La actualidad se despereza con la misma cadencia premiosa de cada inicio de año: escasas novedades de fuste (aunque esto es algo que ya hace tiempo puede poner en solfa cualquier gran estrella que se pase por el arco del triunfo los más elementales requerimientos de la industria, desde Beyoncé a The Weeknd, pasando por Radiohead o Miley Cyrus) mientras mantenemos la respiración y cruzamos los dedos en el empeño de que este 2022 nos procure no solo la oferta discográfica prometida (si fuera como la del año que recién terminó, sería para darse con un canto en los dientes), sino también, y especialmente, esos directos que 2021 y 2020 nos negaron. La agenda rebosa, con la incógnita de si el nuevo maná dará para todos. Público y promotores. Eso sí, ojalá alguien se anime a traer hasta aquí el “The Wild Hearts Tour”, la gira conjunta de Angel Olsen, Julien Baker y Sharon Van Etten. De momento, tienen fechas para julio y agosto en Estados Unidos. O que podamos también volver a tener a Billie Eilish y a su hermano Finneas, ahora que su reciente premio en los Globos de Oro –mejor canción original por la jamesbondiana “No Time To Die”– nos recuerda su combinación de crédito artístico y penetración comercial.
Mientras tanto, quien no pierde ocasión para posicionar cualquier producto suyo es Kanye West. En eso, no hay quien le gane. Todos sabemos que vivió tiempos mucho mejores, pero también que su don de la oportunidad no marchita. Aprovechó la reciente transmisión de la final del campeonato universitario de fútbol americano (la NCAA) para estrenar el videoclip de “Heaven And Hell”, el último despiece de un “Donda” (2021) que, sin siquiera acercarse a sus anteriores cimas, al menos le sirvió para marcar un innegable repunte y ganar por goleada la partida a su némesis en esa larga historia de rivalidades y beefs que jalona el gran relato del hip hop: Drake.
El videoclip de la canción está francamente bien, y su publicación coincide con la emisión del primer tráiler de lo que será “Jeen-Yuhs”, un documental que resume los últimos veinte años de su vida (es decir, su carrera completa), y que estrena Netflix el 16 de febrero. Porque él lo vale, y además ni siquiera lo duda. Faltaría.
Aunque si hablamos de espíritus mecidos al calor del gospel, pocos más vigentes que el de Nina Simone. Si era Nacho Vegas quien hace muy poco le guiñaba algo más que un ojo en la letra de la jovial y ácida “Big Crunch”, último avance de su inminente (llega este viernes 14 de enero) “Mundo inmóviles derrumbándose”, es ahora Warren Ellis quien es noticia gracias a la traducción al castellano de un libro de título llamativo: “El chicle de Nina Simone” verá la luz en menos de dos semanas a través de la editorial Alpha Decay. Se trata de la autobiografía del actual lugarteniente de Nick Cave y líder de The Dirty Three. El chicle, que es el que mascaba Simone durante su pase en el Meltdown londinense de 1999 y que el australiano se quedó de recuerdo, no es más que su particular magdalena proustiana para rebuscar en una vida dedicada a la creación y a su desglose a través de objetos que podrían ser los de un coleccionista obsesivo.