Repetición, repetición, repetición. Esta es la fórmula intrínseca de la banda galesa The Bug Club, que sigue funcionando y que se reafirma con su nuevo trabajo, “On The Intricate Inner Workings Of The System”. Sam Willmett (voz/guitarra) y Tilly Harris (voz/bajo) son los compositores principales, acompañados por Dan Matthew (batería). Sus canciones brotan con una frescura irresistible: rápidas, contundentes y con estrofas machaconas. Como un tren imparable, sin filtros y sin frenos, su creatividad prolífica sigue sorprendiendo, una máquina imparable como ya mencionamos aquí: cuentan con un montón de singles y EPs, además de un par de álbumes anteriores bajo el brazo y cientos de conciertos a sus espaldas.
Estamos ante un álbum de carga y descarga que se consume en menos de 30 minutos. Es genuinamente divertido, con aires de improvisación sobre observaciones triviales, pero se distancia del collage sonoro desordenado de The B-52’s, el encanto infantil de artistas como Daniel Johnston o el protagonismo orquestado de Devo. Aquí, los acordes rugen con la potencia de AC/DC o Danko Jones. No es sorprendente que Sub Pop, el icónico sello de Seattle que redefinió el rock moderno con Nirvana, Mudhoney y Soundgarden, haya querido hacerse con ellos. El álbum ha sido producido y mezclado por Tom Rees (Buzzard Buzzard Buzzard) en Rat Trap Studios en Cardiff, Gales, y masterizado por Mikey Young.
Desde el primer tema, “War Movies”, The Bug Club marca el tono con un punk vibrante y una energía brutal. Es como una vuelta de tuerca surrealista a esos largometrajes que nos bombardean por la noche. Luego, con “Quality Pints”, los riffs se desatan aún más, mientras la letra bromea sobre cómo su madre no puede dejar de hablar de las cervezas top que sirven en el bar. Es una canción que encajaría a la perfección en el repertorio de nuestros queridos Camellos.
Más cerca del power pop y el rock de bandas como Weezer, llega una tercera pista algo más melosa, la metacanción “Pop Single”, que proclama “We’ll write a pop single that everyone knows”. Luego viene “Best Looking Strangers In The Cemetery”, una canción que arranca una sonrisa casi instantánea al escucharla, y que Tim Burton habría deseado para algunas escenas de su reciente “Bitelchús Bitelchús”. La diversión delirante continúa con “A Bit Like James Bond”, la cual presumieron de perfeccionar arpegios en su cuenta de Instagram. Nos quedamos con lo glorioso de esta canción, evocando a las mujeres, los casinos y los tuxedos que tanto le gustan a James Bond.
Las conversaciones superficiales se ridiculizan con una primera estrofa “bla, bla, bla” en la pista “We Don’t Care About That”, que concluye más adelante con un “shut up!”. Por otro lado, “Lonsdale Slippers” satiriza con el peor calzado de Gran Bretaña. La esencia de estos dos temas recuerda al ingenio de James Smith y al sonido post-punk de su banda Yard Act. “Better Than Good” destaca por su producción lo-fi y su enfoque en la simplicidad, mientras que las muestras más sensatas las rozamos en “Actual Pain” y “Cold. Hard. Love”. El tema de cierre, que comparte su título con el disco, marca un regreso a lo básico del sonido de la banda y explora cómo la experiencia y el tiempo influyen en la comprensión del sistema, especialmente a los 30 años.
La expresión artística de algunos temas en su obra anterior, “Rare Birds: Hour Of Song” (2023), era más creativa y evidente, pero con este disco todo vuelve a equilibrarse en un garage rock mucho más rotundo, con canciones que demandan períodos de atención cortos, engrasadas con frases brillantes y concebidas para gritar con tus amigos de treinta y tantos en uno de sus cientos conciertos. ∎