Han sido unos años moviditos para Jayda G, que no ha parado literalmente de participar en proyectos artísticos de todo corte, de hacer remixes y de pinchar por todo el mundo convirtiéndose en una de las grandes abanderadas del house y la Hi-NRG a nivel mundial. Desde “Significant Changes”, su disco de debut en 2019, y con la pandemia, llegaron exitazos inesperados como “Both Of Us”, remixes para el “Future Nostalgia” (2020) de Dua Lipa, un encargo de la serie DJ-Kicks (2021) o una colaboración con Aluna, “Mine O’ Mine”. Y todos los grandes clubes del mundo han reclamado su presencia, pero también los festivales más selectos, Glastonbury, Coachella, Primavera Sound o Sónar incluidos.
En medio de toda esta vorágine, la canadiense radicada en Londres ha ido dando forma a un trabajo que le sirve para dar un paso al frente y ocupar el centro del espacio artístico. Inspirado en su padre, William Richard Guy –de quien toma el apellido, como ella–, “Guy” narra su experiencia vital como hombre afroamericano –y DJ– en Norteamérica, y conecta así con el pasado de Jayda y con sus propias vivencias, adquiriendo una dimensión universal extrapolable a la cultura negra en general pero también a cualquier cultura, pueblo o grupo social oprimido. A través de cortes de voz de archivo que guarda de él, que sirven para conducir la narración de la historia, la productora aprovecha para abrirse vocalmente como nunca antes, poniendo en primer plano su capacidad como escritora de canciones pop. Una idea capturada excepcionalmente en la portada, con Jayda con el agua hasta el cuello pareciendo decir, con mirada desafiante, “me lo habéis –nos lo habéis– puesto difícil, pero aquí estoy –aquí estamos–”. Conceptos como “personal” y “pop” se leen entre las líneas de los créditos; de hecho, acaparando la propia Jayda y el británico Jack Peñate –asociado a XL Recordings y colaborador de David Byrne o Adele– la escritura, composición y producción del disco a excepción de algunas aportaciones líricas en los temas más directos.
Después de los bajos palpitantes y la textura subgrave de “Intro”, que se adentran directamente en la pulsión progresiva de “Blue Lights” invocando una especie de redada policial en un club y exhibiendo una visión interna del pop que hace pensar inmediatamente en la exquisitez seriota de Four Tet, el disco empieza a caer en una versión muy smooth –y bastante neutralizada– de lo que suele ofrecer la canadiense a los platos. Da vueltas sobre los mismos tropos deep house, dance pop y disco, comienza a centrarse mucho más en el R&B y olvida lo que parecía ser una secuenciación en forma de mix, pasando a asomar solo por momentos.
El estribillo de “Scars” se sustenta en unos bajos que parecen sacados del “Our Love” de Caribou, un recurso que parece repetirse a lo largo de “Circle Back Around”. “Lonely Back In O” tiene un fondo interesante, como de ese house pop sintético que tanto le gusta a Roísín Murphy, pero la parte vocal y la melodía terminan cayendo en la trivialidad. Y un poco lo mismo le pasa a “Meant To Be”: quizá la canción más interesante del trabajo –con permiso de una finalmente inane “When She Dance” que retrata la primera chispa del enamoramiento y que cae en todos los tópicos del pop nu-disco sin la fuerza revivalista de Jessie Ware–, se aleja completamente del club para irse a las tardes de Ibiza, sonando a funk soleado y orgánico con aires de banda en directo.
Mezclando hedonismo con reivindicación, crítica social y compromiso político con baile y desenfado, la conclusión a la que nos conduce “Guy” es que, pese a haber buenas intenciones –ese revoltijo que sirve para elevar “Sapphires Of Gold”, canela en rama, o incluso el amago dub de “15 Foot”– y un deseo loable de dar un paso adelante como artista, Jayda G, de momento, sigue destacando más como productora. ∎