La discografía de
William Basinski (Houston, 1958) es extensa y variada y todavía tiene varias grabaciones recientes y publicadas que no ha presentado en España. Hablamos de
“Music For Abandoned Airports: Tegel” (Musex International, 2021),
“… on reflection” (Temporary Residence, 2022), grabado junto a Janek Schaefer, y
“Iceland Celeste” (Musex International, 2022) y
“The Clocktower At The Beach” (LINE, 2023). En algunos casos, se trata de cintas antiguas rescatadas del olvido y manipuladas digitalmente para su recuperación. Pero lo cierto es que hay una pieza por la que el compositor y multinstrumentista estadounidense ha entrado en la historia:
“The Disintegration Loops” (2062, 2003).
La historia de esa grabación está envuelta en un halo de simbolismo. En los últimos días del verano de 2001, arruinado y a punto de ser desahuciado del
loft de Williamsburg con hermosas vistas a Manhattan en que vivía, Basinski, que entonces tenía 43 años, se puso a digitalizar las viejas cintas magnéticas de bobina abierta en las que había registrado grabaciones de finales de los años setenta y ochenta. Se dio cuenta de que habían envejecido en esos poco más de veinte años y de que, según las reproducía para transferirlas a formato digital, las partículas de óxido de hierro se iban despegando de la cinta magnetofónica que servía de soporte y el sonido se iba desintegrando, apareciendo
glitches, retardos e incluso pequeños espacios sin sonido alguno. Cuando terminó el proceso toda su obra se había convertido en polvo analógico. Sin embargo, su nueva esencia se había transferido a un archivo digital de cinco horas de música que documentaba tanto su muerte como su resurrección.