La que más brilla.
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Soleá Morente

El camino de las estrellas

Fotos: Alfredo Arias

23.09.2025

“Sirio B” es el nuevo disco de Soleá Morente, que toma su nombre de la estrella más brillante del cielo para trazar un camino espiritual que transita entre el flamenco, el jungle y el pop futurista. Producido por Guille Milkyway (La Casa Azul), el álbum fusiona su legado familiar con nuevos lenguajes como el rap y el house, creando un universo donde lo místico, lo familiar y lo contemporáneo se entrelazan.

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eredera de una de las sagas más influyentes del flamenco, pero también voz propia que ha sabido escapar del peso de su apellido, Soleá Morente lleva más de una década trazando un camino artístico tan poco ortodoxo como revelador. Desde “Tendrá que haber un camino” (El Volcán Música-Octubre-Sony, 2015), su primer disco en solitario tras trabajar a medias con Los Evangelistas, ha transitado entre el flamenco, el pop y la música alternativa, orbitando entre muchos núcleos pero sin ser absorbida por la gravedad de ninguno. Ahora regresa con “Sirio B” (Elefant, 2025), un disco concebido junto a Guille Milkyway (La Casa Azul) donde la tradición y la modernidad no se enfrentan, sino que se entrelazan hasta fundirse.

La chispa de esta colaboración nació de manera casi accidental, aunque la madrileña llevaba mucho tiempo buscándola. En 2021, el programa de televisión ‘Cachitos’ les propuso versionar “No pensar en ti”, de Raffaella Carrà, y ahí se produjo el primer cruce: Soleá, que había crecido escuchando a La Casa Azul, reconoció en Guille Milkyway esa mezcla de tradición popular y pop futurista que siempre había deseado explorar. Lo que empezó como un juego se transformó en una alianza artística de largo recorrido: la intuición y el lirismo de Soleá encontraron en la precisión melódica y el imaginario pop de La Casa Azul un espejo con más puntos en común de los que cabría imaginar.

Así, el álbum, que toma el nombre de la estrella más brillante del cielo, es un viaje cósmico en el que, a lo largo de sus catorce canciones, Soleá se mide con su identidad flamenca (la voz de su padre, Enrique Morente, aparece de manera conmovedora en “Mercurio y seda”, y también colaboran en el disco su madre, Aurora Carbonell, y su hermano Kiki Morente) al tiempo que se abre a lenguajes inéditos en su trayectoria, como el rap, el house o las estructuras cercanas al drum’n’bass. “Sirio B” es un conjuro que mezcla lo terrenal con diferentes tradiciones místicas: lo sagrado con lo profano y las vírgenes con la hechicería.

En este nuevo trabajo, Morente conjuga flamenco y jungle, canción popular y electrónica, pop cósmico y memoria familiar… Todo cabe en un universo donde lo autobiográfico nunca había tenido más que ver con su contexto. Soleá, criada en el Albaicín, es la encarnación de Granada como epicentro musical: cuna del flamenco, del indie y de la cultura rave, la ciudad también es un retorno constante en su imaginario. “Sirio B” es un álbum que confirma a Soleá como una creadora capaz de transitar por otros mundos sin perder de vista el suyo. Este jueves, 25 de septiembre, estará firmando discos y hará un showcase en la tienda Marilians, de Madrid. En noviembre, presentará el álbum en directo en Granada (22) y Reus (29). En diciembre lo hará en A Coruña (13). Y el próximo mes de abril tocará en Madrid (23).

Estrella por derecho.
Estrella por derecho.

¡Por fin sale “Sirio B”! Llevamos muchos años escuchando hablar de este proyecto.

El disco es muy especial por muchas cosas. Tiene algo mágico, algo de conjuro, y hasta en la manera en la que se ha llevado a cabo también está esa sensación, ¿no? Se ha dilatado un poco en el tiempo porque Guille estaba con su carrera a tope, yo con la mía, él en San Cugat, yo en Granada… Nunca nos hemos sentido presionados por el tiempo, queríamos darle su sitio a la intuición y no ahogarla con los timings. Hemos ido al compás del universo.

De hecho, Sirio B es la estrella conocida que más brilla. ¿Cuánto ocupa toda esta cosmología en tu nuevo trabajo?

Ha resultado ser, metafóricamente hablando y también emocionalmente hablando, un viaje interestelar. Tengo la sensación de haber viajado a otro lugar, fuera de la Tierra. La simbología de las estrellas está muy presente no solo en el título, sino en todas las canciones. La estrella es símbolo de guía, esperanza y augurio, y también representa esa necesidad de viajar a otro lugar para ver si se encuentra algo diferente a lo que tenemos aquí, que a veces no es lo que queremos del todo. Hemos ido por esa imaginería de lo cósmico, lo espiritual, lo místico.

¿Cuánto de mística eres tú en tu vida diaria?

Me llama mucho la atención el alma y todo lo que tenga que ver con el espíritu. Además, la madurez me está acercando a lo espiritual. Obviamente necesito ser práctica y tener los pies en la tierra, pero sí que estoy en un momento de búsqueda. Esa búsqueda es dentro de mí y también en las nubes. Ahora he terminado de leer “Nubosidad variable” (1992), de Carmen Martín Gaite, y me pasó algo muy curioso con ese libro.

¿Qué te pasó?

Yo estaba en Barcelona, en un hotel, después de un bolo. Era un hotel enorme, lujosísimo, de estos que tienen bibliotecas tremendas, pero parece que los libros nadie los coge. Pedí el desayuno, la chica no me echaba cuenta y me tenía que ir. Un café; nada, imposible. Me acerqué a la biblioteca y cogí “Nubosidad variable”. Vi unas señales que me interesaban muchísimo, y nada, no me atendían, y cuando me di cuenta estaba en el taxi y me había llevado la novela... sin querer, claro. Iba a volver para devolverla y tal, pero luego pensé que esto era una señal del universo. Nunca he cogido nada de nadie, soy incapaz de hacer eso, pero sí creo en las lucecitas que se van encendiendo a lo largo del camino y sobre todo en la intuición. La intuición determina mi inspiración.


“Este disco ha resultado ser, metafóricamente hablando y también emocionalmente hablando, un viaje interestelar. Tengo la sensación de haber viajado a otro lugar, fuera de la Tierra. La simbología de las estrellas está muy presente no solo en el título, sino en todas las canciones”



¿Qué aprendiste de ese libro?

La escritura como patria personal donde puedes expresarte, crear tus personajes, tus alter egos, y también el hecho de aceptar que la vida está en las nubes y que las nubes varían, y esa idea de la vida como el espejo añico, que tienes que ir reconstruyéndola.

¿Y, en el disco, donde puede encontrarse esa filosofía?

Pues mira, es que “Nubosidad variable” la he leído este verano, y ya había terminado de escribir el disco. Durante la composición estaba leyendo “Hamlet” (1603) y me impresionó muchísimo que para Shakespeare también tiene mucha importancia todo el tema de las estrellas. Cuando estaba leyendo el momento en el que Hamlet llora la muerte de su padre, me contagié y me inspiré para escribir “Mi cura”, en la que digo “pienso mucho en mi padre, en las trampas de este mundo, me doy golpes en el pecho, cuando no vienes y está oscuro, le temo a la locura, me ofendo por tonterías…”.

Bueno, es que todo lo que comentas, de la intuición y la mística, también tiene esa contraparte oscura…

Sí, por supuesto. Y en el disco está esa parte oscura también. A partir de “Mercurio y seda”, por ejemplo, ocurrió algo que me encanta, pero literalmente me da miedo. O sea, es como, ostras, ¿qué estoy haciendo? Porque empecé a cantar una seguiriya que se llama “Mírame”, que está en el disco “Despegando” (1978) de mi padre. La estaba lanzando en el estudio mientras Guille estaba preparando la sesión, no sabíamos muy bien por dónde íbamos a tirar y me dijo “sigue cantando”. Él me acompañó con una nota pedal en el piano, cogió esa seguiriya y le dio la vuelta, empezó a poner la grabación del revés. En ese momento, creamos un lenguaje nuevo, porque yo estaba cantando “mírame a los ojos”, pero ese “a los” al revés es “sola”. Por eso se repite mucho esa palabra y es como si hubiésemos invocado al más allá. Eso te da miedo y te pone en una posición de riesgo, de incertidumbre y de vértigo.

En “Mercurio y seda”, además, colaboras con tu padre…

Sí. Cuando la estábamos haciendo, dejamos libres los trozos de la voz de mi padre y no teníamos claro qué colaboración iba a ser. Bueno, me fui al hotel y, cuando volví al día siguiente, Guille había hecho esto con la voz de mi padre. Entonces es como, guau, quiero creer en la magia, quiero creer en esa parte de que todo es posible.

Nutritivos desvíos flamencos.
Nutritivos desvíos flamencos.

En el disco conviven referencias religiosas tradicionales con elementos más esotéricos, como esos audios al revés o esa colaboración con tu padre, que rozan casi la brujería. ¿Te has planteado cuántos tipos de fe habitan el álbum y cómo convives con ellos?

Es verdad. Yo soy una persona muy dual, y me gusta ver mis canciones como criaturas que son mitad diosas, mitad mujer humana. Y me inspiro en la simbología de lo sagrado para expresar esa necesidad de conexión, de respuestas que aquí no encuentro. Por ejemplo, en “Gitana María” esto está muy claro. Las estrofas son más terrenales y el estribillo es una salve. Es una salve en la que yo a veces cuando estoy en el directo sí tengo esta especie de miedo cuando veo a todo el mundo invocar a la virgen María. Para mí no es opuesto, porque creo en lo sagrado, pero creo en lo laico, y me gusta unir las dos visiones.

Hoy lo místico parece perder terreno frente a un mundo cada vez más transparente y terrenal, donde incluso el proceso creativo se expone en redes. En ese contexto, ¿cómo vives el hecho de introducir referencias mágicas en un género que, ahora que has producido con Guille algo más “tontipop”, suele asociarse a lo naíf y lo concreto?

Sí, bueno, pues yo creo que ahí está el punto donde hemos coincidido los dos, eso es lo que me interesaba también. Guille tiene una manera de componer muy marcada, que parece naíf pero no lo es, lo que pasa es que lo dice de una manera que te entra muy bien y es bailable. Quería experimentar esa personalidad de La Casa Azul con los flamencos, que están mucho más unidos a lo sagrado y a toda esta simbología religiosa, y ver qué ocurría. Podíamos haber chocado y no habernos entendido, pero es que yo soy muy así. Yo de pequeña escuchaba a La Casa Azul y a La Niña de los Peines, ¿sabes?


“Yo soy una persona muy dual, y me gusta ver mis canciones como criaturas que son mitad diosas, mitad mujer humana. Y me inspiro en la simbología de lo sagrado para expresar esa necesidad de conexión, de respuestas que aquí no encuentro”



¿Y qué es lo que has aprendido al llevarlo a la práctica?

Por ejemplo, con “Gitana María”… estaba en Granada un Miércoles Santo, que era el día del Cristo de los Gitanos. Ya había comenzado a trabajar con Guille y estaba aprendiendo un montón de la cultura rave, sobre Jamaica, Reino Unido… Pensaba en cómo podía llevarme todas estas influencias a lo que yo sé. Ese día estaba en el Sacromonte viendo la procesión de los gitanos, cómo bailaban al Cristo del Consuelo y a la Virgen de los Gitanos. Los propios gitanos en el Sacromonte estaban con hogueras, cantando esa salve que luego se ha convertido en el estribillo de mi canción… y pensé que eso era también una rave, como las del breakbeat, las de Reino Unido. No está tan distante.

En tu disco hay ecos de jungle y drum’n’bass, géneros ligados en Londres a identidades disidentes, un poco como lo que representa el flamenco aquí: una música del pueblo, perseguida y anticonvencional. Sin embargo, parece que tendemos a valorar más esas contraculturas extranjeras que la nuestra. ¿Por qué crees que pasa eso?

Lo tenemos tan cerca que no valoramos lo que tenemos. Por ejemplo, la canción “Azalea” es una metáfora de esto. Que siempre nos fijamos en lo que tiene el otro y no en lo que tenemos en casa. También está bien porque te hace salir del lugar común, pero, ojo, el flamenco es una parte de nuestra cultura muy potente y representa una parte fundamental de la sociedad. Aunque cada vez se está acercando más a la gente, y se está pudiendo experimentar con él en otros géneros.

“Azalea”. Vídeo dirigido por Camino López y Alba Guni.

En tu disco fusionas el flamenco con géneros muy diversos, y en “Soleá del mar” llegas incluso a rapear. Eso me recuerda a aquella escena que justo surgió en Granada, no sé si “rap”, “trap” o lo que sea…

Yo le doy muchísimo valor a esa escena porque todas las vías que se abran hacia el flamenco son positivas. Granada fue cuna del trap y también del flamenco. La “Soleá del mar” es una soleá con Auto-Tune en contra de cómo funciona el sistema. Siendo una crítica a la sociedad, tenía que cantarlo desde ese registro. Yo nunca lo había hecho, pero Guille me animó y tiene que haber una primera vez para rapear. Lo que más me fascina de esa canción es utilizar mi voz como instrumento más que como algo virtuoso: una herramienta camaleónica para poder experimentar sensaciones.

¿Cómo encontraste todos los registros que tiene tu álbum? Porque hay indie, pop, jungle, house, breakbeat…

Natural, fue algo muy intuitivo. Por ejemplo, en “Ensoñación nº 9” tenía tres acordes superindies inspirados en una colombiana de Juanito Valderrama. Se la canté a Guille y le moló, y se la llevó al terreno de Esquivel: un poco bachata, un poco música orquestal psicodélica. También tenemos la rumba “No likes”, que es una rumba muy madrileña, muy de Los Chichos. En cada canción íbamos compartiendo influencias y se iba creando una atmósfera sin pararnos a pensar en añadir ingredientes premeditadamente, sino más bien escuchando mucha música. Tengo una playlist de casi cuatro horas que va desde Bach hasta Bb trickz, Skrillex, New Order, Daft Punk…


“En cada canción íbamos compartiendo influencias y se iba creando una atmósfera sin pararnos a pensar en añadir ingredientes premeditadamente, sino más bien escuchando mucha música. Tengo una playlist de casi cuatro horas que va desde Bach hasta Bb trickz, Skrillex, New Order, Daft Punk…”



¿Cómo conociste a Guille y cómo empezasteis a trabajar juntos?

Nos damos cuenta de que tenemos que hacer un disco a raíz de la versión que nos encargan para ‘Cachitos’ de “No pensar en ti”, de Raffaella Carrà. Vimos que teníamos muchas cosas en común… Al principio nos unieron la rumba y Raffaella. Yo desde muy jovencita he sido fan de La Casa Azul y recuerdo un viaje en el coche con mis padres, Granada-Madrid. Mi padre no quería que llevásemos los cascos en el coche, pero a escondidas los llevaba… y recuerdo escuchar “Yo también” y me flipó. Me quité los cascos corriendo y le dije “mira, papa, escucha esto, es como los Amaya pero futurista”. Le dije que me encantaría algún día hacer algo así, pero yo no pensaba jamás que la vida me iba a dar esta oportunidad de poder trabajar con Guille.

¿Cómo decidisteis qué canciones iban a ser colaboraciones y cuáles no?

Yo quería que Guille cantara conmigo siempre, me lo paso mucho mejor cantando con él. Pero en “Ahora o nunca” teníamos claro que tenía que ser un encuentro de dos personas que quieren vivir el presente. En “Vamos a olvidar” fue un poco igual: tenía sentido que cantáramos juntos porque éramos dos amigos que nos juntábamos para brindar por lo que viene y lo que se ha ido.

Escuchando “Sirio B” parece que logras reunir todas las Granadas en un solo proyecto: la cuna del flamenco, la del indie… Además participan tu madre y tu hermano, y también está La Casa Azul, que ha sido fundamental en tu crecimiento musical. ¿Cómo encuentras tu identidad dentro de tanta mezcla?

Es algo que, como muy bien explicas, llevo de manera muy natural. Yo vengo del flamenco, pero mi carrera como solista empieza en el indie. La genética flamenca va en mí de manera intrínseca, pero en el indie encuentro una manera diferente de expresarme, sin ser una grandísima cantante. Aquí no se me exige, no se me presiona por ningún lado y puedo hacer canciones de una manera muy sencilla, buscando la emoción, la emoción en el mensaje. Cuando conozco el indie descubro una vía en la que se simplifica la ecuación, y eso para mí es un antes y un después. La vía indie y la flamenca son mi mano izquierda y mi mano derecha. Granada es una ciudad absolutamente lorquiana, morentiana, y también tiene a Los Planetas y a Lagartija Nick. Y todo eso está en mi identidad. ∎

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