Cuando el 16 de octubre de 1992 Sinéad O’Connor (1966-2023) subió al escenario del Madison Square Garden de Nueva York, hacía dos años y medio que había emocionado al mundo con “Nothing Compares 2 U”, tema incluido en su segundo álbum, “I Do Not Want What I Haven’t Got” (1990). La canción, original de Prince compuesta para la banda The Family –protegida suya–, que la grabó en su álbum homónimo y único de 1985, narra el vacío de una ruptura sentimental. Multiplicaba su potencia un vídeo memorable en su sencillez. En el clip, un primer plano de la cantante, rapada y cuello vuelto, con insertos de ella paseando como un fantasma por el parque parisino de Saint-Cloud, pintado en su momento por Kandinsky, culminaba con una lágrima espontánea. Frágil pero firme, como cuando en la gala de unos Grammy se pintó en la cabeza el logo de Public Enemy en protesta por el desprecio de los premios al rap. O como cuando se negó a actuar en Estados Unidos si antes sonaba el himno nacional. Así conoció el gran público, en particular el norteamericano, a la irlandesa.