Han pasado poco más de cuatro años desde su debut y The Bug Club ya han publicado lo suficiente como para tener su propia caja recopilatoria. En su anterior trabajo, “On The Intricate Inner Workings Of The System” (2024), se dejaron llevar por un sonido más musculoso, garage y directo, como si quisieran demostrar que también podían sonar contundentes pero sin perder su ironía, marca de la casa. Pero “Very Human Features” no es una entrega más. No lo es para el dúo galés –Sam Willmett (guitarra, voz) y Tilly Harris (bajo, voz)–, ni para su fiel batería Dan Matthew. Es el disco donde afinan todo: melodías, estructura, rabia, ternura y, cómo no, ese humor que siempre coquetea con el exceso, pero se detiene justo antes de estropear la emoción. Este sublime y un tanto atípico “Very Human Features” tiene algunos argumentos para finalmente extraer a The Bug Club de la plétora de grupos que flotan en el divino rock ruidoso.
Antes de que suene una nota de las trece canciones que vienen por delante, la portada ya te mete en el juego: rostros desfigurados, dientes, colores que gotean, ojos que no están donde deberían. Y en el fondo, eso es el disco: un catálogo de reacciones humanas deformadas por el ritmo y la distorsión. El viaje arranca con “Full Grown Man”, una apertura inesperadamente melódica y desarmante. Sam y Tilly nos ofrecen una especie de antihimno generacional, que recuerda sutilmente a Pavement en su versión más sentimental y derrotista. Su letra mezcla el absurdo con la vulnerabilidad: “live, laugh, love and all of that”, antes de soltar un “I’m a full grown man, man, I’m giving up” que deja claro el tipo de emoción retorcida que va a atravesar todo este material. Ironía, ternura y ese punto exacto entre el estribillo pop y el colapso emocional.
“Jealous Boy” fue el adelanto más reconocible del disco, y con razón. Ya os hablamos de él aquí. Su single más accesible desde “Intelectuals” en 2022, con estrofa de balada, estribillo con grito contenido y una letra que construye un clima de ternura solo para desmontarlo con un giro ácido cuando ya estás dentro. Una canción que arranca en tono de confesión sentimental y va virando hacia ese lugar incómodo donde el amor y la burla se enredan. Un caramelito melancólico con la guasa en la comisura y el corazón bien visible, colgando de la manga.
A medio camino entre la ironía y la declaración de intenciones, “How To Be A Confidante” es puro Jonathan Richman con pedalera: ritmo marcial, letra absurda y ternura punk. Y “Beep Boop Computers” suena a unos Modern Lovers pasado por el filtro new wave de Devo, todo falsetes imposibles y ritmo de juguete. Una trampa pop de la que no se sale fácil. Puro pegamento melódico, imposible de sacarte de encima. Pero también hay grietas. “Blame Me” es una pista amarga, densa, donde el fuzz sirve para tapar justo lo que no se puede decir del todo. “Blame me / if it helps you sleep”, canta Sam, y el bajo de Tilly se arrastra como si también estuviera rumiando algo que se quedó sin resolver. El humor desaparece por completo durante cuatro minutos, y es justo aquí cuando la banda demuestra que no necesita la risa para ser magnética.
Hay espacio también para la sutileza. “Appropriate Emotions” cierra este capítulo discográfico con una dulzura que no conocíamos. Una canción que parece escrita desde el sofá, con una melodía que se desliza como si los Belle And Sebastian del dos mil hubieran decidido afinar y sonar con un poco más de mala leche. Lo mismo ocurre en “Muck (Very Human Features)”, donde la narración medio hablada y la instrumentación contenida los lleva a un lugar inesperadamente íntimo. Si en algún momento te pierdes entre la bruma existencial del disco, esta canción te agarra del tobillo y te devuelve a la tierra a base de un “muck muck muck” repetido como si fuera un hechizo cutre. ¿Qué significa “muck”? Literalmente, porquería. Es barro, es rutina y es ruido de fondo.
Lo que hace fuerte a este álbum no es que tenga bangers –que los tiene–, ni que sea una evolución –que la es–. Lo potente de “Very Human Features” es que suena como un grupo que ya no tiene nada que demostrar, pero sí muchas ganas de seguir probando. Menos hiperactividad, más intención. Menos broma, más idea. Siguen siendo The Bug Club, sí... y ahora pueden permitirse bajarle el volumen al chiste y que sigas escuchando algo brillante. ∎