Cometa es un grupo que puede pasar desapercibido en el terreno en el que se enmarca. Su primera aparición es de 2022, cuando una corriente de la literatura periodística proclamaba el triunfo de las guitarras en una juventud que había vencido a los ritmos caribeños y la síntesis. Mont Ventoux anunciaba, prácticamente al mismo tiempo, que comenzaba a trabajar con Error 97, Baloncesto y a los que nos referimos en esta crítica. De algún modo, se generaba una falsa concepción de estos chavales, que también eran cuatro, pero ni muchos menos participaban de esa estela pos Carolina Durante de rock fatalista, generación perdida y “no te puto pilles”. El problema fue que en los años posteriores al confinamiento salieron de debajo de las piedras grupos que, imitadores o no, seguían el poso de la banda de Diego Ibáñez. A Cometa, ese fanatismo prosumidor podía jugarle una mala pasada: para darle al play, había que vencer el prejuicio de “me voy a encontrar otra vez con lo mismo”. Porque no, lo de Cometa no era lo mismo para nada: las guitarras triunfaban, sí, pero se utilizaban para otra cosa. Y es que lo de este cuarteto era (y es) muy muy diferente a lo de cualquiera de sus compañeros: no supone una innovación, pero importan muy bien lo que quieren a una escena de nicho que se encuentra en el extremo opuesto a sus intereses. Sabes de dónde vienen y hacia dónde van, pero en nuestro entorno no hay nadie haciendo lo que ellos hacen.
“Fanfarria clandestina” es el nombre de su debut. Una fanfarria jamás podrá ser clandestina por mucha sordina empleada en los vientos, pero es muy complejo hacer algo tan grande con medios tan pequeños. Cometa componen pensando en una orquesta sin tener dinero para costeársela, y ello requiere un conocimiento muy amplio tanto de teoría musical como de interpretación. Lo mejor que tiene su álbum, más allá de la destreza muscular (porque, en un estudio, todo el mundo suena como quiere), es la preponderancia de una estructura superpop sobre (y pese a) una armonía compleja. Con el debut, Cometa participan de un movimiento sonoramente distinto, pero ideológicamente similar al del tonti pop: composiciones objetivamente difíciles pero audiblemente livianas. Lo más parecido que existiría a la banda por cercanía serían Los Estanques, pero a Cometa no es necesario acostumbrarse y su sonido es naturalmente alegre incluso hablando de penurias. Así, aunque su fórmula haya sido definida “Queen-en-español”, no deja de simpatizar con “El sonido efervescente” (2000) de La Casa Azul: puedes bucear en el detallismo instrumental y siempre descubrirás algo nuevo, pero a efectos emocionales no son canciones profundas. Y, por si acaso, un tarareo coreable siempre resta carga sentimental en favor del jolgorio.
Sin embargo, la estela de la banda de Freddie Mercury es evidente. El último single del LP, de título “Supersónico”, ya lo avecinaba, y también un “Todo por ti” que, por otra parte, recordaba a “Hey Beautiful” de The Solids. Esta parece la propuesta de Cometa: recrear referencias gigantes en entornos underground. Hay, por supuesto, canciones que se alejan de la ópera rock: “Dale Cometa” es una introducción breve y verbenera que recuerda a un pasacalles, “Abrázame más fuerte” es una balada de prom ochentero, y “Otra vez (La cumbia de los desenamorados)” define su género en su propio título. Todas ellas, sin embargo, parecen ejercicios de estilo, y así Cometa consigue brillar más cuanto menos anónima es su referencia. Se atreven con un “Entreacto” instrumental que comienza con un carácter chopiniano para acabar en algo más barroco, y se encuentra inmediatamente ligado a la “Fugazzetta en Sol menor”, que también guiña a la tradición escrita en su propio nombre. La fugazzetta, no obstante, no es ningún tipo de forma musical italiana, sino una pizza: un desarrollo muy coral da paso a una recreación de un clave que explota en multitud de colores orgánicos. De algún modo (y esa es la gracia de su nombre), también recuerda a una fuga en la que se enlazan un sujeto y un contrasujeto guitarra-piano. Pero es, ante todo, una canción de pop con un solo en el momento justo en el que lo esperas.
Es por ello que Cometa puede generar, a su paso, tantos seguidores como detractores. Porque las pasiones no se levantan con la técnica y a la generación perdida le gusta regodearse en el fatalismo. Porque el fan de The Clash puede rechazar a Queen, y quien concibe el gusto como meramente ideológico puede entender tanta referencia a la tradición escrita a través de un clasismo adorniano. El cuarteto arriesga en su propuesta por lo que socialmente significa el virtuosismo; aunque, si son virtuosos, ¿por qué habrían de negarlo? Habrá quien sepa que sus miembros, simplemente, disfrutan de ordenar sonidos en el tiempo con una memoria muscular hiperdetallista. Todos ellos podrán tararear sin culpa en una larga caminata, y en ese camino nos encontraremos. ∎