Canción del día

Robert Forster

Strawberries2025
En forma. Foto: Stephen Booth
En forma. Foto: Stephen Booth

Cuestionado hace muchos años por la razón de que sus discos tardaran tanto en salir, Robert Forster contestó que solo era capaz de escribir tres o cuatro canciones decentes al año. El cálculo es fácil: si un álbum tiene diez temas, se requieren tres o cuatro años para completarlo. The Go-Betweens eran más rápidos, claro que por aquel entonces alternaba la composición con Grant McLennan (1958-2006). Pues bien, rompiendo sus propios esquemas editoriales, Forster regresa después de “The Candle And The Flame” (2023) con su noveno disco largo. Saldrá en Tapete, el mismo sello alemán con sede en Hamburgo que es santuario de viejas glorias del indie pop de los ochenta como Lloyd Cole, Pete Astor –este viernes saca su primer álbum como The Loft–, Louis Philippe –que tiene otro listo para el mes de mayo con su banda The Night Mail– o nuestro protagonista de hoy. “Strawberries” también será el título del disco, previsto para el próximo 23 de mayo, por ahora solo disponible en preorder como descarga y con tan solo ocho canciones nuevas que, en realidad, no rompen tanto la media del autor.

“Strawberries”, la canción, surge de una anécdota familiar cuando algún ratoncillo –u otro tipo de espécimen austral en extinción– hace desaparecer un sabroso bol de fresas que se erige por arte de magia en el sentido de la vida: “Someone ate all the strawberries, someone could’ve been me; they tasted out of the ordinary, what can ordinary be”. Otra sección –“It took time to recover back from the edge of the knife, there are many ways to discover the road back out of the night– recuerda que hubo momentos difíciles –incluso vitales– sellados en temas urgentes como “She’s A Fighter”, perteneciente al disco anterior. Pero ahora toca disipar los nubarrones y celebrar las cosas pequeñas. Maestro en el arte de expresar emociones complejas con una simple canción de tres minutos rebosante de gancho melódico, Forster vuelve a triunfar. Solo le han hecho falta un par de guitarras y redobles, arreglos de viento Nueva Orleans o la combinación de su inconfundible voz con la de una bávara llamada Karin Bäumler que también sabe tocar instrumentos como el violín y que además es su mujer.

No es la primera vez que trabajan juntos, lo hacen al menos desde “Songs To Play” (2015). En esta ocasión Forster se decide por un dueto con esquema propuesta-respuesta que recuerda a los clásicos de Lee Hazlewood con sus hermosas acompañantes, solo que ahora un fruto rojo sustituye al tinto de verano –aunque en “Summer Wine” (1968), Nancy Sinatra cantaba: “Strawberries, cherries and an angel’s kiss in spring”–. Nadie va a negar el poder afrodisíaco de un manjar como la fresa y, a pesar del rocanroleo doméstico del siempre cimbreante Forster, o del piquito que se dan al final del videoclip que han grabado en la cocina de su hogar en Brisbane, el matrimonio austro-germano achica la libido en público. Poco hay más íntimo en un hogar que el sitio donde preparas la comida, lugar que ya apareció en el clip de “Tender Years” –segundo single digital del álbum anterior–, solo que en vez de preparar cereales, un Forster primorosamente delgado escancia limón exprimido en dos saludables vasos de agua mientras comparte sintonía con su adorable mujer, que parece perdonarle por haber sido un egoísta con las fresas. Y colorín colorado, el cuento no ha acabado. ∎

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