Álbum

Nourished By Time

Erotic Probiotic 2Scenic Route, 2023
Desde que tuvimos noticias del proyecto de Nourished By Time, hemos ido asistiendo a un cocinado lento de géneros de los ochenta. Tantos ha manejado el productor –nacido y criado en Baltimore; asentado artísticamente en Londres– en apenas dos años y medio que no era fácil adivinar por dónde podrían ir los tiros de un por entonces todavía hipotético debut discográfico. Música negra, pop y nostalgia sintética parecían asentarse como los denominadores comunes, al menos eso estaba claro, pero ¿tendríamos que situarlo más cerca de Blood Orange, de Steve Lacy o de Channel Tres?

Y la respuesta, con “Erotic Probiotic 2” ya bien digerido, niega en parte las dos preguntas, siendo precisamente eso, quizá, lo mejor de este trabajo. Al final no se desvía tanto de lo que podíamos imaginar, suena familiar y reconfortante y nos permite vislumbrar la evolución de un artista en crecimiento –recientemente ha aparecido en el muy destacable “With A Hammer” de Yaeji, por ejemplo–, pero del mismo modo se aleja lo justo de cada una de las propuestas con las que se le podría comparar y defiende una visión propia y mucho más clara de lo que a simple vista demuestra. Construido en torno a la idea del final como un nuevo comienzo, en torno a los bucles y círculos –vitales, personales, familiares, amorosos–, el disco avanza gracias a los contrastes manteniéndose en el movimiento de un groove constante –y cambiante–, invocando un espíritu en sí mismo transicional. “The Fields”, que se sitúa en el epicentro del minutaje y ejerce como piedra angular, luce una base rítmica de puro freestyle de finales de los ochenta, pero todo el apartado vocal tiene más que ver con Frank Ocean y todo el R&B de los 2010. Y lo mismo valdría para la hipnótica “Rain Water Promise”, que por momentos se acerca al indie pop y por momentos al nuevo R&B británico.

Del mismo modo, choca lo nostálgico de los sintetizadores, casi siempre evocadores y jubilosos –llegando a lo hipnagógico en esa balada cannábica que abre el disco, “Quantum Suicide”, sobre la especie de resurrección que sobreviene a sucesos traumáticos–, con esa manera tan contemporánea de enfrentar la producción, con la vibra casera pero expansiva del nuevo do it yourself. En “Daddy”, seguramente la canción más destacada, el eco a Depeche Mode –o a Vince Clark, más concretamente– de algunos sintes de su primera parte se escucha sumergido en una atmósfera granulada y de baja fidelidad que poco o nada tiene que ver con el full HD de los británicos, justo antes de hacer su break hacia el house de las Islas. Y las guitarras, sacadas de la intimidad del bedroom pop y texturizadas según el manual del indie, insuflan “Soap Party” o, hipnotizadas por la reverb, abrazan el crescendo de la espectacular “Unbreak My Love”.

Con un croon personal y muy peculiar, grave y flemático pero del mismo modo soulfoul y apasionado, que lo sitúa como a medio camino entre Frank Ocean y Oliver Sim, Marcus Brown también demuestra encontrarse en un lugar transitorio en lo geográfico, más abierto al cruce de influencias entre los EEUU, en la órbita de artistas como Blood Orange y Channel Tres, y la música de Reino Unido. “Workers Interlude”, de hecho, podría ser un tema puramente británico, quizá lo contrario que la soleada “Shed That Fear”, pero lo interesante es como Brown conecta con Nourished By Time todos los puntos posibles. Como dice en “Daddy”: “The dot connector”. Solo queda seguir ampliando la constelación. ∎

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