Álbum

The Black Keys

Ohio PlayersEasy Eye Sound-Nonesuch-Warner, 2024

En el fondo, tampoco es su culpa. Doce discos después podría pensarse que algo sí que tienen que ver Dan Auerbach y Patrick Carney en todo esto, pero en realidad el dúo de Akron no es más que un fiel reflejo de los tiempos que corren. El sí pero no, el casi pero tampoco. Discos dúctiles para una época blandita. El laboratorio algorítmico trabajando a destajo para conseguir que la mezcla de rock vintage, rythm’n’blues, soul y blues sea tan perfecta como efectiva. La fórmula de la fórmula, el dar-cera-pulir-cera del rock siglo XXI.

Colabores de postín, el siempre tenaz Beck a los mandos (y, además, facturando doble como coautor de la mitad del repertorio) y el espejo de “I Forgot To Be Your Lover”, gozoso melodrama soul escrito por William Bell y Booker T. Jones en 1968 para confirmar que, si el rey no va desnudo, poco le falta. Vale que a Springsteen tampoco le salió mucho mejor, pero que lo más emocionante del disco sea una versión de un soulman de 84 años ya dice mucho de lo que le sobra y, sobre todo, le falta a este “Ohio Players”.

Auerbach y Carney, quizá les suene, dieron con la tecla en 2011, cuando irrumpieron a lo bestia cabalgado el estribillo de “Lonely Boy” y causaron sensación con “El Camino” (2011), y si algo han hecho desde han entonces ha sido optimizar recursos, rentabilizar hallazgos y purgar casi todas las impurezas que arrastraban desde los días de blues y mugre de “The Big Come Up” (2002) y “Thickfreakness” (2003).

En 2021, es cierto, recuperaron fascinación por el viejo blues, por las raíces esenciales del Mississippi y los sonidos herrumbrosos del Delta, en un “Delta Kream” repleto de versiones de Junior Kimbrough, R.L. Burnside, Big Joe Williams y Mississippi Fred McDowell, pero en “Ohio Players” reina la dispersión y el conformismo. El querer contentar a todo el mundo y acabar chapoteando en la tibieza. Más o menos lo mismo que ocurrió con el anterior “Dropout Boogie” (2022) aunque con (aún) más capas de producción, coros saturados de “woo-oohs” y “ooh-yeahs” y estribillos que no acaban de despegar.

Y sí, “Beautiful People (Stay High)” da el pego con su voluntarioso entusiasmo soul-rock y ese groove adhesivo; “Candy And Her Friends” consigue mantener el interés hasta que empieza a recordar demasiado a Red Hot Chili Peppers, y el barullo eléctrico de “Please Me (Till I’m Satisfied)” podría recordar a aquellos tiempos en los que The Black Keys eran un clavo oxidado bajo un pie desnudo. Pero no. Porque entonces llega “Paper Crown”, todo plástico nuevo y celofán alisado, y uno sospecha que Beck les ha colado algún descarte de la época de “Midnite Vultures” (1999). Peor aún es lo “On The Game”, coescrita con Noel Gallagher y que en el mejor de los casos empataría con la peor balada de Paul McCartney. Borrachera de épica. Empacho de britpop melifluo.

Se diría que, con sus 45 minutazos, sus catorce canciones hechas de chasquidos y guitarra reptantes, e invitados como Lil Noid y Juicy J, “Ohio Players” tiene todo lo que se le puede pedir a un disco de Black Keys. Y, en cierto modo, así es. Porque “Ohio Players” es una bodega “de toda vida” fundada antes de ayer; la lija que todo lo iguala y acaba liquidando el intangible, eso que hace que un disco deje poso y que aquí atraviesa cuerpo y carne sin dejar marca. Es, en fin, Damon Albarn tendiéndole el micro al público de Coachella y llevándose un chasco tremendo al ver que ahí nadie había ido a cantar, sino a posar. ∎

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