Si un artista telonero tiene que servir para preparar el ambiente, la elección de I Am Dive no pudo ser mejor. El dúo sevillano, con largo recorrido en la asociación música-cine, presentó las primeras canciones de lo que será su primer disco desde “Music For Silent Running” (2017) para los que llegaron a tiempo para verlo.
No habrían salido más marciales dEUS ni aunque lo hubieran hecho con el “The British Grenadiers” en versión “Barry Lyndon” (Stanley Kubrick, 1975). Aunque la inicial –inicial y titular también de su último disco– “How To Replace It” se debe a otra película: la “Un hombre y una mujer” (1966) de Claude Lelouch, de cuya instrumental “Aujourd’hui c’est toi” –compuesta por Francis Lai– toma el grupo belga la base rítmica original de timbales para transformarla en un heraldo tormentoso y apabullante. Una presentación intimidatoria, de las que mandan callar, propia de un grupo bautizado en honor al Altísimo. El efecto de la alineación soldadesca de los cinco miembros de dEUS coreando al unísono con gravedad y tensión inmóvil hacía pensar en John Parish y Mick Harvey y sus cosas.
Entre otros motivos, dEUS iban así de sobrados porque presentaban –en la sala La Paqui de Madrid, la jornada anterior habían tocado en Barcelona– su mejor disco desde “The Ideal Crash” (1999). Aunque quizá se podría haber previsto lo contrario en un grupo con treinta años de carrera, no se limitaron a elegir tres canciones de “How To Replace It” y trufar de éxitos el resto del repertorio, cosa que pocos habrían reprochado, sino que metieron ocho de los doce temas del nuevo álbum. Destacaron el single “Must Have Been New” –segunda en aparecer–, la nostálgica “1989” o “Man Of The House”. Y sorprendió “Simple Pleasures”, con ese cantar medio rapeado medio spoken word à la Zack de la Rocha –con esa nueva o acumulada voz de Tom Barman, más coheniana– y una ejecución en directo muy por encima de lo que promete su versión grabada. La música de dEUS, cómo no, está construida para elevarse en comunión.
Y comunión hubo cuando el grupo belga recurrió a sus éxitos, algunos evidentes y otros no tanto. dEUS es un grupo complejo de descifrar. Han deambulado por las décadas, apareciendo y escondiéndose, existiendo y dejando de hacerlo, con miembros que se iban para un rato o para siempre, como si formaran parte de una entidad destinada a no dejarse captar por ningún radar de modernidad que en consecuencia nunca los enfocó debidamente, o lo hizo a destiempo o con desgana, o simplemente pasó de largo. Por el camino han dejado una nómina de seguidores que son fieles de la manera en que uno es fiel a las cosas a las que cuesta cierto trabajo serlo.
Quedan en dEUS dos miembros originales. El cantante y principal compositor, Tom Barman, que disfruta en el escenario y exterioriza todas las cosas que lleva dentro, que a los cincuenta y un años deben de ser unas cuantas, y el teclista Klaas Janzoons, que navega por mundos interiores intensos en los que toca su propio concierto: quizá la única manera de pasar en casi cada canción del teclado a la viola eléctrica, las maracas y vuelta al piano sin perder la cabeza es llevarla perdida de casa.
El trío restante es el que mantiene el arrollador centro de gravedad. El batería, Stéphane Misseghers, porque no tiene más remedio, es lo suyo. Pero son el guitarrista Mauro Pawlowski y el bajista Alan Gevaert, con esa postura inmutable de “otro día en la oficina” o más bien de “esto es lo que hacemos, y lo hacemos bien”, los que mantienen prietas las filas. Solo en “Instant Street”, que es el gran momento de la noche, se concedió Pawlowski una especie de movimiento guitar hero que terminó en simulación de ametrallamiento. Ya lo avisaron al principio, aquí había venido un ejército armado.
No es una manera de hablar. No hay otra forma de definir, por ejemplo, la batería de “Fell Off The Floor, Man” sin recurrir a metáforas balísticas. Además de esta recuperación de “In A Bar, Under The Sea” (1996) y de la euforia provocada por “Instant Street” y su final apoteósico, hubo alzar de brazos para otras canciones queridas como “The Architect” o “Girls Keep Drinking”, aunque cuando de verdad la cosa se ponía intensa, como en “Quatre mains”, el sabor era más especial, distinto, como distinto es el polar del cine negro.
En el bis, una concesión al fan más pata negra con “Roses” y lo que se antojó el único fallo de la noche: la inclusión de la lenta “Love Breaks Down”. No por la calidad de la canción, sino porque con el frenazo de revoluciones algunos miraron por primera vez el reloj –hora y tres cuartos de concierto– y quizá pensaron en otras cosas y una porción del nervio se desvaneció una canción antes de tiempo. Pero nada que hiciera olvidar que se acababa de asistir a un concierto de rock, perdonen la licencia, como dEUS manda. ∎