Álbum

Monsieur Doumani

PissourinGlitterbeat, 2021

Hace poco reseñamos las excelencias del debut en solitario de Antonis Antoniou, el músico chipriota que es a la vez el líder del grupo Monsieur Doumani, un trío que en su cuarto álbum, “Pissourin”, ha dado un salto exponencial en su sonido, pasando de las formas más o menos acústicas a una impactante mezcla entre folclore mediterráneo, psicodelia oriental y música progresiva. Y no es que sus anteriores trabajos –“Grippy Grappa” (2013), “Sikoses” (2015) y “Angathin” (2018)– sean desdeñables, ni mucho menos, ya que llevaban la música de raíz chipriota a una nueva dimensión, enlazándola con influencias griegas, turcas y balcánicas, gracias a unos originales arreglos que combinan el sonido del tzouras –un pariente de buzuki– con el trombón y la guitarra acústica.

Esta transformación actual es debida, en parte, al cambió de guitarrista, con la incorporación de Andys Skordis, que sustituye al anterior, Angelos Ionas. Pero, sobre todo, se debe a la influencia de “Kissmettin”, el álbum que el líder realizó durante la pandemia y que ha recibido parabienes unánimes por su original música, en la que, además de la percusión de los bidones que separan las dos partes de la isla, tenía un papel muy destacado el sonido eléctrico y distorsionado del tzouras, convertido en un pariente cercano del saz o baglama, que ha dado seña de identidad al rock anatolio.

Satisfecho con los resultados, Antoniou ha decidido aplicarlo al sonido de Monsieur Doumani, que no solo se electrifica, sino que se vuelve progresivo gracias al uso de sintetizadores y capas de efectos que dan a la música un tono denso, energético, procesado y, en definitiva, más complejo. “Pissourin”, que en dialecto chipriota significa “oscuridad total”, es un álbum conceptual que habla de la noche y sus misterios, protagonizado por las criaturas que la habitan, como el “Koukkoufkiaos” (“búho”, que en la mitología griega es símbolo de sabiduría), que combina una melodía a lo sirtaki, florituras orientales y un magnetismo electrónico que conecta con la mirada hipnótica de la rapaz.

En “Nychtopapparos” (“murciélago”) pasan del avant-folk a un riff hard para seguir en un tono repetitivo con una voz que sirve de ancla con la tradición, dejando claro a la vez que la noche es tiempo de imaginación y cuando suceden las cosas extrañas. Y las horas en las que campan a sus anchas los “Kalikandjari” (“duendes”), con letra de su colaborador Marios Epaminondas, activista e historiador, que suena anatolio y mediterráneo, con constantes cambios de ritmo y abundante percusión –no en vano el guitarrista usa su instrumento de manera percutiva–, pasando del frenesí a lo abstracto y con una voz que recuerda a Vinicio Capossela. En “Tiritichtas” (“ser misterioso”) tiene un protagonismo destacado el trombón, en función de bajo, en un combinado de rock psicodélico que alcanza un clímax entre étnico y ruidista para finalizar con un scat a capela.

En el tema titular, Antoniou se convierte con su tzouras en una especie de “guitar hero”, con el pedal de efectos wah-wah sacando humo, antes de dar paso a una ondulante melodía con voz teatral, entre canto y recitado, que es el preludio a una catarsis instrumental de sesgo punk en una fase final de velocidad endiablada. Para degustar en toda su plenitud “Alavrostishiotis”, les recomendamos que escuchen el tema viendo el vídeo que han colgado en YouTube, grabado en las ruinas grecoromanas de Kourion, donde se puede visualizar a la perfección cómo convierten el folclore en algo progresivo. Una combinación que se repite en “Poulia”, que es como conectar la pizzica y la taranta de los italianos Canzoniere Grecanico Salentino con un viaje lisérgico.

En “Thamata” colabora Martha Frintzila, directora de teatro, actriz y cantante griega, que les ayuda a acercarse al rebético y a Theodorakis, sin olvidarse de las cabriolas con perfume anatolio. Y para acabar, “Astrahan”, induciendo a un trance cósmico con un pie en la tradición y otro en el rock, entre sonidos procesados, percusiones marciales y un final en el que el tzouras se vuelve flotante y etéreo. Aunque escribir sobre la nueva música de Monsieur Doumani, tal como decía el genio de los bigotes y más que nunca, es como bailar sobre arquitectura. ∎

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