Álbum

Caterina Barbieri

MyuthafooLight-Years, 2023

Caterina Barbieri (Bolonia, 1990) es una de las figuras más destacadas de la nueva música italiana, tanto en la rama de la música “culta” como en la de la electrónica. De hecho, ha actuado en varios de los templos más prestigiosos de ambos circuitos –incluidos la Elbphilharmonie de Hamburgo y la Philharmonie de París– y en los centros Barbican o Southbank de Londres o la Triennale de Milán, además de en festivales como Primavera Sound y Sónar o, recientemente, en el centro CondeDuque de Madrid.

Aunque de adolescente le gustaba el doom metal, el ruidismo del japonés Keiji Haino y el minimalismo de Terry Riley y Steve Reich, estudió guitarra clásica en el Conservatorio Giovanni Battista Martini de su ciudad natal y se licenció también en la Universidad de Bolonia con una tesis en etnomusicología del Indostán –la región que comprende India, Pakistán, Bangladés, Sri Lanka, Bután, Nepal y Maldivas– y el minimalismo. Pero todo su mundo compositivo cambió cuando en 2013 prosiguió sus estudios en el prestigioso Elektronmusikstudion (EMS) de Estocolmo, el centro sueco de música electroacústica, y descubrió allí las posibilidades que se le abrían gracias a la electrónica. Este es el ámbito fundamental en el que ha publicado sus hasta el momento seis discos contando “Myuthafoo”, el protagonista de este comentario.

Pero regresemos a 2019: aquel año publicó su tercer álbum, “Ecstatic Computation”, y es la propia Barbieri quien explica en su bandcamp que en esa misma época compuso “Myuthafoo” –que considera como obra “hermana” de “Ecstatic Computation”: emplea la palabra “sister”, en inglés– y que ambos fueron creados mediante su práctica compositiva cíclica, que se basa en una sustracción improvisada de patrones y permutaciones del continuo sonoro sintético.

“Ecstatic Computation” fue visto en su día como una obra maestra. Aquel disco consistía en simples secuencias de tonos generadas modularmente a las que Barbieri añadía reverberación antes de enviarlas al oyente en bucles. Aunque no había ritmo como tal, solo elementos abstractos –a veces glitches– cuya repetición constante conduce al cambio constante y genera, más que ritmo, una “estructura”. Así es como Barbieri consigue modelar mundos sonoros: secuencias de tonos astrales que flotan por su cosmos. Envueltos por ellas, no sentimos la pesadez de la vida terrenal.

“Myuthafoo”, que ha publicado casi cuatro años después en su propio sello, Light-Years, se constituye como una contrapartida más contemplativa de las secuencias extáticas de su disco hermano. Se basa en las mismas secuencias simples de tonos generados modularmente, provistos de reverberación y enviados al oyente mediante bucles. En este cosmos sonoro todo es igual y a la vez completamente diferente y todo se basa en ciclos y repeticiones. Una repetición que enriquece, porque lo que se repite se experimenta en contraste con lo anterior y resulta, en otras palabras, diferente.

Con escasos elementos –tan solo un sintetizador y un secuenciador– consigue crear sonidos hipnotizadores: suaves y rítmicos como el flujo y el reflujo de la marea. El secuenciador le sirve para superponer las secuencias de acordes que interpreta con el sintetizador y las melodías se superponen, creando una especie de eco escalonado. La fórmula es minimalista, aunque en términos estilísticos no lo parezca. Enseguida se hace evidente lo hipnóticos que pueden ser los productos de este método, que a veces se mueven con una densa polifonía que en “Math Of You”, por ejemplo, recuerda a clásicos de la música minimal menos familiares como “The Continuing Story Of Counterpoint” (1976-1987), composición del oscuro músico minimalista estadounidense David Borden, de doce movimientos y tres horas de duración y que está considerada como las “variaciones Goldberg” del minimalismo.

Si “Math Of You” te atrapa con sus capas de sintetizadores que chocan entre sí, el siguiente tema, “Myuthafoo” –un anagrama formado con las letras del título de la pieza anterior–, parece más suave, pero su tensión subyacente recuerda el romanticismo crepuscular del fallecido Angelo Badalamenti. Los sonidos del sintetizador se expanden y atrapan al oyente con su hechizo meditativo. A lo largo de sus siete minutos se van acumulando, haciéndose más fuertes e insistentes, para volver a calmarse al final, como si contempláramos la pleamar que sigue a la bajamar.

Un delicado arpegio confiere a la etérea pieza ambiental “Alphabet Of Light” algo acogedoramente cálido, que uno interpreta como si fuera posible soñar y controlar lo que se sueña al mismo tiempo. “Sufyosowirl” y “Swirls Of You” –otros dos títulos–anagrama– suenan más exuberantes y físicos. Cuando acaba el disco te has dado cuenta de que solo ha pasado media hora –32 minutos y 16 segundos, en realidad–, pero se te ha ido como un suspiro gracias a las entretenidas variaciones que ha implementado. Con escasos elementos, Caterina Barbieri ha conseguido explorar la infinidad de matices existente entre la calma atmosférica y la extrovertida energía rave, consiguiendo que la música que emerge se meta bajo la piel. ∎

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