia la naturaleza de este álbum como resultado de un proceso de reunión para la banda que parte de la sala de ensayo y de tocar en directo: la presencia del batería y percusionista Andy Ramsay es nuclear aquí, y el protagonismo de Tim Gane, sus guitarras y sus sintes, está hermanado con los trabajos menos distorsionados y más limpios de la banda –salvo en “Electrified Teenybop!”, recuerdo a los experimentos de Yellow Magic Orchestra en el campo de la música de videojuegos–; en el otro lado, el teclista Joe Watson y el bajista –valenciano, por cierto– Xavi Muñoz ocupan en los créditos tanta relevancia como lo hacen en la nueva formación en directo de Stereolab, estrenada en su regreso a los escenarios en el Primavera Sound de 2019 y convertida ya en un roster de momento definitivo. Entre todos, sumando además la colaboración del percusionista británico Ric Elsworth, de Marie Merlet –gran amiga y colaboradora de Sadier, compañera de aventuras musicales en Monade– a las armonías vocales y del alemán Holger Zapf –miembro junto a Gane de Cavern Of Anti-Matter–, sacan adelante el que puede ser uno de los esfuerzos más colaborativos de su discografía, encabezado por un sencillo, “Aerial Troubles”, en el que no solo asistimos a unas inusuales voces masculinas armonizando con Sadier y con Merlet que volverán a ser muy importantes en “Le coeur et la force”, también a una signatura típicamente Stereolab, retro, un poco kraut del Imserso –en el buen sentido de la palabra: imagínate poner unas gotitas de LSD en el ponche de una residencia en Benidorm mientras suena pop de los sesenta–, progresivamente adictiva.

La psicodelia, presente siempre en la discografía del también llamado The Groop, aparece aquí de una forma curiosa para ellos, con muchos momentos pastorales y reminiscentes del folk progresivo, y muchas estructuras de canción que parten de ahí, y que desde ese lugar entroncan con el jazz: “Le coeur et la force”, por ejemplo, o “Vermona F Transistor”, aunque en su alma siga desplegándose una pulsión motórika; también la sección central de “Transmuted Matter” o “Immortal Hands”, que arranca como una agridulce letanía de tono político con toques proggy pero en su segunda mitad, tras irrumpir unos bleeps que aparecen de forma recurrente a lo largo del trabajo como una especie de leitmotiv –y que se despliegan inicialmente por todo lo alto en la misteriosa introducción instrumental al disco que supone la alienígena y electrónica “Mystical Plosives”–, el tema se pone el albornoz y se mete de lleno en el balneario entre guitarras derretidas de funk psicodélico y metales bailongos.

Decía antes que el regreso de Stereolab en 2025 era oportuno, y me explico: si las letras de Laetitia Sadier al principio partían sobre todo de teorías derivadas del marxismo como el situacionismo o del surrealismo, fue su rechazo frontal a la guerra de Irak –y la década de tensiones y presiones que condujo a su estallido– lo que la empujó a dotarlas de un contenido que, si bien era políticamente igual de comprometido, también era más explícito. Hoy, en un mundo que vuelve a estar inmerso en guerras desproporcionadas e injustas, que asistimos a un genocidio desde la palma de nuestra mano mientras el poder del dinero sirve para justificarlo todo, y que vivimos asediados por la desinformación, el miedo y una falsa libertad de expresión que ignora la empatía con el otro, las palabras de Sadier en la que es la mejor canción del trabajo, “Melodie Is A Wound” –antes de que el tema se pierda en una fantasía de psicodelia lounge analógica–, son más necesarias que nunca: “Fallida la solicitud de extradición, dinamitada la libertad de conciencia, ¿queda alguna forma de justicia posible o ya la hemos perdido? (...) Cultivan la ignorancia y el odio con el objetivo de manipularnos (...) La economía de la guerra es tan inviolablemente violenta que suprime toda inteligencia que entre en conflicto con las posiciones de aquellos que la controlan”. O la que más me gusta, el resumen perfecto: “Truthfulness has fallen in desuetude”; la traducción sería algo así como “la veracidad, la confianza, ahora es desuetudinaria”. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados