‘Disco Pogo’ es el nombre con el que Paul Benney y John Burgess, antiguos directores de la revista de música electrónica ‘Jockey Slut’ –activa entre 1993 y 2004–, bautizaron a su nuevo proyecto en probable referencia a los protagonistas del primer libro de tributo publicado desde su lanzamiento en 2022 –pogo es el baile punk por antonomasia–. “Daft Punk. We Were The Robots. Un homenaje de Disco Pogo” (“Daft Punk. We Were The Robots. A Disco Pogo Tribute”, 2023; Contra, 2025; traducción de Javier Blánquez) fue precedido por “Andrew Weatherall. A Jockey Slut Tribute” en 2020 y, ya con ‘Disco Pogo’ en marcha, los libros-homenaje dedicados a Aphex Twin (2024) y a LCD Soundsystem (2025).
Tras la separación en 2021 de Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo –nombre digno de una novela de Alejandro Dumas– tras 28 de carrera, apareció el libro “Daft Punk’s Discovery: The Future Unfurled” (Velocity Press, 2021), de BEN CARDEW, colaborador ocasional de Rockdelux, cuyo protagonismo en el presente homenaje se antoja esencial al menos por dos textos: “Sample It Loop It Fuck It Eat It”, sobre el papel de la técnica del sampleo en Daft Punk, y “One More Time?”, la excelente recapitulación de la carrera del dúo galo. Estos escritos se suman al resto de ensayos nuevos entre los que también destacan los suscritos por JIM BUTLER –editor de ‘Disco Pogo’– o “La revolución del french touch”, de KATE HUTCHINSON, y a la recopilación de un ingente material de archivo admirablemente ordenado en esta edición con preponderancia del existente en los archivos de ‘Jockey Slut’, la primera revista que tuvo el honor de entrevistar a aquel dúo de adolescentes en la primavera de 1994.
El libro no deja aspectos por tratar sobre la vida de la banda. Aborda el origen de su nombre, la reseña de los álbumes, los proyectos paralelos o sus directos, como el revolucionario concierto de Coachella en 2006. También el papel del padre de Thomas (Daniel Vangarde), de los fans y de su mánager entre 1996 y 2008, Pedro Winter, conocido como “Mr. No” por la cantidad de veces que rechazó los cantos de sirena –remezclas y conciertos– que la industria lanzaba a sus dos representados, más que dos robots, dos monjes sin sotana, con respuestas tan desternillantes como “Daft Punk son productores. Tocar en directo es de fracasados. Daft Punk no son unos fracasados”. Se habla aquí, además, de su íntima relación con los vídeos, el cine y resto de aspectos visuales tan importantes en el itinerario de Daft Punk, incluida la elaboración de sus claustrofóbicos yelmos por el diseñador Tony Gardner y las numerosas fotografías, esquemas, diagramas y memorabilia que ilustran un libro-festín maquetado a todo color con textos a dos columnas y ni una sola errata que empañe su festiva lectura.
A pesar de toda esta exposición póstuma de Daft Punk –Cardew revela que hay más tomos al caer sobre la banda–, Bangalter y Homem-Christo siguen siendo un misterio. En alguna parte del libro se lee que al primero se le escuchó un día interpretar al piano un preludio de Bach, pero los procedimientos y motivos específicos de estos viejos teenagers de Montmartre son parte del enigma. Era una de las claves de su éxito, no soltar más prenda de la necesaria, junto a otras como ir a su propio ritmo, una búsqueda permanente, la obsesión milimétrica por no repetirse o preservar la más absoluta independencia y libertad creativa siempre dentro de una multinacional (este fue otro de los tópicos que deshicieron). Cómo dos niñatos pijos –al menos Thomas– de París consiguieron que el hip hop norteamericano acabara sampleando sus temas –hasta cuatro cortes en “Yeezus” (2013), de Kanye West–, algo que ni ellos mismos se explican del todo. Un viaje mitificado de ida y vuelta, como el de Ulises, donde lo importante no era Ítaca sino el camino recorrido. Por su retrofuturismo, talento y control absoluto, Daft Punk fueron comparados con Kraftwerk, pero a diferencia de aquellos nunca quisieron entregar un “Electric Cafe” (1986). ¿Quién dijo que lo perfecto era enemigo de lo bueno? ∎