Radiohead no han escatimado en cambios de sentido, pero quizá ninguno tan determinante e influyente como el de “Kid A”, el álbum con el que decidieron bajarse del tren de la fama y atender sus impulsos más experimentales. En 2021, este clásico moderno ha regresado a las cubetas con una nueva forma: “Kid A Mnesia”, doble reedición con su álbum hermano “Amnesiac”, acompañada de un tercer disco con rarezas de las sesiones de ambos. Una oportunidad para reexplorar orígenes y consecuencias de una obra que rompió expectativas e invitó a otros grandes artistas a dar volantazos creativos al margen de expectativas de industria o fans.
Recuerdo haber escuchado “Kid A” (Parlophone, 2000) en las oficinas de una multinacional y pensar que, esta vez sí, todo lo que se dijo de Radiohead con “OK Computer” (Parlophone, 1997) empezaba a tener sentido. Todo estaba en el lugar correcto. Everything in its right place. O casi todo: como buen disco de los dosmiles, podía hacer bolsas hacia la mitad. Y puede que sus presuntas innovaciones sonaran a déjà vu para quienes ya teníamos unos cuantos discos de Warp.
Pero el impacto era innegable. Y, sin embargo, algunos quisieron negarlo: la crítica rock más tradicional habló de “tropiezo”. Según escribió Jim Irvin en ‘Mojo’, “en una primera escucha, ‘Kid A’ es simplemente horrible”; aunque al final lo calificaba de “grower”, no dejaba de señalarlo como una decepción para los estándares de Radiohead. Y en ‘Select’ hicieron sorna de los avances del grupo hacia la IDM: “¿Qué quieren por sonar como Aphex Twin en 1993? ¿Una medalla?”. El cisma estaba servido, no solo entre críticos, sino también entre fans. Y siguió creciendo con “Amnesiac” (Parlophone, 2001), que llegó a echar para atrás a defensores del anterior, eso sin dejar de ser un éxito, como después “Hail To The Thief” (Parlophone, 2003).
Esos dos últimos discos vendieron, así es, realmente bien, pero no todo lo bien que podrían haber vendido de haber sido el quinto y sexto discos de la banda que se suponía que Radiohead iban a ser después de “OK Computer”: el futuro (sin pasarse) del arena rock. Thom Yorke (voz), Jonny y Colin Greenwood (guitarra y bajo), Ed O’Brien (guitarra) y Phil Selway (batería) habían abandonado conscientemente esa versión del grupo y de su relación con el mundo y los medios. Lo explicaba Yorke en una entrevista con ‘Spin’, en agosto de 2006: “Fue duro hacer ‘Kid A’ y ‘Amnesiac’, pero, al mismo tiempo, era emocionante sentir que básicamente estabas bajándote (de la fama): ‘¡Que os jodan a todos! ¡Nos quedamos aquí!’”.
Tras el fastuoso artefacto “OK Computer OKNOTOK 1997 2017” (XL, 2017), “Kid A” y “Amnesiac” reciben ahora reedición conjunta, rebautizada como “Kid A Mnesiac” (XL-Popstock!, 2021), con el añadido de un tercer disco (“Kid Amnesiae”) con doce curiosidades de las sesiones de ambos, realizadas entre enero de 1999 y mediados de 2000 en París, Copenhague y el estudio de Radiohead en Oxfordshire.
Aunque cada álbum tenía su propio flow, eran también discos hermanos, como confirma la doble presencia de “Morning Bell” en ambos repertorios, aunque en distintas versiones (la segunda, “Morning Bell/Amnesiac”). La reedición incluye una tercera versión, “The Morning Bell (In The Dark Version)”, grabada en apariencia en Batsford Park, mansión por entonces vacía de Gloucestershire (Inglaterra), además de tomas alternativas de un hito de “Amnesiac” como “Like Spinning Plates”, una canción inédita, “If You Say The Word”, y todo un santo grial: la grabación de estudio de “Follow Me Around”, una de las canciones que el grupo lleva años interpretando en directo, convirtiéndose en favorita de los fans, pero que no había conocido una publicación oficial hasta ahora. Para celebrarlo, la banda le ha dado incluso un (atosigante) videoclip, protagonizado por Guy Pearce.
En paralelo a la reedición, Canongate publica sendos libros de Thom Yorke y Stanley Donwood, “Kid A Mnesia Art Book” y “Fear Stalks The Land!”, que recopilan, catalogan y explican el concepto artísticos que hay detrás del diseño de estos discos. Hace unas semanas, seis de los cuadros de Donwood que sirvieron para el artwork de “Kid A” fueron subastados en Christie’s.
En la entrevista publicada en ‘The Guardian’ poco antes de salir el disco, Yorke explicaba cómo había recibido Nigel Godrich, ingeniero y productor de “The Bends” (Parlophone, 1995) y “OK Computer”, la noticia del nulo interés de Radiohead en seguir tocando guitarras en el próximo disco: “Creyó que se me había saltado un tornillo. No comprendía por qué, si éramos tan buenos en una cosa (el alt/art rock, se supone), queríamos hacer otra distinta”. Sea como sea, Godrich les ayudó en la aventura y les ha sido fiel hasta la fecha, formando además aventurado equipo creativo con Yorke en el supergrupo Atoms For Peace.
Gracias a internet o, más en concreto, al diario online de Ed O’Brien, los fans habían podido seguir casi paso a paso el ascenso de Radiohead por las montañas de la locura. Su carácter obsesivo convertía a Kubrick en un artista descuidado. Un ejemplo: “Knives Out” llevó 313 horas de trabajo en el estudio y después tampoco tuvieron prisa en enseñarla, sino que la reservaron para “Amnesiac”.
Muchos suscriptores de ‘The Wire’ no debían entender a qué venía el revuelo con “Kid A”, y se entiende, pero también se entiende que los lectores (o críticos) de ‘Mojo’ pudieran fruncir el ceño. Donde debía haber guitarras, había sobre todo zumbidos, ruidos y beats. Jonny Greenwood se pasaba al cultivo intenso del Ondes Martenot, ese instrumento bastante extraño (se toca deslizando un anillo a lo largo de un cable) en la onda del theremín. Yorke no quería cantar bonito, quería cantar raro, filtrado o apagado. A mitad de disco había casi cuatro minutos de ambient marca Eno: “Treefingers”.
Para colmo de males, una de las primeras frases que se oían en el álbum era “ayer me desperté chupando un limón”. No era la más desconcertante. Según explicó Yorke a Steve Lamacq, para componer algunas canciones sacó frases al azar de un sombrero –material no desechado de un período de bloqueo creativo que duró dos años– y dio (cierta) forma a canciones con (cierto) sentido. Aquel método cut’n’paste parece tomado prestado del artista Tristan Tzara (1896-1963), cuyas instrucciones “Para hacer un poema dadaísta” fueron reproducidas en la página web del grupo durante el desarrollo de “Kid A”. Algunas palabras debieron salir varias veces del sombrero. Si, en “Kid A” (el tema), Yorke canta sobre desaparecer en mentiras piadosas, algo después, en “Motion Picture Soundtrack”, asegura que nos nutrieron con esa clase de mentiras. Para meterse a fondo en las letras y las canciones, en sus rimas conceptuales, se recomienda visitar la web Citizen Insane, en la que se examina y documenta hasta el delirio la génesis de todo el repertorio del grupo.
En honor a la verdad, las guitarras no desaparecieron por completo del arsenal: Radiohead las usaron en tres canciones, entre ellas una “Optimistic” que, en realidad, podría haber estado perfectamente en “The Bends”. Pero eran las excepciones a la regla. Yorke se había quedado prendado del catálogo IDM de Warp Records, de Autechre y, sobre todo, de Aphex Twin, del que dijo a ‘Dazed & Confused’ que le abrió “todo un nuevo mundo que no tenía nada que ver con mi jodida guitarra eléctrica”.
Más en concreto, la revelación divina llegó, al parecer, con“Freeman Hardy & Willis Acid”, de Squarepusher con Aphex Twin (quien la firmó como AFX), composición incluida en el recopilatorio “We Are Reasonable People” (1998), editado como referencia número 100 de Warp. “La escuché en el programa de John Peel mientras conducía y tuve que parar el coche porque iba a tener un accidente”, dijo Yorke en una entrevista en la radio pública sueca. “En pocas palabras, cambió por completo mi forma de pensar en la música (...). No puedo asociar ninguna emoción a ello, a no ser la de ver a Dios, realmente”. Es fácil percibir a Aphex en las atípicas baterías del tema titular y, sobre todo, en el caos ordenado de la pegadiza (así es) “Idioteque”, que incluía samples de los pioneros electrónicos Arthur Kreiger y Paul Lansky; en ambos casos, extractos del mismo recopilatorio, “Electronic Music Winners” (1976).
Pero, además del citado ambient de Eno y los ritmos intrincados, a veces virulentos, de la IDM, estos Radiohead podían mirarse también en el espejo del pop de vanguardia –el arpa sobrenatural de “Motion Picture Soundtrack” parece sacada del “Homogenic” (1997) de Björk– o, algo más sorprendentemente, el jazz. Como señaló Daphne A Brooks en un gran análisis de Radiohead como banda “black” para ‘The Guardian’, la sección de viento-metal de “The National Anthem” invoca “el espíritu del intrépido Art Ensemble Of Chicago, así como del concierto de Charles Mingus de 1964 en el Town Hall de Nueva York, en el que pidió a su conjunto hacer un ruido parecido al de un embotellamiento”. Mingus reaparecía en “Amnesiac” en “Pyramid Song”, inspirada en su “Freedom”.
Aunque el más tradicional “Amnesiac” se viera casi como un correctivo, Radiohead nunca volvieron a ser los mismos. Y cada nuevo disco del grupo ha sido un nuevo episodio del experimento “Kid A”. Al margen de Radiohead, Yorke exploró a fondo sus filias electrónicas y los mismos temas de ansiedad y alienación en su debut en solitario, “The Eraser” (XL, 2006), en el que, por otro lado, no parecía tener miedo a la belleza de su voz: sonaba bien alta en la mezcla. Tras practicar con las orquestaciones durante la época de “Kid A”, Jonny Greenwood sorprendió con la banda sonora atonal de “Pozos de ambición” (Paul Thomas Anderson, 2007), su segundo score tras el del documental “Bodysong” (Simon Pummell, 2003); ahora es uno de los bandasonoristas más impredecibles y alucinantes del siglo XXI.
Después de “Kid A”, muchos artistas advirtieron que la épica rock e incluso folk podía trabajarse con algo más que guitarras. Las hibridaciones sónicas del disco dieron alas a esa nueva generación art rock de grupos como alt-J, cuyo “This Is All Yours” (2014) es básicamente su “Kid A”; los estimables Everything Everything, que, de hecho, sacaron su nombre de las dos primeras palabras pronunciadas en el álbum, o Django Django, cuyo último disco, “Glowing In The Dark” (2021), podría ser el más “Kid A” de todos (o escuchen, si no, el tema titular).
Pero no solo su sonido fue influyente. También se admiraba la actitud, a secas. Al rapero Danny Brown le fascinó que “Kid A” no se basara, como “OK Computer”, en las canciones, sino en el sentimiento: para su “Old” (2013) se decidió a “buscar beats que te dieran un sentimiento incluso antes de que oyeras las letras”, según contó al canal Fuse. Sin salir del hip hop, el colectivo BROCKHAMPTON se miró en el espejo de Radiohead para “iridescence” (2018): “‘Kid A’ no tenía singles y estamos usando eso como patrón, ja”, decía Kevin Abstract en un tuit.
Desde principios de siglo, cada vez que un grupo elude los singles o decide romper con las expectativas de la industria o de los fans, es siempre tentador señalar que “han hecho un ‘Kid A’”. ¿No es realmente probable que este fuera el disco que tuvieron en mente Wilco, The Flaming Lips y Kanye West cuando se la jugaron con, respectivamente, “Yankee Hotel Foxtrot” (2002), “Embryonic” (2009) y “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (2010)?
El rock no murió con “Kid A”, pero quizá sí una cierta idea de cómo debía sonar un disco de un grupo de rock publicado por una multinacional. Un infinito de posibilidades se abría ante artistas ambiciosos que, además, habían visto crecer sus horizontes de influencias a través de la cacería arrebatada en Napster (por donde, famosamente, “Kid A” había ido rulando tres semanas antes de su lanzamiento). No obstante, en su libro dedicado a “Kid A” –“This Isn’t Happening. Radiohead’s Kid A And The Beginning Of The 21st Century” (2020)–, el crítico rock Steven Hyden nos recuerda que otro disco de octubre de 2000 tuvo aún mayor éxito y quizá haya sido aún más influyente: “Hybrid Theory”, de Linkin Park. Sea como sea, seguimos hablando de hibridación. Siempre hibridación. ∎