¿Qué hace John Dowland en una discoteca de Benidorm? Si alguien podía imaginar esa escena, era Danny L Harle. Y no solo la imaginó: la convirtió en canción. En “Starlight”, su primer single como artista principal desde “Harlecore” (2021) y debut para XL Recordings, el productor británico vuelve a su terreno favorito: el pop llevado a sus límites, entre el exceso y la delicadeza, entre la lágrima y el subidón.
Harle no es un desconocido en este terreno. Desde sus inicios con PC Music, ese colectivo que cambió las reglas del pop a base de pastiche y vanguardia, ha colaborado con Charli XCX, Caroline Polachek, Dua Lipa y hasta Shygirl, siempre con esa mezcla de humor, riesgo y emoción genuina que lo hace tan reconocible. En “Starlight” se alía con PinkPantheress, perfecta para el papel: su voz parece hecha para deslizarse entre las melodías de Harpsichord imaginarias y los bombos 4/4 que estallan como estrobos en plena noche.
La canción, que ya había levantado murmullos tras sonar en su incendiario set de cierre del Primavera Sound (una de esas sesiones que te hacen preguntarte por qué no hay más DJs con sentido del drama y del pop), es un homenaje a las emociones encontradas: la melancolía elegante de Monteverdi y Dowland, la pegada pegajosa del eurodance de Gigi D’Agostino, el trance más kitsch de los dos mil. Harle mezcla todas esas referencias en un batido turquesa de sintetizadores, coros celestiales y breakbeats de chicle que tanto recuerdan a las primeras fantasías de Alice Deejay como a los laberintos emocionales de un madrigal isabelino.
Y ahí está la huella para lo que viene: un futuro donde el pop no tiene que pedir permiso para ser excesivo y culto a la vez, donde la pista de baile se nutre de bibliotecas y memes por igual, donde el barroco y el bakalao conviven sin complejos. Después de “Starlight” es difícil imaginar a Danny L Harle retrocediendo a fórmulas más tímidas: el camino apunta a más maximalismo emocional, más anacronismo juguetón y, sobre todo, a mantener esa extraña capacidad de hacer que un cierre de festival se sienta como un ritual y un karaoke a la vez. En su universo, la luz sigue encendida y el baile continúa. Y probablemente en falsete. ∎