El multitudinario concierto de la banda australiana en el escenario Santander –quizá el primero masivo del jueves– empezó con una proclama política serena pero inusual: “Tengo una voz que se escucha y la alzaré para la gente de Palestina” fue lo primero que dijo Amy Taylor. ¿He dicho “masivo”? Partiendo de un ADN de puro club punk aussie y credenciales con pub rock –Radio Birdman, Eddie & The Hot Rods–, tienen un puñado de temazos que funcionan de maravilla en estadios. La clave: la hiperactividad de Taylor –a medio camino entre el Iggy Pop más físico y el Mick Jagger más picarón– y la efectiva simplicidad expansiva de bajo, guitarra y batería a degüello, aplicada con sobriedad. Son una banda que sobre todo sabe qué espacios dejar en blanco. Sonaron todos los hits de la casa, claro, y fue muy aplaudido su nuevo single, el gozoso “U Should Not Be Doing That”, que los acerca al terreno del hip hop guitarrero a lo Run DMC. Ricard Martín
Tras años de hermetismo, el flamenco ha visto florecer en este milenio múltiples proyectos para encajarlo en el presente. Especialmente interesante es el de estos cuatro músicos, que gira en torno a la voz de Ángeles Toledano, con andamios electrónicos que pueden ir desde las convulsiones monolíticas tipo Arca hasta arreglos con capas de teclados a lo Vangelis. Pero el gran mérito de “Tengo tres estrellas y veinte cruces” (2023) es que reproduce de manera insólita –flamenco sin guitarras– los sentimientos esenciales del género, haciéndolos llegar en un formato digerible y actual para no iniciados. Todo gracias a la pureza vocal de Ángeles, y a la sabiduría de Víctor (Rufus T. Firefly) y Javi (The Low Flying Panic Attack) con su fórmula secreta para trasladar lo jondo a los sintetizadores. La larga ovación final de un público de pie entregado en el Auditori Rockdelux fue el premio. Espectacular. David S. Mordoh
Empezó muy fuerte billy woods. Y no solo musicalmente, con ese preludio metalero a cargo de DJ Haram que ya advertía que a partir de las 21:55 no se tomarían prisioneros en el escenario Plenitude. El rapero no tardó ni cinco minutos en marcar terreno con una frase que queda ya para la historia del festival. Tras ensalzar lo bello de la ubicación, del mar Mediterráneo, va y suelta: “How many slaves you send from there?”. Carcajada y un mordaz “you got quiet” como remate. Detrás de él, visuales con imágenes de archivo de vidas afroamericanas pasadas, un blanco y negro en bucle, borroso y caótico. Dos intertítulos fueron apareciendo de vez en cuando, “EUROPE IS IN THE OUTSKIRTS” y “EUROPE IS NOT MY CENTRE”. El mensaje, debidamente crudo desde el inicio y hasta el final. Ante el racismo sistémico, los vestigios colonialistas, las desigualdades sociales y un largo etcétera de eternas disfunciones globales, el fundador de Backwoodz Studioz viene a intentar crear comunidad mediante el choque, a retratar las cosas tal y como son, a aclararlas con bases ruidistas, pasajes hard rock y reverberaciones abisales. En el público, una quietud muy física, desbordante en su contención, todo cuerpos agarrados y cabezas agitadas, literal y metafóricamente. Encima de las tablas, Elucid salió para completar la puesta en escena del mejor dúo de hip hop del momento, Armand Hammer (presentes en el Primavera a la Ciutat el pasado martes), mientras las bases de tótems como The Alchemist o Kenny Segal se sucedían para dar reposos californianos o suscitar otras vertientes –se llevó “Houthi” a una fascinante exploración trap pasada por el túrmix de JPEGMAFIA–. Al final, que el mejor año de billy woods –lo dijo él mismo, haciendo referencia a su glorioso 2023– desemboque en verle irse del escenario llevándose al hombro una mochila gris de oficinista tiene algo de lógico y mucho de simbólico: el rapero backpacker de hoy –porque, de algún modo, eso es lo que es billy woods, entre muchas otras cosas– hace música de tono oscuro porque los tiempos lo son. Pero en su confrontación se percibe una voluntad esperanzadora. ¿Qué hacía, si no, enfrente del Mediterráneo? Anton Casas
Los gemelos Amedeo y Simon Pace salieron a escena en el escenario Cupra vestidos casi completamente de negro. En cambio Kasu Makino salió de blanco con una kufiya al cuello. Abrieron el concierto con “Falling Man” y esa oscuridad romántica –propia de las composiciones de la banda– que se extendió a las baladas new wave que vinieron a continuación, “Dr. Stangeluv”, una “Spring” más minimalista y “Elephant Woman”. Continuaron con “Snowman”, el primer corte de su todavía reciente “Sit Down For Dinner” (2023) y se dejaron llevar luego por la psicodelia de “Sit Down For Dinner (Part 1 y 2)”, que se extendió durante casi diez minutos. Hacia el final, inyectaron energía a la escena con “23”, aunque no desapareció un tono nostálgico de fondo. Una de las cosas más llamativas fue ver a Amedeo (guitarra) cantando más de un par de canciones. Daniel P. García
Es una pena que en el escenario Plenitude no se pudieran apreciar del todos los contrastes y sutilezas que Mannequin Pussy viene explorando en los últimos años, especialmente en su último álbum, “I Got Heaven” (2024), fraguando un equilibrio inestable entre la enérgica descarga y la frágil vulnerabilidad, entre la invitación y la advertencia. Una pobre ecualización menguó no solo las guitarras, sino también la portentosa voz de “Missy” Dabice, que venía desvelando nuevos matices en los temas más sosegados. Por suerte el ritmo fue en crescendo y los cortes más cercanos a su punk primigenio lograron brillar con la furia necesaria y ribetes hardcore, noise y hasta metal, azuzando reivindicaciones contra los abusones, el capitalismo o la policía –en “Control”, “OK? OK! OK? OK!” y “Pigs Is Pigs”– con Colins “Bear” Regisford al micrófono. Susana Funes
No es común ver a una pequeña multitud reunida a primera hora de la tarde en la explanada vacía del Primavera Sound, pero el show de Maria Hein en el escenario Pull&Bear fue cautivador. Una voz potente y sedosa, temas de pop electrónico atravesados por influencias de folclore mallorquí, k-pop, hip hop, reguetón y trap junto a melodías pegadizas, además de una puesta en escena modesta y eficaz ante una audiencia en su mayoría angloparlante. La mitad de las canciones pertenecían a “TOT ALLÒ QUE NO SAP NINGÚ” (2023), con una veta más electrónica que el anterior. Aunque lo más interesante fue la interpretación de “ALENAR”, versión a piano de Maria del Mar Bonet, el tema “JUICY A MIDA” que cantó con Soluna como invitada y una revisión electrónica de la canción popular “La dama de Mallorca”. Daniel P. García
Supuestamente, el veterano cirujano de los bucles de cintas venía a interpretar su seminal “The Disintegration Loops” (2003): peculiar debió ser la sorpresa de muchos cuando encima del escenario del Auditori Rockdelux se encontraron no con una mesa repleta de artilugios analógicos, sino con una orquestra compacta sin el músico vanguardista entre sus miembros (este aparecería al final del recital para agradecer efusivamente el trabajo de los intérpretes). El conjunto realizó una adaptación atmosférica de “Disintegration Loop dlp 1.1”, de unos escasos treinta minutos –de hecho, fueron unos cuarenta; pero la mayor parte del público se perdió unos diez minutos porque el concierto empezó antes de la hora anunciada en el programa por un error de los propios músicos, que se unieron a un ensayo de afinación creyendo que ya era la hora de inicio–, originalmente realizada por el también presente arreglista Maxim Moston en 2011 (para conmemorar los diez años del 11-S, un evento extrañamente vinculado a los loops de Basinski). Así, el ambient droneante del disco original se convirtió en una hipnótica sucesión minimalista de ostinatos, una partitura reiterativa con levísimas variaciones que fue avanzando sin realmente avanzar, generándose y desintegrándose de forma prácticamente impalpable. Una experiencia breve de plena inmersión, anómala incluso para un festival dado a ciertos experimentalismos. Xavier Gaillard