Dellafuente está de celebración: cumple diez años en la industria de la música y “Torii Yama”, su nuevo álbum, publicado el pasado viernes 14 de junio, es una especie de autorregalo. Torii es la puerta tradicional japonesa que se encuentra –por regla general– a la entrada de los santuarios sintoístas, mientras que “yama” significa montaña en japonés –y en la música española ya hizo su aparición estelar en esa coplilla que Amaia cantaba en 2022–. Como homenaje a su propia trayectoria, el disco también es una oda hacia el pasado –y, sobre todo, el futuro– de su escena y, pese a los ornamentos nipones tan innecesariamente de moda en la escena nacional, el sur –y Andalucía en particular– prevalece sobre cualquier otro concepto importado.
“Romero santo” es una rumba reguetonizada, o un reguetón rumbero. Se trata de una colaboración con Judeline, por lo que uno de los puntos clave de la composición es el amor hacia su tierra: reivindicarla en conjunción con el éxito, la fama y otros tópicos urbanos. “Llamo a los peces gordos, les doy de comer. Que yo quisiera ser leyenda en vida, y ponerles en el mapa Andalucía”, canta la gaditana en su estrofa. En una de las muchas alegorías religiosas del disco –en el propio tema se menciona a Buda, Alá y Jesucristo–, Pablo y Lara purifican la industria, o la parte que a ellos les atañe, a través del romero, esa planta que actúa como limpiadora espiritual en la cultura sureña provocando que “salga lo malo y entre lo bueno”.
Así, el padre de la fusión suburbana-andalusí se disfraza de sacerdote animista para ceder el relevo. Enoc es el chamán que permite entrar a los nuevos candidatos a esa colina ascendente que es el éxito: en el álbum también colaboran AMORE y Lia Kali, que junto a Judeline hacen sonar ese rumor de nuevas voces que lo-van-a-petar. Y Dellafuente, en “Romero santo”, parece entregarle las llaves de la ciudad a su discípula. ∎