Libro

Óscar Avendaño

¡Lo tengo en vinilo!Neo Person Sounds, 2024

Óscar Avendaño (Vigo, 1973) forma parte de esa imprescindible y multitudinaria tropa de músicos que entran a formar parte de una banda de éxito cuando en la banda de éxito se han producido varios cambios de formación, y a sus nuevos miembros el público no les concede el protagonismo que sí otorgaron a los padres fundadores. Avendaño entró en 2001 en Siniestro Total para sustituir a Segundo Grandío (es, pues, sustituto del sustituto que entró en 1988 en lugar de Alberto Torrado), y grabó con la banda viguesa sus tres últimos álbumes de estudio: “Popular, democrático y científico” (2005), “Country & Western” (2010) y “El mundo da vueltas” (2016), así como los discos en directo “Que parezca un accidente” (2008), “La noche de la iguana” (2014) y “40 años sin pisar la Audiencia Nacional” (2023).

Pero Óscar tenía trayectoria musical previa y, también, posterior: forma parte de The Bo Derek’s y de varias bandas de versiones. Sin embargo, si estamos hablando de él ahora es por haber publicado un libro curioso en el que, sin ser una biografía al uso –como ha reconocido en alguna entrevista, él no es Julián Hernández: “La gente no va a comprar mi autobiografía como si fuera él”–, repasa su vida detallando los momentos en que determinados discos que la marcaron irrumpieron en ella. Lo hace en noventa capítulos, a disco por capítulo. Y otra cosa curiosa es que en esa lista de noventa figuran tres discos de Siniestro Total: “¿Cuándo se come aquí?” (1982), “Siniestro Total II (El regreso)” (1983) y “Made In Japan” (1992). El primero de ellos, que es el primero de Siniestro Total, es con el que se abre el libro, y el último, con el que se cierra. Lo más importante de “¿Cuándo se come aquí?” es que lo descubrió con 9 años y que tenía para él, además, el sabor de “lo prohibido”, por esas canciones en las que se hablaban de tetas, pililas, chochos voladores, ahorcados empalmados: “Ese fue el momento exacto en el que mi vida descarriló sin posibilidad de retorno”. Descubrir que eran tipos de su barrio, el del Calvario, e incluso de su misma calle, la del Cristo, le fascinó.

Pero es que entrar a tan temprana edad en el mundo de Siniestro Total le sirvió también para incorporar nuevos descubrimientos su vida: “A Lynyrd Skynyrd, a Bad Company, a Cucharada, a los Shadows, a los Undertones o a Iron Butterfly”. De estos, solo uno de ellos forma parte, también, de su crecimiento personal o, al menos, de los noventa capítulos: los Lynyrd de “(Pronounced ‘Lĕh-‘nérd ‘Skin-‘nérd)” (1973), de los que llevaba una pegatina en la funda de su primer bajo y que le hace recordar una anécdota: que hubiera estado muy bien haber podido contar que perdió “la virginidad gracias a Lynyrd Skynyrd”

La mayoría de las referencias son internacionales, claro está, aunque no sé en realidad por qué tiene que estar “tan claro” cuando hablamos de músicos españoles y estos no siempre son bilingües. Hay monstruos sagrados del más variado pelaje como Beatles, Stones, Elvis, Dylan, AC/DC, Beach Boys, Roy Orbison, Johnny Cash, Neil Young, Tom Waits, Rod Stewart o Van Morrison; artistas que uno imagina en su entorno como Dr. Feelgood, Ramones, Sex Pistols, The Byrds, Syd Barrett, The Band, Nick Drake, Creedence Clearwater Revival, Wilco, Tom Petty, J.J. Cale o Beck; y sorpresas como la presencia de Robert Plant y Alison Krauss, Teenage Fanclub, Adam Green, Sylvain Sylvain, ¡Richard Hawley! o ¡la ausencia de Zappa! No faltan grupos españoles entre los que lo marcaron (y aquí sí cito todos): la banda lucense Los Contentos –“2” (1990)–, los cántabros Los DelTonos –“Live Ego-Trip”(1993)–, los asturianos Doctor Explosión –“Vivir sin civilizar” (1992)–, los castellonenses Vincent von Reverb y sus Vaqueros Eléctricos –“Vincent von Reverb y sus Vaqueros Eléctricos” (1999)–, los madrileños Los Enemigos –“La cuenta atrás” (1991)– y Burning –“El fin de la década” (1979)– más Vainica Doble sin disco referenciado. Y también argentinos: Andrés Calamaro (“Honestidad brutal”, 1999), Ariel Rot (“Cenizas en el aire”, 1999), Andy Chango (“Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia”, 2001). O los brasileños Os Mutantes (“Everything Is Possible!”, 1999).

Pero, sobre todo, los discos no aparecen aquí por ser cojonudos, sino por lo que han representado en la vida de Avendaño. Ahí está, por ejemplo, el desamor –representado en artistas y canciones como Harlan T. Bobo y su “Too Much Love” (2006), Townes Van Zandt y su “Our Mother The Mountain” (1989) o Richard Hawley y “Coles Corner” (2005)–. Explicando su relación con esas canciones o álbumes, Avendaño se reconoce –“aunque me joda”– en el papel de acosador: “Me había convertido en una pareja tóxica para Ana”. En su descargo: eran otros tiempos y llamar a las tantas de la madrugada a tu ex, la que te ha dejado, no se criminalizaba socialmente, aunque la tal Ana sí lo viviera como un infierno.

También hay recuerdos de la etapa en la que curraba en la tienda viguesa de discos Honky Tonk. Recuerda cómo descubrió a Mojo Nixon a través de la portada de “Whereabouts Unknown” (1995), en la que Nixon aparecía con “cara de recién salido del psiquiátrico”, y se quedó prendado de su sentido del humor “negrísimo”. Escuchar el “Wildflowers” (1994) de Tom Petty le hace acordarse siempre de aquel día en que, fruto de su nulo sentido de la orientación, no conseguía salir en coche de Pontevedra, ya que siempre se topaba “con señales de direcciones obligatorias o prohibidas, y siempre terminábamos llegando al mismo lugar del que habíamos salido: la puerta del hotel”. Cuando por fin encontraron un cartel que indicaba el camino a Vigo, pararon poco después en una gasolinera… ¡para descubrir que iban en dirección opuesta!

La taberna que regentaban sus padres (y en la que también tuvo que trabajar en determinadas ocasiones) también es marco de anécdotas. Escribiendo sobre “Zuma” (1976), el álbum de Neil Young y Crazy Horse que le hizo amar eternamente al tosco y delicado cantautor canadiense (¿qué os parece la combinación de adjetivos contrapuestos?), recuerda que un parroquiano habitual de la taberna le insistía, sin bajarse de la burra de su error, en que Emerson, Lake & Palmer pasaron a ser su grupo favorito cuando“se convirtieron en cuarteto: Emerson, Lake, Palmer & Young”… Por cierto, Avendaño cuenta que aprovechó para deshacerse de unos cuantos discos de Emerson, Lake & Palmer cambiándolos por otros tantos discos de Nick Drake y así pasa a explicarnos la admiración que empezó a sentir por él a través de su “Fruit Tree” (1979).

Y si habéis llegado hasta aquí, haciendo referencia a una broma que aparece en el prólogo, os informo también de que este lo ha escrito… ¡Julián Hernández! ¿Se puede pedir más? ∎

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