En una anacrónica Londres victoriana, una joven es devuelta a la vida tras suicidarse. Se llama Bella (Emma Stone) y el artífice de su resurrección es el prestigioso doctor Edwin Baxter (Willem Dafoe), quien a partir de entonces será su custodio y, en cierto modo, su padre; porque Bella se ha convertido –por razones que se revelarán más tarde– en una suerte de niña atrapada en el cuerpo de una mujer, un monstruo en el que conviven una curiosidad e inocencia infantiles con los vicios y pasiones de un adulto.
No es raro que Yorgos Lanthimos haya querido adaptar la novela “Pobres criaturas” (1992; recuperada el año pasado por Libros Walden), del escocés Alasdair Gray, desde 2009: aquel año el cineasta griego ganó el premio de la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes y fue nominado al Óscar a la mejor película internacional por su tercer filme, “Canino” (2009), el cual partía de una premisa similar (tres adultos eran sometidos al más absoluto infantilismo por parte de su autoritario padre) para combinar denuncia social con una perspectiva misántropa, en línea con el cine europeo de autor del momento. Durante quince años, la trayectoria del realizador ha seguido esa ruta, si bien sus cualidades más excéntricas le han salvado de ser completamente previsible. “Pobres criaturas” (2023; se estrena hoy), ganadora del León de Oro a mejor película en el pasado Festival de Venecia, representa para él, en cierto modo, una prueba: ¿será capaz, con el paso de los años, de revisitar los mismos temas desde una perspectiva distinta, con suerte más madura y compleja?
Esto último es evidente desde el primer momento, gracias a la presentación deslumbrante, tanto en la escenografía como en los efectos especiales, y al explosivo humor de los diálogos y la comedia física, la cual recae mayoritariamente en el magnífico tándem formado por Stone y Ruffalo, cuyas interpretaciones, entre el hieratismo y el espasmo, son las mejores en cualquier filme del ateniense.
Desgraciadamente, este atractivo envoltorio, con la excelente banda sonora del joven Jerskin Fendrix como lazo, no siempre es equiparado por la puesta en escena, preocupado como está el cineasta en desplegar decenas de recursos por minuto, en ocasiones de forma bastante arbitraria. Con “Pobres criaturas”, Lanthimos sale de su zona de confort para acercarse a las ambiciosas y extravagantes comedias de Wes Anderson, pero bien podría aprender del férreo control formal del texano. Cuando el material creativo no queda abandonado en busca de un autor, eso sí, estamos ante un espectáculo divertido y más bien inesperado para su realizador. ∎