Álbum

Julia Holter

Something In The Room She MovesDomino-Music As Usual, 2024

Este es el primer álbum con material nuevo de Julia Holter en seis años, los transcurridos desde “Aviary” (2018), en el que se alejó de sus inclinaciones más puramente folk o dream pop para regresar a sus inicios experimentales con la sabiduría y la libertad que dan la experiencia. Pero eso no significa que Holter haya estado quieta. Ha seguido colaborando con su pareja, Tashi Wada, hijo del legendario Yoshi Wada, tras el disco colaborativo “Nue” (2018); compuso las bandas sonoras de la serie “Pure” (Kirstie Swain, 2019) o “Nunca, casi nunca, a veces, siempre” (Eliza Hittman, 2020), o grabó finalmente en estudio “Behind The Wallpaper” (2023), el ciclo de canciones compuesto en 2015 por su amiga Alex Temple para cantante (Holter) y cuarteto de cuerda (el Spektral Quartet de Chicago).

Y en ese período de solo relativa inactividad sucedió la vida: “Something In The Room She Moves” fue compuesto y grabado en gran parte en 2020, cuando Holter vivió su primer embarazo y tuvo a su hija. Sucedió también la muerte: sus abuelos murieron en aquella época caótica de la COVID, igual que su joven sobrino Calder Powell, quien llegó a componer música con ella siendo un niño bajo el alias Hollow Wind.

Todo ello ha marcado un disco con leve base conceptual en “la complejidad y transformabilidad de nuestros cuerpos”, en palabras de Holter, y que, a juego con esta idea, se mueve en “un mundo de sonido fluido, parecido al agua, evocando el mundo sonoro interno del cuerpo”; según contó la artista en entrevista con ‘The Independent’, el visionado con su hija de “Ponyo en el acantilado” (Hayao Miyazaki, 2008) fue una experiencia muy influyente en este aspecto.

Escurridizo como el agua, abundante en canciones que cambian todo el tiempo –sin avisar pero con naturalidad– de estilo o tempo, “Something In The Room She Moves” podría ser su disco más diverso hasta la fecha. Empieza con “Sun Girl”, hipnótico ejercicio de neopsicodelia que empieza como canción de parque infantil –de hecho, incluye una grabación de campo de uno que hay cerca de su casa–, con flautas, bajo sin trastes, percusiones o teclados usados de forma lúdica, y se convierte poco a poco en canción de cuna: “My dreams as I dream in golden yellow”, dice su mantra. También juguetona, aunque más accesible, es “Spinning”, oda a la creatividad con saludables erupciones jazz. (Y que gana escuchada en el vídeo, viendo a Holter con esa falda como la vela de un globo aerostático).

Al álbum no le faltan grandes baladas marca de la casa: son cosas como “These Morning”, cuyo ambiente humeante y jazzy puede retrotraernos al Roadhouse de “Twin Peaks” (David Lynch, 1990-1991); un corte titular inspirado en la progresión de acordes del clásico “Feel You”, de “Have You In My Wilderness” (2015), o mi favorita personal, “Evening Mood”, un homenaje a la noche con ecos de Joni Mitchell y un solo de clarinete maravilloso de Chris Speed. Más vanguardistas resultan la cruda “Materia”, el instrumental medio improvisado “Ocean” o, sobre todo, ese experimento a capela con coro de lujo (Ramona Gonzalez, Jessika Kenney, Maia, Mia Doi Todd) llamado “Meyou”.

Tan ajena a las expectativas y las modas como Björk, Holter ha vuelto a hacer un disco solamente suyo, encadenado a su subconsciente más profundo, a sus impulsos más íntimos e inexplicables. Los algoritmos no sabrán qué hacer con él. ∎

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