En un momento en que la “España vacía (o vaciada)” se ve acosada por numerosos megaproyectos –de hidrógeno, solares, eólicas, mineros, macrogranjas, agrícolas, etc.– con los que unas pocas empresas se lucran con fondos europeos, bajo un supuesto tinte “verde” que perpetúa un modelo lampedusiano de desarrollo patrio donde “algo tiene que cambiar para que todo siga igual” y nutre a inversores especulativos en detrimento de la mayoría social, la cultura promueve iniciativas que invitan a reflexionar sobre el verdadero desarrollo sostenible demostrando ser más conocedoras del mismo. Apenas poseen apoyo institucional (o de ningún tipo), pero reformulan lo rural con criterio y altura de miras.
Pensemos que la literatura nacional ha dado sabias muestras de preocupación por los pueblos: Juan Benet y su “Volverás a Región” (1967); “Los santos inocentes” (1981), de Miguel Delibes (llevada al cine con destreza por Mario Camus en 1984); “La lluvia amarilla” (1988), de Julio Llamazares, quien mantiene su interés por estos asuntos, entre otras autoras y autores. Es el caso de María Sánchez en “Cuaderno de campo” (2017), “Tierra de mujeres” (2019) y “Almáciga. Un vivero de palabras de nuestra medio rural” (2020); de Ana Iris Simón con “Feria” (2020); de Andrea Abreu en “Panza de burro” (2020); de Daniel Gascón con “Un hipster en la España vacía” (2020) y “La muerte del hipster” (2021); o de Sergio del Molino y su “La España vacía” (2016), por nombrar solo algunos.
Hoy el cine, la música y el arte contemporáneo incorporan aportaciones que bien merecen visibilizarse. El mapa de Fademur está recogiendo decenas de festivales de diversa índole en localidades de menos de veinte mil habitantes, una revuelta cultural desde los pueblos y para ellos, que viene de largo y se renueva con acierto. Tomen nota administraciones, corporaciones, inversores, comisionistas y políticos porque igual lo paleto es más propio de ustedes.
Además, históricamente el cine español atesora multitud de elocuentes creaciones con sensibilidad hacia el ámbito rural. De Víctor Erice, Elías Querejeta o Icíar Bollaín, entre otros muchos, pero también las multipremiadas películas “Alcarrás” (2022), de Carla Simón, y “As bestas” (Rodrigo Sorogoyen, 2022), con mayor comprensión sobre los indeseables modelos de desarrollo basados en energías renovables que el de las compañías energéticas del IBEX35, que reinan como grandes contaminadoras en el ranking de descarbonización 2023 del Observatorio de la Sostenibilidad, con abusos corporativos en España o en países del sur global.
El Another Way Film Fest, liderado con humildad por Marta García Larriu, lleva años dando ejemplo de vocación hacia la transformación ecosocial a través de su selección de películas y documentales. Ahora, a todos ellos se suman festivales de cine desde el medio rural para lo rural, como La NuEra, nacido en 2020 y promovido por la Fundación 3piedras. Esta surgió tres años antes, tiene sede en Ara (Huesca) –donde se celebra del 30 de junio al 1 de julio– y su misión es ofrecer actividades culturales en el mundo rural: residencias artísticas, para las que anualmente convocan una beca; talleres gratuitos con los cuales ayudan a preservar la biodiversidad y a recuperar los saberes rurales; o la creación de festivales como La NuEra, que transcurre en sus instalaciones: una amplia y luminosa era con una nave ganadera rehabilitada.
“Llevábamos un tiempo organizando ‘Cine a la fresca’, proyectando al aire libre películas para todo el pueblo. Un día pensamos: ‘¿Y si lo convertimos en una muestra de cine rural?’. La pandemia nos pilló en plena organización, el día que se inauguró fue el primero en el que se pudo salir sin mascarilla a la calle. ¡Menudo regalo!”, comentan Beatriz Bañales, directora de 3piedras, y Luis Berruete, su fundador. Obtuvo una buena acogida con 250 asistentes y el año pasado fueron 450: “En Ara vivimos unos cincuenta habitantes todo el año, una convocatoria así genera un impacto indudable”, comentan.
Su principal reto es organizativo:“Ha surgido de manera muy natural, pero sacarlo adelante es una gran inversión de tiempo y esfuerzo. Afortunadamente tenemos un equipo muy comprometido y contamos con varias manos amigas del pueblo”. Cada año mejoran sus medidas sostenibles: “3piedras es un espacio construido con principios de bioconstrucción, potenciando el reciclaje. La antigua nave ganadera que sirve de espacio multidisciplinar se rehabilitó casi por completo con material reciclado. Siempre procuramos que los materiales empleados sean reutilizables en cada edición”.
Su merchandising (sombreros de paja y mantitas para las proyecciones nocturnas) se produce bajo criterios sostenibles y socialmente responsables con la empresa oscense Bolskan. Además, apoyan la agroalimentación y la artesanía local: “Los puestos que vienen al mercadillo son de iniciativas locales, como los de comida y bebida. Este año queremos implementar más medidas, como la compensación de carbono. Poco a poco trabajamos para que el impacto sea lo más positivo posible a todos los niveles”, resaltan. Por su photocall, delante de un tractor amarillo, han pasado actores y actrices como Eloy Azorín, Cayetana Cabezas, Jordi Pujol o Montse Oró; la periodista de Televisión Española Elena S. Sánchez, que ejerce de maestra de ceremonias del festival; o los directores de cine Mercedes Álvarez, Asier Altuna y Álex Galán.
Para la edición del 2023, a modo de aperitivo, inauguraron “Qué viene la nuera” los días 20 y 21 de mayo, en los municipios de Santa Cruz de la Serós, Villanúa y Piedrafita de Jaca, en los que proyectaron documentales de temática rural y sostenible seleccionados con Marta García Larriu.“Es sello de la casa hacer un debate posterior con expertos en cuestiones de desarrollo para crear reflexión y compartir juntos otras visiones posibles de lo rural. El año pasado comenzamos a realizar actividades fuera de Ara, sentimos la necesidad de lanzarnos al territorio, establecer sinergias con pueblos vecinos y tejer redes sólidas. La idea nos la propuso Alfred Vernis, profesor de ESADE, muy implicado en la sostenibilidad aplicada al mundo rural; vino a la edición del 2022 y le encantó”.
Les parece necesario que eclosione la cultura en el ámbito rural: “El movimiento de la ‘España vaciada’ y la pandemia han abierto los ojos a la ciudadanía urbana, mayoritaria en nuestro país. No podemos dar la espalda a las realidades rurales, es imprescindible romper con la dicotomía rural-urbano. Es imposible vivir sin lo que nos dan los pueblos. Hacemos hincapié en ampliar la perspectiva al hablar de cultura, no se puede entender separada de la actividad humana o solo referida a lo lúdico; es un concepto más amplio que reivindicar: nuestro patrimonio material e inmaterial, la biodiversidad y cómo desarrollamos las relaciones comunitarias. Nuestra mirada es holística, demostramos que se puede vivir en un pueblo con oportunidades de crecimiento personal sin recurrir al ocio promovido desde la capital. Es fundamental romper con el estigma de que en los pueblos no hay ocio de calidad, lo demostramos con nuestras propuestas”. En diez años se imaginan La NuEra como un referente: “Creemos que posee ese potencial y queremos que siga creciendo sin perder la familiaridad y la cercanía que lo caracteriza”.
Música en Segura se autodenomina “el mayor festival de la España rural” y este año espera recibir a doce mil personas entre sus ediciones de mayo y noviembre. Su director, Daniel Broncano, explica que surgió en “las subterráneas mañanas del metro de Londres mientras vivía y trabajaba allí como clarinetista. Diez años después sigo esperando a que alguien me despierte y me diga que me he pasado de parada”. Su sueño de la infancia era que algún artista descubriera Segura de la Sierra (Jaén) y organizara un festival. Ese artista resultó ser él. “Empezó como un proyecto muy personal de hacer pequeños conciertos en mi pueblo, cuya belleza se me antojaba aún mayor en la distancia”. Su mujer entonces, la mezzosoprano neozelandesa Felicity Smith, fue cómplice de su gestación y falleció prematuramente antes de la primera edición: “Fue una motivación extra para realizarlo”, confiesa.
El festival ha evolucionado desde sus orígenes: “No cambia su concepto de delicatessen musicales, ni su doble misión; propiciar la transformación social en esta pequeña comarca rural a través del acceso a la música y generar desarrollo económico por los visitantes que vienen ex profeso”. Y el principal desafío es contagiar su entusiasmo a suficientes partners: “Es posible un festival de ambición internacional en un pueblo de ciento cincuenta habitantes. Es difícil financiarlo. La ruralidad implica retos de producción, logística, transporte, alojamiento, recursos humanos y proveedores que solventamos con creatividad desde el primer día. Nos sentimos privilegiados por el entorno en el que operamos y el apoyo del público desde el comienzo”, destaca. Además, sostiene que la cultura está presente desde que los humanos pusieron nombre a las constelaciones: “En el ámbito rural hace 12456 años. En España se ha invertido en gloriosos equipamientos culturales en grandes ciudades dando la impresión de que las artes escénicas se acotan a ellas. Las manifestaciones musicales deben ocurrir en cualquier lugar, cuantos más mejor. Lo que empieza a suceder, y debería ir a más, es considerar la cultura como un elemento estratégico principal del desarrollo rural”.
El festival está naturalizado con el entorno:“No aterrizamos a ciertos artistas a mogollón para hacer ‘parada sideral’ atrayendo a un público ‘alien’, sino que traemos un público que puede amar Segura de la Sierra, omnívoro cultural, respetuoso, con mente inquieta y oídos bien abiertos. Es mucho más importante que plantar árboles por hacer un destrozo”, afirma. Está convencido de que la cultura puede dinamizar el medio rural contribuyendo a su desarrollo sostenible: “Normalizándolo como escenario de actuaciones artísticas del nivel y la ambición que sean. Somos un modelo pero hay muchos posibles, debería haber más. Parte del paternalismo urbanita es desear que el medio rural sea tranquilo, sostenible y no ‘rompa ningún plato’, poniendo un listón de exigencia más alto sin cuestionar la sostenibilidad del medio urbano. La cultura debe dinamizar el mundo rural, es una oportunidad especialmente relevante a la que sumarse”. En veinte años imagina ya no un festival, sino “el pueblo de la música”, un lugar que durante todo el año sea un espacio de creación musical y escucha.
También el arte contemporáneo nacional pone su foco responsablemente en el medio rural a través de temáticas, propuestas, imaginarios y narrativas, como el pueblo-museo de Genalguacil; el CDAN, Centro de Arte y Naturaleza, en Huesca; iniciativas como Campo adentro (Inland) o Mutur Berltz; seminarios y foros como Ruralim o Transruralismo y arte; o talleres colaborativos como Rural Experimental. También con artistas nacionales: Asunción Molinos Gordo, Lucía Loren, Juan Zamora, Carma Casulá, Isidro López Aparicio o Marco Alom, entre otros.
Un caso singular es RARA Residencia de Arte, nacida en 2007 por la necesidad de acercar el arte a Villanueva del Rosario, de tres mil habitantes, en la comarca nororiental de Málaga. Los artistas Verónica Ruth Frías y Cyro García (su pareja) lo gestionan. Se ubica en su antiguo hogar: “Vinimos aquí huyendo de los precios desorbitados de la capital de la Costa del Sol, buscábamos una casa con suficiente espacio para tener nuestro taller. Compramos una antigua, la reformamos y vivimos en ella con nuestras dos hijas hasta 2018, cuando decidimos dedicarla al proyecto”, recuerdan.
Comenzaron en octubre de 2019 con una exposición colectiva comisariada por Pedro Alarcón. Desde entonces, su misión es servir como eje vertebrador del interés por la cultura en su municipio y crear un lugar de encuentro vivo, plural, diverso y con perspectiva de género entre los artistas y la población local, apoyando la descentralización del arte de las grandes capitales. Más de cuarenta artistas plásticos, visuales, músicos, poetas, escritoras o dramaturgas han estado como residentes. Y treinta fueron mujeres: “Siempre tenemos presente apoyarlas”, recalcan. Paralelamente, han albergado a más de sesenta creadores en exposiciones individuales y colectivas.
“Estamos abiertos a cualquier disciplina. Esta implicación interdisciplinar y multicultural atrae el interés de un público muy amplio y diverso. Nos centramos en artistas cercanos, jóvenes, de media o larga carrera, de Málaga y Andalucía. Hemos tenido de otras partes de la península e internacionales: de Canadá, Estados Unidos, Alemania, Francia, India, Italia, Serbia o Suiza. Nos encanta conectar con personas de todo el mundo, crecer en lo humano y generar sinergias, pero, sin duda, nuestra gran apuesta es por nuestros compañeros y compañeras de la provincia”, detallan.
“Nos conocimos en una residencia artística al sur de Francia en 2002. Todo se aceleró cuando nació nuestra primera hija en 2010; vimos que Villanueva del Rosario se iba a convertir en nuestra residencia definitiva o que lo sería muchos años. Abrimos RARA sin pensar en lo que vendría después, que ha sido maravilloso, con un crecimiento exponencial individual y colectivo. Nos anima a seguir trabajando”.
Sus espacios se adaptan a las necesidades expositivas y de los artistas residentes: “Vienen a crear con nosotros. Se mantiene como cuando vivíamos en ella, es una residencia confortable, cercana, hogareña y atrevida en sus propuestas”. En estos años han afrontado cuestiones económicas, artísticas y de gestión: “Un proyecto así requiere de organización y temporalización. No solo es invitar a artistas, es estar con ellos, organizar actividades que cuenten con el pueblo, adecuar los lugares de trabajo, gestionar las exposiciones, los envíos y recogidas de obra. Quizá el desafío mayor ha sido superar la pandemia. Cinco meses después de comenzar tuvimos que cerrar por el COVID. Al retomarlo hubo que adaptarse a la ‘nueva normalidad’, escalonar las actividades y desarrollar un programa expandido en el tiempo. Una readaptación que nos ha servido para tener una agenda cultural más amplia”.
Pero lo más complejo es sobrevivir en el medio rural siendo un proyecto privado autofinanciado: “Ambos somos artistas, seguimos produciendo y exponiendo, con dos hijas que reclaman nuestra atención. Cyro, además, es profesor en la Escuela de Arte de Málaga, el día solo tiene veinticuatro horas, así que nos multiplicamos en esfuerzos para llegar a todo. Lo conseguimos y lo disfrutamos”, cuenta Verónica. Observan que, tras la pandemia, lo rural emerge con fuerza: “La comunicación del mundo globalizado favorece la interrelación. Eso, sumado al teletrabajo, hace que vivir en un pueblo no sea algo tan descabellado y viable profesionalmente. Han venido muchos artistas favoreciendo el crecimiento de nuestra pequeña comunidad, que posee una vida más allá de la que tenía hasta hace poco. Si es factible aquí, ¿por qué no en otros pueblos? Para nuestras hijas es el mejor sitio para sus primeros años. Ya tendrán tiempo de estudiar o trabajar fuera. Somos felices en lo rural, no es una tendencia pasajera sino una opción que seguirá creciendo porque muchas personas están cansadas de la vida urbana. Favorece el contacto con la naturaleza, un trato más humano, la creación de una comunidad, muchas cosas que las ciudades no ofrecen. No tenemos su agenda cultural, pero, con iniciativas como la nuestra y otras que se están poniendo en marcha, tampoco se echa de menos”.
Abren todos los domingos a cualquier persona interesada en conocer el espacio, a sus artistas residentes o sus exposiciones. Hacen visitas guiadas para que los visitantes se aproximen a las obras de forma más consciente: “Intentamos que todo tenga una repercusión directa. Si se realiza una ‘performance’ colectiva contamos con la gente del pueblo. Si hacemos un concierto, es en la plaza del ayuntamiento para que puedan acercarse y disfrutarlo. Muchos talleres de los artistas se llevan a cabo en el colegio y en el instituto, con su alumnado. Quan Zhou dio uno con alumnos de primero de la ESO y María Meijide desarrolló otro para los de tercero de primaria. Para nosotros es una prioridad que toda intervención se realice con personas de aquí. Nos interesa su implicación porque, cuando participas directamente de lo que ves, pasa a formar parte de tu identidad y de la del pueblo. La cultura permite abrir un ámbito laboral y de colaboración con diferentes colectivos locales, fija población y, aunque muchas veces no lo parezca, mueve muchas personas que tienen la necesidad de compartir esas experiencias”.
Algunos artistas en residencia se quedaron a vivir, otros se mudaron atraídos por RARA, incluso con intención de crear espacios expositivos, de performance o residencias artísticas: “Eso dinamiza la economía local, los días de inauguración se llena de personas que conocen nuestro entorno natural privilegiado, comen aquí, les encanta, vuelven a visitarnos y lo comparten con más. Un pequeño granito de arena que puede ser aún mayor si los proyectos que están en fase embrionaria arrancan. Lo rural se está convirtiendo en una opción viable en todas partes, no solo en la cultura. Siempre es una buena noticia que los pueblos no se vacíen. No concebimos vivir en otro lugar que no sea un pueblo y eso pasa cada vez más”.
Lo cierto es que jamás imaginaron que su iniciativa tendría este impacto:“Puede llegar a convertir Villanueva del Rosario en un punto de interés del panorama artístico nacional. Estamos en el informe del Observatorio de la Cultura 2022 destacados como lo mejor de la cultura en el ámbito rural de la provincia de Málaga, junto a Genalguacil y los dólmenes de Antequera. Lo cual nos posiciona como un lugar imprescindible para el arte contemporáneo de nuestra provincia y comunidad. No queremos quedarnos ahí, nos gusta ir de lo pequeño a lo grande sin abarcar más de lo que podemos en cada momento pero sin parar de soñar y crecer. Este año presentamos nuestro proyecto en Madrid en la feria JustMad durante la semana de ARCO, y dimos el primer premio-adquisición RARA. En unos años nos vemos rodeados de más iniciativas, con domingos de itinerario por los diferentes espacios y propuestas del pueblo, incluso con una feria de arte contemporáneo. Y que los ‘domingos raros’ lleguen a ser lo normal y no seamos ni locos ni visionarios, sino una parte más del tejido natural de lo rural”. ∎