Libro oportuno el de la novelista y periodista argentina Leila Guerriero (Junín, 1957) en torno a Truman Capote y la gestación de “A sangre fría”, su icónica novela de no ficción publicada en 1966 tras una ardua labor de documentación y escritura que duró siete años. Oportuna en cuanto al contexto de Capote, de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento y los cuarenta años de su fallecimiento. Oportuna porque ofrece una mirada distinta, complementaria, a otros productos culturales que han aparecido en los últimos meses en torno a Capote o “A sangre fría”: la serie de televisión “Feud: Capote vs The Swans” (Ryan Murphy, Jaffe Cohen y Michael Zam, 2024) y el cómic “Truman Capote. Regreso a Garden City” (Nadar y Xavier Bétaucourt, 2024).
Pero siguiendo el rastro de la no ficción, de la que Guerriero ya ofreció con su anterior obra, “La llamada. Un retrato” (2024), una buena muestra de sus posibilidades, la autora elabora en “La dificultad del fantasma” un tejido narrativo en el que la experiencia de Capote dialoga con la suya a la vez que retrata un tiempo, un lugar (la Costa Brava en los años sesenta), un estado de ánimo y un proceso creativo. El fantasma es Capote durante su estancia en una casa de la Cala Sanià, cerca de Palamós, en el corazón de la Costa Brava catalana, para seguir con la escritura de “A sangre fría” lejos del mundanal ruido neoyorquino al que pertenecía. El subtítulo del libro es explícito, “Truman Capote en la Costa Brava”, pero no definitivo: la lectura de este breve retrato-relato-ensayo publicado en la colección Nuevos Cuadernos de Anagrama nos abre nuevas perspectivas.
Las más interesantes no atañen a Capote, ya que para los seguidores del autor de “Música para camaleones” (1980) y “Plegarias atendidas” (1987), el trabajo de Guerriero no ofrece novedades dignas de mención. Incluso resulta muy explicativo en aspectos de Capote y “A sangre fría” de sobras conocidos. Pero está bien no dar por sentado que el hipotético lector lo conozca todo sobre el personaje evocado. Lo más sugestivo de “La dificultad del fantasma” radica en lo que explica la autora de ella misma a través de un proceso que se bifurca en muchas direcciones. Porque esta aproximación a la obra y al fantasma de otro escritor nace, como asegura ella, del vacío espectral que había dejado el libro de no ficción que acababa de escribir, el citado “La llamada”.
La dificultad del fantasma, o la imposibilidad de la certeza: “Las cosas que se cuentan sobre Capote en su paso por la Costa Brava están basadas en una materia que tiene tanta solidez como un carámbano de hielo expuesto al sol del Caribe”. Hermosa y rotunda definición de lo difícil que es construir una realidad a través de realidades dispersas, informaciones antagónicas, datos que se han perdido con el paso del tiempo y del que solo quedan esquirlas de recuerdos esquivos. La casa cerca de Palamós es hoy, en manos de Sergi Ferrer-Salat, una residencia literaria que alberga durante breves períodos a dos, tres o cuatro escritores. Allí llegó Guerriero el 12 de abril de 2023. En la misma casa había redactado Capote el último tercio de su novela en 1962.
La autora contempla la cala desde la casa, las piedras sumergidas en el murmullo onírico del agua, como las describe desde su atalaya de quietud. Y mientras se adapta a este nuevo mundo mediterráneo, en el que también está el viento de tramontana, “olas vegetales de un furor desquiciado”, recuerda lo que ha escrito David Lynch sobre lo que debe hacerse antes de pintar un cuadro y, entonces, dialoga con él a partir de lo que ella hace antes de escribir un libro. Escruta el estilo de “A sangre fría” resaltando de su maestría el hecho de que sea una narración en tercera persona en la que el narrador cambia de puntos de vista sin decir nunca yo estuve allí o vi aquello (Capote siempre destacó que ese había sido su gran logro, que nunca apareciera el yo en la novela). Reflexiona sobre lo discutible que es la higiene de una entrevista periodística, citando las manipulaciones que Capote ejerció en los asesinos del caso real de “A sangre fría” para obtener lo que quería. Evoca también el restaurante de Cadaqués en el que al novelista estadounidense le servían un extraordinario suquet de escórpora. Y recuerda que en 1957 un escritor de su país, Rodolfo Walsh, ya había publicado una novela de no ficción a partir de unos fusilamientos clandestinos, “Operación Masacre”.
Al final, Guerriero no encuentra al fantasma porque, entre otras cosas, Capote no mencionó casi nunca en sus cartas el lugar de la Costa Brava que la escritora argentina define como el sitio de los últimos días transparentes. Después se despide de la “costa salvaje” con emoción y le dice adiós a ese mar que jadea cubriendo las rocas como un animal violento. Guerriero dice haber tenido sueños felices en la casa en la que Capote tuvo pesadillas estremecedoras. ∎