Nacida en Buenos Aires en 1978, pero nómada en sus primeros años junto a sus padres y con la complicada relación con su hermana gemela, Florence Dupré la Tour nos contó en medio del bullicio del Festival de Angulema cómo se produjo esta transformación para sobrevivir como mujer y autora a su predestinación social.
Más alegre y cercana de cómo se dibuja en sus libros, Dupré la Tour explica ahora de manera mucho más simple todos esos años en que se negaba a admitir su rol meramente femenino y aspiraba a ser un chico que defendiera a las chicas. En el amplio stand de la editorial Dargaud se puede comprar y ojear los diferentes volúmenes de esta trilogía. “Cruelle” (2016; inédito en castellano), donde la abrupta relación con el mundo se produce a través de los animales de compañía y de campo. “Pucelle” (2020-2021), “Doncella” en la edición española, que también se podría traducir como “virgen”, y que se desdobla en dos volúmenes, “Principiante” y “Nivel avanzado” (Astiberri, 2023). Y “Jumelle”, “gemelas” en su doble tomo “Inséparables” (2023) y “Dépareillées” (2024), también inéditos en castellano. Antes de ello, se había dedicado fundamentalmente a los cómics infantiles y juveniles, con una serie en la colección Bayou de la editorial Gallimard dirigida por Joann Sfar: “Capucin” (2007-2008). Y entremedio también encontramos una incursión en el imaginario de la pornografía: “Carnage” (2019).
Todo parecía llevarla hacia su pasado irresoluto con las leyes de la sexualidad. Y cuando se decidió a desarrollar esta autoficción, vio claro que lo haría en tres partes. “No tenía elección”, nos empieza diciendo de esta génesis. “No se trataba de tener ganas, sino que el asunto se impuso a mí. Necesitaba hacerlo. Y sabía que lo tenía que hacer desde hacía tiempo. Pero esperé a los 35 años para estar segura de lo que quería decir y cómo. Hacía falta que aprendiera a escribir, que aprendiera a dibujar, que encontrara el buen tono para esta historia. Es una tragicomedia, algo que le va bastante bien a estos recuerdos. Y, desde el principio, sabía que la iba a desarrollar en tres temáticas”.
Un proceso que le ha llevado unos diez años, pero que en su momento no sabía calcular. “Para ‘Cruelle’ fui bastante rápido y tardé un año y medio. En cambio ‘Doncella’ –porque había muchas temáticas que concernían a la sexualidad y debía profundizar leyendo escritos feministas y militantes, así como documentación al respecto, ya que no podía equivocarme diciendo cualquier cosa– me tomó no menos de tres años antes de escribir el primer tomo. El segundo, una vez empezado, salió un año más tarde”.
Durante este tiempo, su estilo gráfico también ha variado. “Cruelle” se despliega en un formato más pequeño y enteramente en un sombreado blanco y negro. Las otras dos partes ya son más homogéneas, con la incorporación del color en sus diferentes tonalidades de rojo. “Soy muy intuitiva y busco hasta que encuentro el buen estilo del libro. Cambio a menudo de dibujo. Es bastante movedizo, está sometido a mi humor del momento. Para ‘Doncella’, existía una cuestión narrativa para que surgiera el rojo –que concierne a la sangre, la carne, la violencia–, y también el rosa –que se refiere a la cuestión del amor, de los sentimientos–”. Es decir, de la regla para el primero.
Una alegoría de ese período mensual y, en los primeros años, de dolor menstrual para la autora. Algo que se mantiene fundamentalmente en la esfera femenina y que una dibujante como Julie Doucet contó la primera con todo su sarcasmo. “Descubrí tardíamente a Doucet. Leí ‘Changements d’adresses’ (1998) y fue extraordinario para mí. Me aportó la posibilidad de decirlo todo, de explicar cosas muy personales. Realmente ella entra en sensaciones y sentimientos que, en general, se callan, se mantienen escondidos. ¡Y lo hace a fondo!”.
El estilo de Dupré la Tour, sin embargo, no es tan underground y se sitúa más en un dibujo próximo a la caricatura y de aparente ingenuidad. En ello se parece más a la también francesa Catherine Meurisse, que viene de la caricatura de prensa y se ha expandido hacia espacios menos coyunturales. “Formamos parte de la misma familia gráfica y, evidentemente, hay conexiones con Meurisse”, admite. Y también cita a Marion Montaigne o autores más veteranos muertos recientemente, como Claire Bretécher o Sempé. Ella misma no rehúye la influencia de “Mafalda”, de Quino, o de los “Mumins”, de la finlandesa Tove Jansson. “Hay cosas que me inspiran desde la infancia. Pero, de todos modos, para mí era más fácil establecer una distancia a partir del dibujo. Es un dibujo muy esquemático, muy caricatura. Porque es un tema muy personal”, confiesa.
Y aquí entramos de lleno en el contenido de estas historias, donde todo es autobiográfico. “Existía una gran cantidad de secretos, de tabús, en torno a la sexualidad en mi familia. Como en muchas familias; tampoco nos vamos a engañar”, explica, para dotar a su proyecto de un carácter más universal. “Esto me llevó mucho tiempo. Es difícil meter el dedo en aquello que no se verbaliza y conseguir dibujarlo”.
En el caso de la familia Dupré la Tour, con otros cuatro hermanos, se trataba de un padre distante y una madre ama de casa que, con el tiempo, cuando llegaron todos ellos a Lyon a mediados de los años noventa, agudizó su comportamiento religioso. Su madre acabó militando en una asociación contra el aborto. “En este contexto, la sexualidad estaba prohibida. Evidentemente, estaba lo del aborto, pero también era mejor no tomar pastillas contraceptivas porque no era bueno para el cuerpo. ¡Era muy complicado tener relaciones sexuales con los chicos sin quedarse embarazada!”, recuerda de esa época. De hecho, “Cruelle” empieza con ella teniendo al primero de sus dos hijos a los 26 años.
Nadie de su entorno sale indemne en estas caricaturas. Una exposición pública sin tapujos, aunque sea utilizando el humor. ¿Cómo se lo han tomado sus padres? “Mi padre no lo sé, nunca hemos hablado de ello. Evitamos el tema. A mi madre le hirió mucho. Porque nunca le pedí mi opinión a mis padres o a mis hermanas o hermano. Fue una iniciativa, por mi parte, quizá un poco inmoral, pero que forma parte de la ética de la escritura. Porque si hubiera pedido su opinión a las personas representadas en el álbum, me habrían dicho ‘no, no quiero estar ahí’ y habrían censurado los pasajes”.
En la tercera parte de su saga autobiográfica, “Jumelle”, el nivel de confesión es aún más epidérmico porque hay que contar una vida de fusión hasta bien entrada la adolescencia, en la que Florence se sentía la pareja masculina de Bénédicte, su hermana gemela. Todo gira alrededor de esta ruptura por parte de una Bénédicte más extrovertida y menos acomplejada y una Florence que sufrió al quedarse sola de repente. “¡Porque me dejó, se marchó!”; así reproduce todavía su sentimiento en estas páginas. “Fue una pena de amor. Es muy perturbador decir que estás en pareja y que vives una verdadera historia de amor. Hay historias de amor entre amigos, amistades que son a veces pasionales. ¡Y yo tenía una relación pasional con mi hermana gemela, exclusiva! Y desde la tierna infancia. Que te abandone la persona con la que estás desde hace dieciséis años es un drama casi indescriptible”.
Y, un rato más tarde, asume que era inevitable: “Si nos hubiéramos quedado una encima de la otra, nos habríamos devorado entre nosotras”. No es extraño que, cuando acude a los encuentros con el público, le vengan a ver lectores que también son gemelos. “Y siempre les hago la misma pregunta: ‘¿Os dais un beso?’ Ni un solo gemelo le da un beso al otro. ¡Entre gemelos, no hay besos!”.
Para la inmensa mayoría que no nos hallamos en esta circunstancia, este tipo de experiencias y explicaciones no dejan de provocarnos asombro. Es la impresión que producen las viñetas de la tercera parte, aún inéditas en España. Con algunos capítulos que vuelven como un flashback, repitiendo viñetas enteras con variaciones. De los primeros siete años de la autora en Buenos Aires, de los 7 a los 11 en una finca boscosa en el este de Francia, de los 11 a los 16 en la isla antillana de Guadalupe, y posteriormente en Lyon, donde sigue viviendo en su periferia. “Hay ciertas escenas que reaparecen pero que no cuentan en absoluto la misma cosa”, puntualiza la autora. “Reencontramos el contexto, los personajes, la misma situación, pero expuestos bajo otro ángulo”.
Parecería que Dupré la Tour ha agotado toda esta época de su vida y la pregunta evidente es hacia dónde se va a dirigir ahora su trabajo gráfico. La respuesta se encuentra a medio camino. Actualmente, está inmersa en una continuación de su autobiografía, ya desde su edad adulta, aunque sea demasiado pronto para hablar de ello: “Habrá un poco de infancia, algunas páginas. Pero será realmente la edad adulta, a partir de los 18 años”. ¿Es más fácil o más difícil que la infancia o la adolescencia? “No, es más difícil, porque dibujar niñitos es muy fácil para mí”, reconoce, cuando logro que se exprese brevemente en español. ∎