Para presentar “Capricorn Sun” (2022), su debut, Teisha Matthews se embarcó en una gira realmente ambiciosa, acompañada de una banda que trataba de alejar su repertorio del club y situarlo de forma sólida en los territorios del live sin perder impacto, pegada, bailabilidad. Por culpa de aquello aprendió a tocar el bajo, se empezó a manejar con la batería. Y quizá entendió que lo que ella prefería era ser artista, más que DJ o productora, y que en ese entorno más colaborativo se encontraba mejor. Su segundo trabajo, “Sad Girl”, va absolutamente en esa línea: está construido fundamentalmente con su propia voz y la de distintos colaboradores, y todas le han servido para recrear, a su manera, algunos de los hits dosmileros con los que se crio escuchando; mantener ella el control de la composición y la producción le da, de alguna forma, la libertad creativa que necesita, además de validarla ante cierto tipo de público más reacio a las mesas de mezclas.
En su revisión nostálgica, no extraña reconocer por tanto trazas de electro (“Girls”), de chill (“Drive”), de euro-house (buena horterada es “Green”), de EDM (“In The Night”), de R&B timbalandiano (“In Bloom”) o de un drum’n’bass atmosférico (“Can’t Dance”). Pero, sobre todo, melodías que pueden recordar a los tiempos más eufóricos de artistas mainstream como Taylor Swift, Lady Gaga o Florence + The Machine, incluso la Charli XCX más contemporánea, que resuenan en temas como “Girls” (con la colaboración vocal de la cantante británica Rose Gray), “Green” o “Sweet Devotion”, que por su parte se encuentra sutilmente en la línea house rítmicamente eufórica y pistera de Peggy Gou.
Esta dirección hit, Y2K, y por lo tanto claramente pop y nostálgica, la separa en cierto modo de los progressive breaks que marcaban “Capricorn Sun”, un trabajo que era fácilmente alineable con Bicep, y en el difícil equilibrio entre mantenerse actualizada y underground (edita Ninja Tune, que no se nos olvide), llegar al big room y servir emoción y euforia, en general, empieza a naufragar “Sad Girl”. Desde el principio la apertura homónima nos hace pensar en Fred again.., con ese spoken word por parte del poeta londinense Dan Whitlam; en el clímax, “Azaleas”, que empieza en balada y se quiere poner experimental hacia el final, termina de confirmarlo: los impulsos por convertir producciones en canciones, junto a la búsqueda fácil de la emoción y un revestimiento alternativo y cool para los temas, son comunes a todas las canciones del segundo álbum de TSHA.
Tampoco ayuda, y aunque sobresalgan “In The Night” (pese a todo tiene un flow Jamie xx, y recuerda algo a una interpretación propia del “You’ve Got The Love”), una “Drive” que recupera el ánimo progresivo o esa “Fight” que se pone en plan Underworld, ácida, ravera y tech-housera, la sensación de batiburrillo general. O esperpentos del nivel de “Take”, interrumpida innecesariamente por arranques de teatralidad. La fuerza que puede coger “Sad Girl” durante sus primeros compases se desinfla rápido y deja el disco en una tierra incierta: sin llegar a ser lo suficientemente pop, ni lo suficientemente house, ni lo suficientemente progresivo, ni lo suficientemente interesante… y ni siquiera lo suficientemente electrónico. ∎