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La semana vista por…

Lunes, 31 de octubre

La muerte de Jerry Lee Lewis el pasado viernes minimiza la importancia de la mayoría de noticias de los últimos días. Pero vayamos, también, de la oscuridad a la luz: en este lunes previo al Día de Todos los Santos repasamos las manifestaciones de “terror” más notables de la actualidad musical y terminamos en un planeta radicalmente opuesto: el indie pop de los 90. Además, una fugaz mirada a las novedades del presente y el futuro, recuerdo a otro difunto ilustre –D. H. Peligro– y una sentida reverencia al ciclo Ciudad Sonora de Oviedo, que se celebrará esta semana.

Jerry Lee Lewis, 1957: killer.
Jerry Lee Lewis, 1957: killer.
El fallecimiento de Jerry Lee Lewis (1935-2022) el pasado viernes tiene atributos de fin de ciclo histórico. El cantante y pianista estadounidense era el último representante vivo de la hornada pionera de artistas que, durante la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado, establecieron el rock’n’roll como sonido popular dominante en la cultura occidental. La noticia fue confirmada el 28 de octubre por su agente de prensa, dos días después de una falsa alarma sobre su óbito que llegó a tener cierto recorrido en redes sociales. Este portavoz señaló que Lewis, de 87 años, había muerto por causas naturales en su casa cercana al área metropolitana de Memphis, la ciudad en que registró –a través del esencial sello Sun Records, el mismo que impulsó las grabaciones debutantes de Elvis Presley– sus primeras canciones de éxito. Interpretaciones de temas ajenos como “Crazy Arms”, “Whole Lotta Shakin’ Going On” o “Great Balls Of Fire”, que produjeron un enorme impacto por el despliegue de cruda energía que el feroz intérprete sureño les imprimía, la cual desbordaba frenético boogie-woogie en sus poderosas actuaciones. El éxito de estas primeras grabaciones de “The Killer” frenó a partir de 1958, cuando se casó con su prima Myra Brown, que solo tenía 13 años. El escándalo –no sería el único protagonizado por el músico a lo largo de su vida– se tradujo en cancelación y declive de su popularidad, aunque desde la segunda mitad de los años 60 Lewis logró hacerse un hueco en el ámbito del country, en cuya escena se estableció durante toda la década siguiente. En el tramo final de su trayectoria basculó entre el reconocimiento generalizado a su condición de pionero, las giras y también el trabajo en estudio, con títulos relativamente recientes como “Mean Old Man” (2010) y “Rock & Roll Time” (2014), en los que contó con un plantel de colaboradores ilustres de corte intergeneracional. El miércoles publicaremos un amplio artículo revisando su carrera.

Jerry Lee Lewis: “Great Balls Of Fire” (1957).
También tenemos que decir adiós a D.H. Peligro (Darren Henley), fallecido el pasado día 28 a los 63 años de edad debido a una fatal caída en su domicilio de Los Ángeles. Peligro fue batería de Dead Kennedys entre 1981 y 1986, además de en posteriores reencarnaciones de la banda punk de San Francisco.

Dead Kennedys: “Plastic Surgery Disasters”.
Llegó esa época del año idónea para celebrar la presencia de brujas, fantasmas, diablos y otros entes malignos entre nosotros. Unos que seguro montarán un buen guateque en honor de ese bestiario serán los Black Sabbath Cover Band Rehearsals en su concierto de esta noche en Brooklyn: este supergrupo, formado por gente de Dirty Projectors, Yeah Yeah Yeahs, Krallice e Interpol, acaba de publicar también dos versiones de la banda de Birmingham que revelan una notable adherencia al sonido original.

Otro que se ha apuntado al carro de lo espeluznante, decantándose por el universo del vampirismo, es el maestro holandés del laúd Jozef van Wissem, que hoy edita la banda sonora que ha compuesto para “Nosferatu, una sinfonía del horror” (F.W. Murnau, 1922), titulada “The Call Of The Deathbird”. La obra, originalmente un encargo de la Cinémathèque Française de París, es una perturbadora travesía de minimalismo droneante autodefinida como “un death metal denso y lento”, que combina sonidos extraídos de un extraño disco de siete pulgadas con grabaciones de pájaros extintos y con la manipulación filtrada de instrumentos de cuerda a la cual nos tiene acostumbrados el neerlandés.  Según Van Wissem, el género del horror proporciona al compositor mucha más libertad para experimentar que cualquier otro y lamenta que hoy en día los productores cinematográficos teman demasiado a los sonidos experimentales. Revisitar el filme de Murnau con esta contundente nueva pista sonora, quizá entre los episodios de “El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro” (Guillermo del Toro, 2022), podría ser un buen plan de Halloween, condimentado con una buena lista de reproducción de clásicos perennes y nuevos sobre la famosa noche, desde lo jocoso con Dead Kennedys o lo siniestro con Sonic Youth hasta la melancolía de Phoebe Bridgers o también Jackson C. Frank.

Jozef van Wissem: “Nosferatu Act 4”.
Desde Málaga, Esplendor apuesta por una versión de “I Walked With a Zombie”, de Roky Erickson, para celebrar tan monstruoso día. El dúo andaluz traduce al español la original –publicada en 1980 e incluida en el álbum del líder de 13th Floor Elevators “Roky Erickson And The Aliens”– en “Me fui con un zombi”, articulando un amable y sonriente ejercicio de pop sixties.

Esplendor: “Me fui con un zombi”.
Durante el fin de semana hemos podido degustar algunos de los lanzamientos más cercanos en espíritu y sonido a la noche de brujas, como el tétrico niño robótico que protagoniza la portada del nuevo avance de Blessed, la flamante tunda de doom/death blackizado de los veteranos Darkthrone recuperando su sonido más “Panzerfaust” (1995) o un típicamente desbocado Mike Patton capitaneando la espasmódica superbanda de crossover thrash Dead Cross, con un nuevo álbum que, según el cantante, es el producto de “COVID, cáncer y alcoholismo”. Pero también hubo lugar para otras tipologías de música, como el delicioso regreso de Junior Boys a un sophisti-pop ambiental o King Gizzard And The Lizard Wizard abrazando su versión más ligera-funk con su enésimo álbum este año. También fichen la interesante colaboración entre Drake y 21 Savage, una dosis del siempre reconfortante soul vintage de Lee Fields o el apabullante trío de jazz vanguardista que la inquieta violinista Sara Nagano se ha montado con dos titanes como el pianista Karl Berger y el batería Billy Martin.

King Gizzard And The Lizard Wizard: “Hate Dancin’”.

En el ámbito hispano, desde México nos llegó un nuevo set de poesía y guitarra acústica cortesía de Natalia Lafourcade; mientras que Sr. Chinarro editó “Reality show”, álbum grabado junto a músicos habituales en los conciertos de Mishima y Zahara con el que el músico hispalense continúa ampliando su siempre estimulante discografía

Sr. Chinarro: “La audiencia decide”.

El pasado viernes se anunciaron una serie de lanzamientos para el año siguiente, con sus respectivos avances musicales. He aquí algunos de los que más curiosidad suscitan: la mezcla de fingerpicking acústico y actitud punk de la cantautora Sunny War; el regreso tras cinco años de parón de King Tuff con “un álbum sobre el amor, la naturaleza y la juventud” cuyas primeras notas –que parecerían salidas de los Beatles– marcan su progresivo alejamiento del garage-rock convencional; la tralla rockera con pianillo incluido de The Men; la propuesta orquestal y elegante de Philip Selway, batería de Radiohead, bañada de cuerdas y sintetizadores; la colaboración de The Go! Team con The Star Feminine Band, una banda de chicas adolescentes de Benín; o el encuentro entre Algiers y Zack de la Rocha, la voz de Rage Against The Machine, traducido en un angustiante asalto de electrónica progresiva y techno industrial estrambótico.

Algiers: “Irreversible Damage” (ft. Zack De La Rocha).
Estamos calentando motores también para la tercera edición de Ciudad Sonora en Oviedo, que empieza el 2 de noviembre y se desarrollará hasta el 9 de diciembre, aportando uno de los proyectos más loables del panorama nacional. El ciclo, financiado por el ayuntamiento de la capital asturiana, ofrecerá una veintena de conciertos gratuitos de referentes nacionales como Toundra o Guadalupe Plata en cinco locales de la ciudad. Según sus organizadores, el proyecto “tiene como fin visibilizar y fortalecer los cimientos de estos lugares imprescindibles de la vida cultural, apoyando la red que la posibilita y poniendo en valor el papel de las salas como los verdaderos agentes dinamizadores del ecosistema musical”. Lo ecléctico del cartel del evento –que toca palos musicales tan distintos como el stoner rock, el electropop, el drone o el hip hop– quedará rematado con la realización de diversas charlas sobre la música en el territorio nacional, con invitados como Andrés Noarbe, uno de los fundadores de Aviador Dro, o Edi Clavo, escritor y batería de los extintos Gabinete Caligari.

Toundra: “El odio Part 1”.

Terminamos la sesión de noticias del día con un repaso a la lista recién compilada por ‘Pitchfork’ a propósito de los mejores 25 álbumes de indie pop de los 90. Apreciamos la inclusión, más allá de pesos pesados como Belle & Sebastian o The Magnetic Fields, de joyas más desconocidas del twee pop como Tiger Trap, The Cat’s Miaow o Heavenly; de grupos de noise pop americanos injustamente olvidados como Henry’s Dress o Velocity Girl, así como el saludo internacional a un discazo como el “Fanfare” (1999), de los japoneses Advantage Lucy.

Con espíritu puramente constructivo, también lúdico, y para aquellos que se hayan quedado con ganas, añadiremos diez álbumes más: “The La’s” (1990), el único álbum de The La’s, banda pre-britpop de Lee Mavers que podría haberse comido el mundo. “Fear Of God” (1991), la obligatoria inclusión kiwi, The Bats en lo más alto de su dominio de la perfección pop. “Time For A Witness” (1991), el jangle pop todavía potentísimo de la época tardía de The Feelies. “Perfect Teeth” (1993), el refinamiento de lo ruidoso/celestial del último disco de Unrest. “Bring it Down” (1993), el debut de la deliciosamente melódica banda neoyorquina Madder Rose. “Frisbie” (1995), de Heavy Vegetable, el clímax juvenil de Rob Crowe, esa máquina de píldoras de pop matemático de San Diego. “El efecto lupa” (1996), uno de los tres maravillosos discos de El Niño Gusano, irrepetible banda zaragozana, representando al ámbito nacional. “Carnival Boy” (1996), esa pequeña obra maestra en solitario de Tobin Sprout, el eterno secundario de Guided By Voices. “Spanish Dance Troupe” (1999), la versión más controlada y directa de los otrora inclasificables galeses Gorky’s Zygotic Mynci. Y “When Your Heartstrings Break” (1999), la perfección tonal y armónica de Beulah, brillante pero malograda banda del colectivo Elephant 6.

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