La pareja, artística y sentimental, que componen Marie y Lionel Limiñana ha estado muy ocupada los últimos años haciendo bandas sonoras –la mayoría junto al compositor alemán David Menke– y colaborando con otros artistas. Han editado el álbum “De película” (2021), junto a Laurent Garnier, “Boom Boom” (2023), en comandita con su íntimo amigo Pascal Comelade –con quien ya habían compartido “Traité de guitarres triolectiques (a l’usage des portugaises ensablées)” (2015)–, o se han hecho cargo de “Pick Up” (2024), el último trabajo de la venerable Brigitte Fontaine. Con tanto ajetreo, desde su quinto álbum, “Shadow People” (2018), no habían publicado nada a su nombre. Aunque también fueron determinantes en el sonido de “Diabolique” (2019), un álbum de rock psicodélico acreditado al supergrupo L’Épée, integrado por ellos, la cantante y actriz Emmanuelle Seigner y el productor Anton Newcombe.
El nuevo trabajo, “Faded”, tuvo su inspiración inicial en el tema “New Age” de The Velvet Underground, en el que no está claro si Lou Reed se refiere en la letra a Frances Farmer, una actriz desgraciada de Hollywood, o a otros ídolos caídos; en última instancia el disco se convirtió en homenaje a actrices olvidadas, algo que refleja una portada llena de caras femeninas con los rostros en blanco, borrados, desvanecidos en el tiempo. En la voz de la emergente artista británica PENNY, la canción titular muestra un romanticismo decadente, de pop de armonías vocales sixties, a lo The Shangri-Las, con una letra que refleja a la perfección ese sentimiento nostálgico, de pérdida irremediable: “She was made of silver / Golden threads and fibres / Shining bright… But now she’s faded”. Otro momento sensual con voz femenina, en este caso en francés, lo pone Anna Jean de Juniore en “Catherine”, una lánguida chanson pop con arreglos que cuadrarían en una banda sonora pulp tarantinesca. Un mismo hilo cinemático conecta “The Dancer” –que estaba previsto fuese cantada por Iggy Pop y es a la vez un homenaje a su amigo Foulques de Boixo (1975-2023), bailarín y actor que solía actuar con ellos–, aunque en este caso estamos ante algo más electrónico y experimental. Otro instrumental es la inicial “Spirale”, fácilmente imaginable sonando en un ambiente iluminado por lámparas de lava.
Muchos colaboradores los ayudan, como el cantante Rover, de origen uruguayo y asentado en Francia, que pone su voz en “Shout”, dando gravedad a un tema que por un lado tiene una lejana reminiscencia del “Brand New Cadillac” de Vince Taylor y por otro conecta tanto con The Cramps como con el post-punk dramático de The Psychedelic Furs. El encargado de poner charme a “J’adore le monde” es Bertrand Belin, cantante, actor y escritor que recuerda al malogrado Jean-Louis Murat en una canción que aúna el ritmo metronómico del krautrock en primer plano con vaharadas lisérgicas de fondo y el aura del influyente Alan Vega, que también asoma en “Autour de chez moi”, la pieza más larga del disco, una especie de mantra en el que la pareja se van alternando a las voces, medio cantando medio recitando, para hablar de la multiculturalidad en torno a su hogar, hasta hacerse algo redundantes. Es de los pocos momentos autocomplacientes de un trabajo que en formato físico es un álbum doble.
Grabado en su estudio-taller, cerca de Perpiñán, y editado por su propio sello Berreto, fusionan con soltura psicodelia, krautrock, canción francesa, electrónica o bandas sonoras, sonidos orgánicos y sintéticos. Así, el tema “Tu viens Marie?” une una fuerte influencia de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, aderezado con borbotones lisérgicos y las reverberantes enseñanzas del dub. No falta, a modo de cierre, un sentido homenaje a su querida Françoise Hardy en forma de versión yeyé y a la vez triposa de “Où va la chance”, servida por la frágil voz de Silvia Palmerini. Otro cover es el del clásico “Louie Louie”, que ellos transforman en un cruce de caricia french pop y sedante marejada de guitarras narcóticas.
Entre las colaboraciones de relumbrón figuran dos de Jon Spencer; en la primera, “Space Baby”, ejerce de émulo de Suicide, con el indispensable contrapunto de los teclados de Pascal Comelade. Este también aparece, con su piano y órgano, en la otra aportación de Jon Spencer, un “Degenerate Star” más en la onda Blues Explosion, sin dejar de lado la ponzoña de los momentos más garageros de The Limiñanas. Aunque para featuring de campanillas ninguno como el single “Prisoner Of Beauty”, donde es el mismísimo Bobby Gillespie quien se declara fan del dúo de Cabestany, en un tema que no desmerecería en el repertorio de Primal Scream. ∎