Perdido en el espacio. Foto: Sergi Paramès
Perdido en el espacio. Foto: Sergi Paramès

Concierto

En la nebulosa de William Basinski

El fenómeno William Basinski fue avistado ayer en el interior de la sala El Molino de Barcelona. El músico estadounidense se presentó en la Ciudad Condal para deleitar a su respetuoso público con “On Time Out Of Time”, un viaje hacia otra galaxia sonora.

No se ha cumplido un año del paso de William Basinski –más espiritual que físico– por el festival Primavera Sound, con motivo de la puesta en escena orquestal de su obra magna “The Disintegration Loops” (2003), y el texano volvía a recalar en Barcelona. En esta ocasión en sala –el hábitat natural para disfrutar de sus matices sonoros– y ante el público que llenó en El Molino, deseoso de participar en un trance comunal. Una abducción que se tradujo en una experiencia extraordinaria, tal y como manifestó el silencio total que acompañó una velada sin ningún tipo de interrupciones. Una secuencia continua, aunque excesivamente breve.

Y eso que empezó con el suspense que desencadenó un desafortunado accidente de una camarera sobre las mesas de control de sonido y luz, y el pertinente retraso que provocó secar los paneles. Tras sortear el mal augurio, Basinski irrumpió en el escenario con dos copas en las manos y la única compañía de un portátil y un controlador. Una primera toma de contacto para recordar, en lo que también contribuiría esa presencia entre Ozzy Osbourne y una reencarnación del Drácula de Coppola. Sus palabras de introducción fueron cercanas y divertidas, antes de entrar a describir la música que iba a interpretar. Ese “On Time Out Of Time” (2019) que definió como las ondas gravitacionales tras la colisión de dos agujeros negros. Acertada metáfora y consecuente inspiración para alguien que nació en Houston y cuyo padre trabajó en la NASA.

Desde el primer momento adoptó ese rol de astronauta-guía hacia otras constelaciones lejanas. Como un médium que abriese un túnel espaciotemporal que siempre hubiese permanecido sellado. Su propuesta empezó como un quiste ambiental, un loop de mínimas variaciones, que no inexistentes. Todo un desacato a la progresión y a las desviaciones rítmicas o tonales. De hecho, su set se redujo también a la mínima expresión: portátil, su mano ajustando el pitch de la absorbente frecuencia ambiental y porte inamovible en su silla, ocultando cualquier brote sentimental con gafas de sol. Al fondo los mismos visuales, también en bucle hipnótico, que subió en su día a YouTube para acompañar este álbum. Mínimo esfuerzo físico y sin gestualidades accesorias, pero con elevado alcance emocional.

Mr. Basinski, piloto de las galaxias. Foto: Sergi Paramès
Mr. Basinski, piloto de las galaxias. Foto: Sergi Paramès

En ese mantra de embriaguez hipnótica, como transportados a una nebulosa de helio, no hubo apenas puntos de inflexión, variaciones y mucho menos clímax. Sí un continuum ambiental que propició un aislamiento que conducía hacia una expansión de la consciencia. Porque el show de este americano impasible fue como subirse a una sonda espacial que absorbiera el ruido externo –junto a preocupaciones y malestares– y lo sustituyera por un nuevo espectro sonoro que modificara la percepción. Puede sonar a flipada new age previa a la venta de unos retiros de yoga y productos de bienestar, o a un libro de Ted Chiang, pero la verdad es que la mayoría de los rostros presentes en la sala –con una distribución de mesas que favorece el contacto visual– reflejaban la sacudida placentera a la que inducía su loop sensorial. Más de uno levitó en esa suerte de listening party cósmica con frecuencias sonoras captadas fuera de la estratosfera. Por momentos se acercó a la constelación hauntológica de The Caretaker, y en otros no hubiera desentonado como pista sonora para el piano de Angelo Badalamenti ni en integraciones ambientales introspectivas de Brian Eno o Malcolm Cecil.

Uno se hubiera quedado a vivir una temporada en ese espacio de flotación ambient, pero el estadounidense tenía poco tiempo de repostaje en Barcelona y parecía preocupado en su aprovisionamiento de tapas. Su avistamiento apenas alcanzó los tres cuartos de hora. Supieron a poco y, a la vez, a mucho. ∎

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