Sin saber aún si Manel se han separado, se han tomado un respiro o simplemente se han aburrido los unos de los otros tras quince años de trayectoria siempre ascendente, el cantante y compositor Guillem Gisbert mueve ficha y se estrena en solitario con un doble single de claro espíritu lampedusiano. Que todo cambie para que todo siga igual. O algo así. Porque el nuevo paradigma en realidad tampoco lo es tanto: canciones-río de caudal retorcido, pellejo sintético y pop desfragmentado. Torrente narrativo con vistas al método Dylan, hormigueo electrónico bajo los pies y la inconfundible voz del catalán como familiar y poderosa ancla. Nada cambia, todo permanece.
Avance del disco que publicará el próximo mes de marzo, “Les dues torres” y “Waltzing Matilda” son la continuación más o menos lógica de “L’amant malalta” (2021), EP pandémico y lo último que publicaron Manel antes de entrar en período de hibernación. Ambas caen del lado de Gisbert como podrían haberlo hecho antes del de los cuatro de Barcelona. En el camino, sin embargo, ha cambiado el equilibrio de fuerzas: más electrónica, guitarras a la fuga y pop en el laboratorio. Orden y aventura cortesía del “cantant del grup català revelació del 2008”.
“Les dues torres”, con ese piano en bucle, los súbitos cambios de ritmo y la cacharrería rítmica saboteando el estribillo, suena como si “Jo competeixo” (2016) se hubiese despertado convertida en balada mutante y con ganas de echarle un pulso al algoritmo. Empieza como una de Randy Newman y acaba, casi seis minutos después, sin que uno sepa muy bien cómo ha llegado hasta ahí arriba, suspendido en un remolino melódico marca de la casa y convencido de que, aunque ahora cueste, a cada escucha irá echando raíces. Lo mismo que ya ocurría con algunas de las últimas canciones de Manel, vamos. Produce Jordi Casadesús (La Iaia) y firma Gisbert una alambicada letra sobre el cambio, el progreso y la transformación a la sombra de la torre Mapfre y el Hotel Arts, las dos torres barcelonesas del título.
“Waltzing Matilda”, más aparentemente convencional, no hubiese desentonado en la cara más atrevida y aventurera de “Per la bona gent” (2019): sintetizadores juguetones, electrónica brillante y otros casi seis minutos de pop movedizo con, ahora sí, algo parecido a un estribillo que echarse a la boca. Voces dobladas, filtros y una hilera de baldosas amarillas para cantarle al amor después del amor y al arte de hacer camino al andar. Producida por el ex Novedades Carminha Anxo Ferreira, acumula guiños a Tom Waits y al himno no oficial de Australia. Avanza ligera y entra a la primera.
“Y, por si no lo habéis entendido, ella me siguió queriendo, y yo queriéndola, con otras formas, otros gestos y expresiones, que mantendremos mientras los dos sigamos en el mundo”, canta Gisbert en un remate que, sumado al verso inaugural de “Les dues torres” (“una ola demasiado larga les mojó las botas, pero los cuatro hombres ni se inmutaron”), los cazadores de mensajes encriptados sobredimensionarán en busca de pistas sobre un futuro que, de momento, se parece bastante al pasado reciente. ∎