En “Alpha” (2025; se estrena hoy), la nueva propuesta de Julia Ducournau, una aguja une los destinos de Alpha (Mélissa Boros) y Amin (Tahar Rahim). Así nos lo presenta la francesa en un prólogo de indudable fuerza cinematográfica que golpea al ritmo de la narcótica “Roads”, de Portishead, mientras los agujeros de la piel de uno acaban ligados en la piel de la otra mediante una tinta indeleble, metáfora de una enfermedad infecciosa que ha transformado el mundo en un desierto de cuerpos-estatuas, tan frágiles que se desintegran con el golpe del viento.
Como sucedía en “Crudo” (2016) y “Titane” (2021), Ducournau utiliza en “Alpha” los resortes del body horror para ahondar en nuestros miedos sociales. Ahora, a diferencia de esos precedentes, la cineasta ha optado en esta ocasión por una historia de tintes más profundos con la que reflexionar sobre lo que verdaderamente somos cuando el cuerpo se degrada. Esto es: materia en descomposición y un cúmulo de afectos desordenados y heridos. Un vendaval que se encamina hacia el vacío.
Es de recibo, así pues, que “Alpha” sea más un melodrama familiar que un experimento de género. O al menos en su superficie. Cuando Alpha se presenta en casa con un tatuaje de una letra A en el brazo, su madre (Golshifteh Farahani), enfermera, se alertará pensando que su hija adolescente se ha infectado de ese virus que lo destroza todo. La tensión entre la madre y la hija explota cuando Amin, drogodependiente, reaparece en sus vidas. Y Ducournau es, en este sentido, generosa en psicodrama; una decisión de guion que, en verdad, no le sienta demasiado bien a la fluidez del relato.
No obstante, el desequilibrio tonal y el desajuste entre el verbo y la imagen no son óbice para dejar de reseñar la preocupación y el compromiso de la cineasta con el material que tiene entre manos. Lo que se esconde detrás del griterío no solo es una mirada frontal a la enfermedad, con todo lo que eso implica, sino también a nuestras miserias en los momentos más duros de la peste. La paranoia, el egoísmo y la ley del más fuerte sobre el débil.
De este modo, si “Crudo” y “Titane” remitían al David Cronenberg de la “nueva carne” ochentera, “Alpha” parece ejercer de comparsa de las últimas cintas del canadiense, de “Crímenes del futuro” (2022) a “Los sudarios” (2024), en las que la narración se regodea en la idea del cuerpo en descomposición y en la muerte.
Tanto la de Ducournau como la de Cronenberg son dos visiones del mundo pos-COVID francamente interesantes. Repletas de fantasmas, ecos de un mundo pasado que jamás regresará, sus películas ejercen de memento mori en toda regla recordándonos, por una parte, que la historia no es más que continuum de epidemias que han diezmado física y moralmente al ser humano, y que tan solo la honda empatía puede ayudarnos a superar el duelo. ∎